Obispos de México: Un nuevo horizonte
Huatulco, Oax. 27 de septiembre de 2009 (Quadratín).- Dos son los fenómenos que han cautivado la atención de los ciudadanos mexicanos en la últimas dos semanas. Primeramente, el secuestro de un avión de Aeroméxico que cubría la ruta Cancún Ciudad de México. En segundo término, pero aún más lamentable, fue la balacera suscitada en el metro Balderas de la capital del país, y que tuvo un saldo de dos personas muertas. Sin duda, ambos sucesos sobrepasaron las realidades que sólo podemos imaginar en las películas de ciencia ficción. Sin embargo, la veracidad de uno de ellos podríamos ponerla en tela de juicio.
El supuesto secuestro fue llevado a cabo por Josmar, un personaje boliviano con una larga experiencia en el uso de las armas, expresidiario en Bolivia, pastor cristiano que se dedicaba a realizar milagros y sanar enfermos.
Algunos expertos en boicots y atentados apuntan que este ser humano fue usado por las autoridades mexicanas para disfrazar con un telón de humo el paquete fiscal enviado por el Presidente Calderón a la Cámara de Diputados para su análisis, discusión y aprobación. Otros analistas mencionan que existen muchas coincidencias que ponen en entredicho el accionar de las autoridades mexicanos y el secuestro de la aeronave.
Podemos mencionar algunas hipótesis que apuntan dichas coincidencias. Entre ellas podemos mencionar porqué un pastor boliviano podría prestarse a semejante acto de ciencia ficción y que se convirtió en un espectáculo mediático. Josmar tenía ya varios años viviendo en México, aun sin obtener la ciudadanía mexicana. Es muy extraño también que el boliviano haya traspasado todas las barreras de seguridad del aeropuerto internacional de la Ciudad de Cancún, sin que ningún policía se percatara de la fabricación de una bomba con tres latas de jugo. Es extraño también que Josmar quisiera hablar con el Presidente Calderón al aterrizar el avión que secuestraba, cuando el mandatario mexicano estaba por despegar de la misma pista en una gira hacia Campeche.
El otro caso aterrador y que sólo imaginábamos que sucedía en las películas norteamericanas se suscitó en una de las estaciones de transporte suburbano más concurridas en la capital mexicana: Estación Metro Balderas. Un ambientalista provinciano disparó sin piedad primero a un policía y luego a una persona de más de cinco décadas de vida. Los resultados: dos muertos y miles de personas que no podían creer lo que veían. El gobierno del Distrito Federal ya ha reaccionado ante tal situación, argumentando que implementará una estricta vigilancia y revisiones aleatorias en los usuarios del servicio de transporte metropolitano.
Sin embargo, es sorprendente cuál fue la cobertura que los medios nacionales dieron a ambos eventos, donde el primero fue de forma extraordinaria, similar a una película de acción, mientras que en la otra lo mencionaron de manera superficial. Ante ello, surge la duda sobre la veracidad del primer hecho y la fatalidad del segundo. Ante ello, nos preguntámos ¿Porqué si darle tanta cobertura a Josmar y poca al asesino Luis Castillo?