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MORELIA, Mich., a 2 de septiembre de 2014.- Una reciente investigación liderada por la doctora en Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, María Elena Rivera Heredia, sugiere que cada vez hay mayor conocimiento sobre el impacto y repercusiones del fenómeno migratorio en las familias michoacanas.
Más allá del sentimiento de tristeza y la distancia física, la ausencia del esposo, del hijo, o del padre que se va de casa en busca del “sueño americano”, deja consigo una serie de consecuencias psicosomáticas.
De acuerdo con los resultados del estudio, a pesar de que con el paso del tiempo los integrantes de la familia se acostumbran a la partida del migrante, las reacciones en el estado físico de “los que se quedan” muestran patrones en común: dolores de cabeza, pesadillas, trastornos alimenticios, descontrol en enfermedades como la diabetes y la hipertensión arterial, así como síntomas depresivos.
Tras analizar los recursos psicológicos de las esposas de migrantes, la pesquisa arroja que ellas presentan mayores dificultades para manejar la tristeza, mayores autorreproches y mayor incapacidad para pedir ayuda cuando lo necesitan, sobre todo entre menos escolaridad tengan. Elementos asociados con la sintomatología depresiva y que coinciden con los datos arrojados en investigaciones previas con estudiantes jóvenes con diferentes experiencias de migración en la familia.
“La migración va acompañada de múltiples sucesos estresantes que generan un fuerte desgaste emocional. En el caso de las esposas de migrantes, al ser mujeres interesadas en el bienestar de su familia, se esfuerzan doblemente por satisfacer las necesidades de sus integrantes, asumiendo dos roles a la vez, el de mamá, y el del marido que parte, lo que a la larga les cobra la factura”, precisó la también presidenta de la Asociación Michoacana de Ciencias por el periodo 2012-2014.
De ahí que en ambos casos, madres e hijos de migrantes, presenten con mayor recurrencia síntomas físicos como: el comer compulsivamente, tener sobrepeso, insomnio, inapetencia, irritabilidad e impulsividad, y depresión.
Sin embargo, la doctora Rivera alerta que con ello no se pretende estigmatizar la migración, “lo que queremos es aumentar la conciencia de un fenómeno humano imparable, que tiene que ver con el derecho que tenemos todos de movernos de un lugar a otro»; no obstante, lo que sí se puede evitar, es que la migración ocurra por falta de empleo o por salarios extremadamente bajos, si en el estado y en nuestro país se generan mejores condiciones de vida.
Los resultados de la investigación forman parte del libro «Familia y Migración. Bienestar Físico y Mental”, que fue recientemente publicado por editorial Trillas, y que será presentado al público en general el viernes 5 de septiembre a las 12:00 horas en el auditorio de la Facultad de Psicología.
La obra, con participación de las investigadoras de la Facultad de Psicología Nydia Obregón Velasco, Ericka Ivonne Cervantes Pacheco y de Diana Tamara Martínez Ruiz (UNAM-ENES), plantea la creación un taller elaborado con 8 sesiones para trabajar temas clave con familias de migrantes.
“El punto central es conocer más acerca de los procesos psicológicos que viven los familiares de migrantes, así como con quienes deciden cambiar de residencia al país vecino, qué sucede con la decisión de migrar, qué pasa cuando se van, tanto con ellos, como con los familiares que se quedan, y sobre todo la intención de generar redes de apoyo social para sobrellevar esta situación”, especificó.
Es de resaltar, que de acuerdo con dicho estudio, sólo el 23 por ciento de los michoacanos no tiene algún familiar que haya emigrado a otro país, siendo el estado uno de los principales expulsores de migrantes hacia Estados Unidos, donde 71 de los 113 municipios tienen tasas de migración altas o muy altas, lo que representa el 63 por ciento de municipios en el estado.