Quiénes somos | Cipriano Miraflores
SAN SEBASTIÁN TECOMAXTLAHUACA, Oax. 10 de mayo de 2014 (Quadratín).- Aún en la penumbra, cuando no aclaraba todavía en la madrugada, Jesusa Álvarez Castillo presurosa lava el nixtamal y enciende la fogata, para enseguida martajar el maíz.
Coloca cuidadosamente el comal sobre tres pilares de piedras, sobre trozos de leños ardientes que empiezan a calentar la precaria vivienda.
Es 10 de mayo, fecha señalada para conmemorar el día de las madres en México y en algunos lugares del mundo, pero en el paraje Peña Colorada, uno de tantos núcleos rurales de la mixteca, la pobreza y marginación no permiten a un gran número de familias pensar siquiera en un sencillo festejo.
A lo lejos se escuchan ruidos de guitarras y gritos de jóvenes cantando en las casas de la cabecera de Tecomaxtlahuaca las tradicionales mañanitas.
Al fondo de la choza colgado una cuna de tlasisle y cuerdas de maguey, Jesusa toma al chilpayate con sus fornidos brazos de mujer campesina, lo coloca en su espalda, cubierto en su rebozo, mientras que en la mano lleva una cubeta de aproximados 20 litros, con agua que extrae de un pozo a dos kilómetros de distancia.
La mañana es fresca este 10 de mayo, aquí no hay nada que festejar, ni regalos que recibir, la sonrisa del infante, el cariño y aprecio de otros tres de sus hijos y de José, su esposo, es lo más preciado y valioso que tiene en la vida, asegura sonriente en su lengua materna, el
mixteco.
Las lluvias han comenzado a caer refrescando la tierra de los calurosos y ardientes rayos solares de los últimos días, el 10 de mayo lo viven las mujeres en esta región como cualquier otro, para ellas no tiene nada de especial, porque las labores del campo apremian, es tiempo de sembrar maíz, fríjol, trigo, calabacitas, para abastecerse de lo más mínimo, porque dejar de hacerlas significa no comer.
En tanto, en la ladera del Río Chiquito, la abuela María, en su batea de madera, lava un trozo de ropa, este día de las madres no cambian en nada las obligaciones para las mujeres del campo, le espera la faena para preparar el desayuno, en la chirmolera la salsa de guaje, acompañada de aguacate, culantro, rábanos, semillas, cebollas, tortillas calientitas, atole de granillo hecho a mano, una pequeña ración de tasajo, cuando bien les va.
Jesusa y la abuela María, dos generaciones distantes en años, conviven, comparten sus penas y alegrías en el abierto cielo de la mixteca oaxaqueña, no tienen envidias, ni se contagian de malos hábitos, conservan intactos la idiosincrasia indígena, valerosas mujeres indígenas oaxaqueñas.
De esta forma sobreviven, sin aspavientos, sin esperar regalo alguno, les basta el saludo afectuoso y el cariño de los suyos, saben dar y recibir amor, comparten su pan con propios y extraños, “todos somos hijos de Dios”, la pobreza o el origen no deben ser causa de discriminación, refieren.
Jesusa es una joven madre de familia de 44 años de edad, doña María cuenta con 82 a cuestas, no tendrán un festejo especial en este 10 de mayo, ‘para que tanto derroche, si lo más importante en la vida es salud, bienestar personal y la vida misma’, comentaron.
“Con que se tenga que comer y mientras la tierra produzca lo necesario, que más se puede pedir a Dios, la vida no se tiene asegurada ni comprada, somos peregrinos en este mundo, entonces lo importante es vida en la santa paz y en armonía con nuestros semejantes, que es 10 de mayo día de las madres, que mejor que todos los días se respete y se honre a la madre”, dijeron estas mujeres mixtecas.