Cortinas de humo
OAXACA, Oax. 1 de diciembre de 2014.- Cuando conocí a Silvana me pareció una niña preciosa, ella tenía entonces 7 años y el motivo de consulta era que no le gustaba convivir con sus compañeros en la escuela, estaba aislada del grupo, incluso cuando la maestra salía del aula ella la seguía y esperaba en la puerta del baño o de la dirección o a donde esta fuera. La maestra no decía nada, porque Silvana era una estudiante brillante.
En casa jugaba y platicaba mucho, lo que no hacía con nadie más, ni siquiera con sus primos que eran sus vecinos o sus tíos.
Su padre un profesionista de treinta y tantos años y tenía fobia social, mantenía a su familia con su trabajo en una institución pública y su mayor terror era que lo enviaran de comisión, fuera de la ciudad, la angustia se apoderaba al imaginarse trasladándose en autobús o en carro y a medida que se alejaban del centro, sentía que el corazón se le salía del pecho.
También le llenaba de pánico pensar en que podía temblar y el edificio donde trabajaba se cayera.
El señor en cuestión desde que cursaba la primaria sentía ese miedo de la gente, a la hora del recreo prefería quedarse en el salón solo y cuando les tocaba educación física, siempre le dolía el estómago, la cabeza o el cuerpo en general porque el punto era no participar en los juegos de los demás.
Tenía miedo de casarse, al hacerlo pensó que su esposa sustituiría a su madre en el cuidado, la atención y la prevención a no salir a ningún lado.
Los fines de semana de esparcimiento su familia y él se quedaban encerrados en la casa viendo tele, jugando juegos de mesa y haciendo los deberes del hogar, sin visitar ni ser visitados.
Con su hija no había besos o caricias, era frio e indiferente, no podía demostrarle el amor que sentía.
También por las noches tenía con frecuencia terrores nocturnos o si llovía los truenos lo hacían perder el control, temblaba, sudaba y quería salir corriendo, sufría ataques de pánico.
Silvana desde que nació, aprendió toda esta conducta: EL MIEDO IRRACIONAL, ella era fóbica social, igual que su papá. Así que en su corta vida las navidades eran muy simples, no había posadas, ni romper piñatas, no habían fiestas de cumpleaños a las cuales asistir y a las propias solo asistían los más indispensables, y aun así, ella en su recámara no quería salir a recibir a sus familiares ni ver sus regalos; tenia sensación de nauseas, temblaba, el color se iba de sus mejillas, sufría taquicardia y esa sensación de miedo a ver a la gente y saberse el centro de la atención, no podía soportarlo.
Al asistir a Apoyo Psicológico, se involucró en el equipo de ajedrez del mismo, al principio su miedo irracional no le permitía entrar por su propio pie, la teníamos que conducir hasta el área de juego; el taller se impartía dos veces por semana en la mañana así que esos días, ella amanecía hasta con calentura por el miedo a ir.
Aun así iba, iniciaba el juego y a los pocos minutos, ella no se acordaba de nada más que de sus estrategias, aparecía la sonrisa, el color volvía a sus mejillas y lo helado de sus manitas se volvía cálido.
Lo mismo en la escuela, se tuvo que quedar en su asiento cuando la maestra salía; llamaba lista de asistencia y enfrentaba sus participaciones ya que aun siendo brillante dudaba de sus aciertos.
Sus muchas veces de no ir a la escuela solo porque esa mañana amanecía más débil que de costumbre para enfrentarse a sus miedos desaparecieron, debía asistir si ningún pretexto.
Su agresividad y falta de tolerancia hacia su mamá se trabajó mucho ya que en ella descargaba todo lo que almacenaba en su día a día.
Ya podía quedarse alguna hora sola en la casa sin que estallara en llanto.
Silvana prosperó tanto con un tratamiento adecuado y largo que la navidad próxima fue muy divertida, rompía las piñatas, recibía sus aguinaldos y asistía a fiestas de cumpleaños.
Al taller de ajedrez entraba como “Juan por su casa”… se le dio de alta.
Sin embargo, pocos años después su padre tuvo una etapa muy drástica de miedos y enfermedades, su miedo ahora que lo llenaba de terror era morirse y al no tratarse dejó que su conducta volviera a afectar a su hija y ella recayó, ya tenía entonces 10 años.
En las fobias pueden intervenir factores genéticos como ambientales que contribuyen a su aparición, pueden ser de origen multifactorial, es decir que varios factores estén incidiendo en el desarrollo de ese temor, angustia o ansiedad.
La fobias específicas, o sea las que tienen un agente causal, pueden estar vinculadas con un primer encuentro aterrador con el objeto o situación que las provoca, por ejemplo un animal, un ratón o una araña y que esté condicionando posiblemente la aparición de ese miedo con este animal o con alguna otra circunstancia específica.
O como decíamos es posible que haya alguna predisposición genética que esté afectando el desarrollo emocional o en el carácter del niño y adolescente, como el caso que nos ocupa.
A Silvana ya no la trajeron a consulta, quizá por la culpa que el padre siente. Es importante confrontar en lugar de evitar.
Refuerza a tu hijo con amor, pero también con límites.
Dales valores y fortalezas con tu ejemplo de vida.
Ayúdate para que puedas criarlos, recuerda que nadie puede dar lo que no tiene.
Si quieres que desarrollemos algún tema de acuerdo a tu caso, con gusto lo haremos, escríbeme a mi correo: