Trump y la Corte: derrota liberal, victoria populista
MÉXICO, DF. 31 de julio de 2014 (Quadratín).-La toma de la tribuna legislativa, este miércoles, por un grupo de perredistas, encabezado por su coordinador Silvano Aureoles Conejo, para “demostrar su oposición a la privatización de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad”, me llevó por caminos del oscurantismo existencialista, la hipocresía y la incomunicación humana, denunciados principalmente entre los 40 y los 60 por el Teatro del Absurdo.
Pero en esta ocasión con peor perversidad:
No se puede atentar contra la sustancia de las nuevas leyes energéticas, que son para modernizar las dos empresas; que cambian su naturaleza paraestatal; las sacan del presupuesto federal; las constituyen en “empresas productivas del Estado”, que pueden abrir de par en par sus puertas a capitales extranjeros…
Apalabrado esto, puedes tomar la tribuna, gritar y protestar, pero sólo durante los 10 minutos que le tocan a tu representante – en este caso el cuajimalense Luis Espinosa Cházaro, de la comisión de energía -, quien en la ocasión debía presentar un posicionamiento de desacuerdo con la mayoría panista y priísta.
O sea que las tomas de tribuna por los diputados izquierdistas (con la de ahora van dos, en estos días) son, digamos, interrupciones light (no sé qué palabra castellana usar para traducir light, en este caso), negociadas, acordadas con el líder de la mayoría, Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien, al final del día, toma las decisiones en el poder legislativo.
Los perredistas suben a tribuna en grupo, gritan, despliegan mantas de protesta, llevan la foto del expropiador del petróleo, el general Lázaro Cárdenas (Cárdenas es como la biblia. El mismo texto lo interpreta cualquiera según su conveniencia); los oficialistas –priístas y panistas – los oyen respetuosos (pero no dejan de platicar entre ellos); los protestantes entonan el himno nacional; el diputado representante echa su rollo, y se bajan del estrado, del templete, del escenario. Se van a sentar a sus curules y sanseacabó.
El puro teatro del absurdo. Y me fui a Wikipedia a confirmar mis magros conocimientos de las escuelas teatrales del mundo literario. Qué creen. Hallé la perla negra, más valiosa que cualquier perla nacarada natural o cultivada en Oaxaca o Japón:
Miren si no lo que ocurre en México, entre la clase política, la empresarial, la laboral, la académica, los poderes fácticos, el narco poder, las religiones (¡Bagdad, señores! Igualito que en los carros del Metro a toda hora).
El Teatro del absurdo abarca un conjunto de obras teatrales escritas por ciertos dramaturgos estadounidenses y europeos , entre las décadas de 1940 y 1960 y, en general, el que surgió a partir de la obra de aquellos tramas que parecen carecer de significado; diálogos .repetitivos y falta de secuencia dramática, que a menudo crean una atmósfera onírica; intensos rasgos existencialistas, para cuestionar la sociedad y el ser humano, mediante el humor y la mitificación. La incoherencia, el disparate y lo ilógico…
Las del Absurdo aparentan ser obras sin explicaciones lógicas y sin sentido. Resaltan la incongruencia entre el pensamiento y los hechos, así como la incoherencia entre las ideologías y los actos. Los personajes tienen un gran obstáculo para expresarse y comunicarse entre ellos mismos constantemente. En las obras, definitivamente el decorado y las escenografías (al igual con los objetos y los accesorios utilizados) juegan un papel muy importante como contraste con el contenido de las mismas, porque presentan imaginariamente la realidad de los mensajes que se pretenden llevar…. Todo en el marco de un mundo vacío y con objetos muy pesados, que terminan dominando a los personajes.
En el Teatro del Absurdo se tratan temas muy importantes, relacionados, por ejemplo, con cuán susceptible se encontraba la civilización después de una gran batalla como lo fue la guerra mundial. Se percibe a través de los personajes, la desorganización que existía hasta en la manera de comunicarse unos a otros, donde muchas veces no había un punto de acuerdo entre todas las partes, pero sí un abuso de poder; donde los ricos y los poderosos atropellaban a los más débiles y a los que menos posibilidades tenían para sobrevivir, ante tanto caos y confusión.
Ese Teatro no da las respuestas esperadas, o las que se cree que se van a esperar, sino que nos deja la interpretación y el análisis de cada una de sus obras. Mucho del espíritu de pensadores existencialistas como Albert Camus y Jean Paul Sartre.
Como decía aquel periodista de la televisión comercial, sin comentarios…
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