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México, DF. 5 de diciembre de 2012 (Quadratín).-La Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) lleva a cabo acciones para insertar a la mujer en la vida productiva, eliminar su discriminación y empoderarla como protagonista imprescindible en la vida social y económica del país.
A la fecha, la Sedesol ha impulsado 35 mil 58 proyectos productivos y planes de trabajo para generar fuentes de ingreso en beneficio de más de medio millón de personas que viven en zonas de alta y muy alta marginación.
Hasta las comunidades más remotas, muchas predominantemente indígenas, la dependencia ha llevado el Programa Opciones Productivas, que ha representado un cambio cualitativo y cuantitativo para las vidas de las mujeres.
Históricamente, la vida familiar gira en torno a los hombres, principalmente en pueblos y comunidades rurales. Ellos eran quienes trabajaban, mantenían la casa y exigían todos los derechos: disponían, decidían y ordenaban.
Esta situación ha cambiado paulatinamente. Hoy las mujeres, solas o a la par con sus parejas, realizan labores productivas exitosas, llevan las riendas del hogar y toman decisiones en materia de trabajo, salud, educación y alimentación.
Ejemplos de lo anterior pueden verse en San Esteban Atatlahuca, Oaxaca; Valle del Mezquital, Hidalgo; Chetumal, Quintana Roo; Tlamazacapa, Guerrero; Santa Cruz, Campeche; Santa María Canshesdá (Cancheada), Temascalcingo, Estado de México, y Samaria, en Tizimín, Yucatán.
En la localidad montañosa de San Esteban Atatlahuca, las mujeres se han convertido en promotoras de un invernadero de rosas, que entrega su mercancía principalmente en Tlaxiaco, la segunda ciudad más poblada de la Mixteca Baja, donde se encuentra el centro de acopio.
Una de las características de San Esteban Atatlahuca es el clima frío, que priva la mayor parte del año, propicio para el cultivo de rosas. Ahora, esta región oaxaqueña se distingue por ser las mujeres quienes dan trabajo a los jóvenes, con lo que desalientan la migración hacia los Estados Unidos.
Otro ejemplo se encuentra en la comunidad de Alberto, en Ixmiquilpan, Hidalgo, donde 250 mujeres artesanas se unieron para solicitar apoyo a la Sedesol para crear la cooperativa Mujeres reunidas, que impulsa un proyecto que rescata la tradición otomí para trabajar el ixtle.
Hoy elaboran esponjillas, jaboneras, limpiadores faciales, ayates, bolsas, llaveros y guantes exfoliantes que ya se exportan a Gran Bretaña y a los Estados Unidos.
En el sureste, Darvelia Maldonado, Nury Beatriz y Cindy son otra muestra de mujeres que han decidido tomar las riendas de su vida, al emprender en Chetumal, Quintana Roo, un negocio de confección de vestidos de alta costura para niñas y adolescentes, que ya coloca su producción en el municipio de José María Morelos.
En Tlamazacapa, en el municipio de Taxco, Guerrero, 23 mujeres artesanas son las proveedoras de paneras y tortilleros para una cadena restaurantera a nivel nacional, sin intermediarios ni maridos de por medio.
Otro caso de éxito es el de María Victorina Chi Ek, cabeza de una familia numerosa: sus padres, cuatro hermanos, una cuñada y varios niños. Residentes en la ex hacienda de Santa Cruz, Campeche, se dedicaban a tejer sombreros sencillos, uno por día como máximo.
Alguien les recomendó acercarse a la Sedesol y presentar un proyecto productivo para obtener financiamiento. La vida les cambió y ahora Victorina y su familia producen sombreros al mayoreo.
En una segunda etapa, abrieron una tienda de artesanías, la cual es surtida por once familias que decidieron unirse al proyecto de María Victorina y su familia.
En Santa María Canshesdá (Cancheada), Temascalcingo, Estado de México, Carmen González García encabeza un grupo de cinco mujeres mazahuas dedicado a la cerámica de alta temperatura. Iniciaron con un molde de cada figura y ahora tienen entre 25 y 50.
Desde pequeña, Carmen y su familia se dedicaban a elaborar cazuelas de barro que, por su contenido de plomo en la laca usada para abrillantarlas, resultaban nocivas para la salud. Experimentaron con talavera y finalmente se decidieron por la cerámica.
Hoy su artesanía se vende para eventos, en ferias y a restauranteros de Tequesquitengo, donde los comensales pueden adquirir los productos de cerámica similares a aquellos donde les sirven. Los productos ya se exportan a Italia, Gran Bretaña y Bélgica.
Fieles a sus tradiciones, antes de cada siembra Aracely Ramayo Moc y su familia realizan la ceremonia de agradecimiento a los alushes (duendes pequeños), protectores de los cultivos y responsables de las buenas o malas cosechas. En ella les ofrecen dulces y frutas de la región, para que se sientan respetados y les vaya muy bien.
Madre de tres niñas y un niño, Aracely, de 22 años de edad, vive en Samaria, comunidad marginada localizada en el municipio de Tizimín, Yucatán. Su suegra, Doña Juana, es una indígena maya de 87 años, que un día decidió prestarle la herencia de su esposo para que pudiera obtener apoyos gubernamentales.
Aracely se acercó a la Sedesol y obtuvo financiamiento, el cual empleó en preparar 10 hectáreas de cultivo. Los trabajos iniciaron en 2008 con la siembra de sandías, que no pudo vender a buen precio por el retraso de la temporada de lluvias.
El segundo cultivo fue de maíz, que vendió en 10 mil pesos la hectárea. Con ese recurso pudo comprar el sistema de riego y una motocicleta, con la que ahora se transporta.
Todas estas mujeres son ganadoras y son apenas un ejemplo de su empoderamiento. En cada estado del país hay cientos de historias de éxito similares de mujeres mexicanas que han tomado la iniciativa de sacar adelante a su familia, abandonar las condiciones de pobreza y conservar su cultura.
Las mujeres encabezan la mayoría de los proyectos productivos impulsados por la Sedesol y quienes sumaron a las actividades tradicionales, como bordados y tejidos, aquellas que se consideraban exclusivas para los hombres.