La posverdad judicial
MÉXICO, DF. 23 de julio de 2014 (Quadratín).- Mientras senadores y diputados continúan abrumados con las leyes reglamentarias de la reforma energética, que deberán de quedar aprobadas cuando mucho en dos semanas, la economía real sigue marchando a la buena de dios.
Y marcha a troche moche no por culpa de la improductividad de Pemex o de la Comisión de electricidad, sino porque los mercados nacionales y extranjeros no aprenden y continúan portándose muy mal. Siguen imponiéndose las leyes de la necesidad y del abuso.
No obstante, habrá que confiar en la cordura del amigo Jonathan Heath, quien siempre ha manifestado sabiduría en sus análisis y pronósticos, desde los muchos años dedicados a observar, analizar y juzgar la marcha de la economía.
Jonathan, vicepresidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), estima que, aunque recortó su pronóstico para 2014 (o sea que el producto va a crecer en 2.55 por ciento en vez de 2.6), lo peor de la desaceleración ya pasó y las perspectivas apuntan a un mayor dinamismo de la planta productiva durante el segundo semestre del año.
Dos de las variables económicas que apuntan a una recuperación son la inversión y el consumo. Y aunado al comportamiento del mercado interno, otro factor que apuntalará la economía serán las exportaciones manufactureras, así como un panorama más positivo del producto interno bruto (PIB) de Estados Unidos.
Esperamos que a Jonathan le asista toda la razón – de verdad que lo esperamos y confiamos – cuando asegura que la legislación secundaria en materia energética y de telecomunicaciones contribuirá al crecimiento económico del país, aunque no precisa en qué tiempo. Esto yo lo vengo esperando desde hace por lo menos desde hace 3 décadas. El mismo lenguaje, los mismos pronósticos, y aún no llegamos a la meta.
Hay mucho de duda, Jonathan, porque lo que hace que la economía crezca es el la combinación de capital y el trabajo, y más el trabajo. Pero la economía mexicana necesita de miles de millones de dólares (¿unos 300 mil millones? Me quedo corto) para que logre un crecimiento anual de 5 por ciento, y de cifras estratosféricas creo que andamos años luz de lejos, inclusive ante la posibilidad de que Petróleos Mexicanos atraiga grandes inversiones.
Que se están sentando las bases para que la economía mexicana crezca a tasas de 4 o 5% en los próximos años es indudable, aunque nada hay seguro en este mundo, más que el hecho dramático de que hemos de morir. Cómo recuerdo, Jonathan, que en aquellos años maravillosos del desmantelamiento del Estado (Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari) se empleó el mismo lenguaje optimista de que el Estado no tenía por qué fungir como propietario de los grandes medios de producción, y se privatizaron miles de empresas que o desaparecieron o fueron un fiasco en manos de capitalistas particulares. Hay ejemplos paradigmáticos.
Mientras, la situación económica para las mayorías de consumidores – los trabajadores – ha cambiado muy poco. Actualmente, por ejemplo, de acuerdo con estimaciones de los economistas de BBV-Bancomer, las familias con ingresos menores a 3 mil 500 pesos trimestrales destinan 5.2 veces de su ingreso al pago de las deudas, principalmente para los créditos al consumo.
Éstas son las familias más pobres del país que, por no poder acceder al sistema bancario, se ven obligados a endeudarse en los carísimos mercados subterráneos.
Uno de los objetivos de la reforma financiera, promulgada el 9 de enero pasado, el de otorgar mayor crédito bancario, y más barato, no se ha cumplido debido al menor dinamismo registrado en la economía mexicana, como lo ha reconocido Alberto Gómez Alcalá, presidente ejecutivo de la Asociación de Bancos de México (ABM). Y es que no se ha producido un ciclo económico propicio. El escenario ha sido adverso. Así que no es tan fácil como lo perogrullan diputados y senadores, de que con las reformas estructurales se abrirá el baúl de las grandes riquezas para los mexicanos.
Además, el comportamiento económico de Estados Unidos resultó más adverso de lo que anticipaban, lo cual permite entender por qué el ciclo económico en México no estuvo tan bien como se esperaba a principios del año y “esto se refleja también en el crédito”, de acuerdo con Gómez Alcalá.
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