Diferencias entre un estúpido y un idiota
MÉXICO, DF. 21 de julio de 2014 (Quadratín).- Los políticos mexicanos siguen recorriendo viejos caminos, ya andados hacia ninguna parte en México y por las grandes potencias económicas del mundo, en las que el libre mercado ha probado su inutilidad y su fracaso en el objetivo de repartir equitativamente la riqueza. Y sólo ha ahondado el abismo entre los muy pocos que detentan la propiedad de los medios de producción y las mayorías de los trabajadores se debaten entre la pobreza y la desesperanza.
Un ejemplo de valor supremo es el comportamiento de le economía estadounidense, la más poderosa del mundo que, por la avaricia de los dueños del dinero y de los políticos de Washington, no sale a flote desde hace por lo menos un lustro, y no sabe cómo resolver los gravísimos problemas de la inmigración de millones de seres humanos, adultos, jóvenes y ¡niños!, obligados a fugarse de la pobreza y la violencia de los países periféricos.
Dicen los que saben que el ser humano es el animal que siempre repite los mismos errores cometidos. El irracional que un día se topó, en la vereda, con un infortunio y logró salir vivo, jamás vuelve a recorrerlo por instinto. El ser humano, además de instinto, tiene inteligencia. Y no aprende de los fracasos.
Y México ya ha fracasado año tras años, intentando hacer de la economía de libre mercado una religión que promete la salvación eterna aquí en la tierra. De que tenga memoria, lo ha intentado por lo menos desde hace medio siglo, el tiempo que el escribidor lleva de reportero, reportando los dichos y los hechos de los miembros de la clase política, o intentando entender lo que los economistas de Chicago, de Washington, o de Harvard, o de San Francisco pretenden para economías como la de México.
La privatización de la economía mexicana viene dándose desde principios de la década de los 80 con el presidente Miguel de la Madrid Hurtado y uno de sus principales asesores, Carlos Salinas de Gortari. Y luego con éste, ya como presidente de la república. Se desmanteló el Estado mexicano. Y no pasó nada. Cambió la propiedad de las empresas antes estatales, y la economía siguió hundiéndose. Los poderosos se enriquecieron exponencialmente – verbi gratia, Carlos Slim Helú o la familia Azcárraga de la televisión comercial -. Los trabajadores vieron deteriorarse su salario también exponencialmente y la pobreza hizo presa de millones de mexicanos. Dicen que 50. El escribidor calcula a ojo de buen cubero entre 70 y 80 millones. Sólo dese una vuelta a los carros del Metro a cualquier hora y verá que el ciento por ciento de los pasajeros denotan pobreza y muchos, extrema.
Ésta ha sido la parte medular de la historia del México moderno. Crece la población porque a los políticos les tiene sin cuidado la educación. Y si un sistema escolarizado no enseña la responsabilidad en la procreación es un sistema fallido. Y con el crecimiento exponencial de la población crece la pobreza, aunque los políticos intenten taparla con un dedo.
En estos momentos, los políticos siguen dando coces contra el aguijón. Los senadores están debatiendo el futuro y la viabilidad de Petróleos Mexicanos (ya muy privatizada precisamente desde los años 80, privatización que ha sido un rotundo fracaso) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) que, no obstante ser considerada empresa de clase mundial, da servicios de economía del tercer mundo. Y los diputados esperan a los senadores, con singular entusiasmo, para aprobar, simulando discusión y debate, lo que les mandarán ya aprobado los padres de la patria.
El presidente de la Comisión de Energía, David Penchyna, sostuvo en tribuna que Petróleos Mexicanos (Pemex) y CFE no se desmantelan y en los próximos años a México le espera un mejor futuro, pues se convertirán en empresas productivas capaces de competir y atraer talento.
Exactamente lo mismo prometieron los privatizadores de las empresas estatales en aquellos años de la grandes desincorporaciones de empresas tan importantes como Teléfonos de México. Y qué pasó. Que Teléfonos de México, en manos privadas, se convirtió en una empresa ineficiente y cara.
Y aquí este escribidor no aboga porque la economía real esté en manos del Estado, como ocurrió en las fracasadas economías planificadas del Este europeo, particularmente de la Unión Soviética. No. Lo que tiene que cambiarse es la filosofía de la simulación, de la corrupción y la impunidad. Al final, no importa quién es el propietario. Pero lo que no puede desaparecer, porque es parte de la filosofía del mexicano, del empresario, de la clase política, lamentablemente es la ineficiencia, la ineficacia, la mala administración y, sobre todo, la corrupción. Escasos son los políticos y los empresarios de aquí y de allá que no pecan en arca abierta. Da pena. Da vergüenza. Pero así es la cosa. La regla de oro es aquello de que «el que no transa no avanza». Así, los resultados de la reforma de Pemex y de la CFE los estará comentando en lo futuro, otro analista, porque éste es imposible que sobreviva otros 50 años.
www.analisisafondo.com
@AFDiario @ANALISISAFONDO