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De la misma manada
Gabriel Hernández García (Colaboración)
Oaxaca, Oax., 27 de agosto del 2011(Quadratín).- La agenda de noticias destaca dos problemas que ocupan la atención mundial: la guerra de Libia y la hambruna en Somalia y Etiopia.
En la primera se habla con júbilo y beneplácito sobre el avance que los rebeldes al gobierno de Muamar Gadafi están haciendo al grado de tener prácticamente tomada Trípoli, capital de ese país. La información al respecto, está orientada para informar al mundo que los buenos, es decir los opositores a Gadafi, ahora sí van ganando y podrán, dentro de poco, derrotar al dictador y establecer el reino de la democracia y la felicidad en ese país.
Se oculta, o se dice poco, que para que los rebeldes, pudieran llegar a la situación en la que están, recibieron, y están recibiendo, el apoyo de los mejores apóstoles de la democracia y de la bondad humana: EE.UU., Francia, España y otros países que, comandados por el primero de estos, han usado lo mejor que tienen de los avances científicos y tecnológicos, empleados en la guerra, mismos que les han servido para neutralizar y prácticamente eliminar el aparato militar que poseía el ejercito libio. El aparato militar y de espionaje utilizado es de lo más moderno del mundo y su efectividad no tiene punto de discusión.
Sin embargo, resulta más que evidente, que toda la propaganda para justificar la guerra contra Muamar Gadafi, así como todas las armas sofisticadas que se están empleando, tienen un costo de carácter económico. Sólo a título de ejemplo, pues la información se encuentra en cualquier portal de internet, debe decirse que el costo de un misil Tomahawk tiene el costo de un millón y medio de dolores; el despegue y vuelo de un avión de combate, solamente eso, cuesta 40 mil dólares por cada vez que despega del suelo y vuelve a tierra. A lo anterior hay que agregarle las bombas, fusiles, municiones, helicópteros, alimentos para los soldados etc. que están interviniendo en esta confrontación bélica. ¡El costo es incalculable!
La ciencia, la tecnología, las armas, y la economía convertidas en una industria de muerte. Todo lo que ahora vemos en Libia, que vimos en Irak y Afganistán, ha sido usado para matar.
Cualquiera entiende que todo este sofisticado aparato militar tiene un costo económico en dólares, euros, etc. y que éste es altísimo. Lo absurdo es que son incalculables fortunas empleadas para eliminar a individuos, a seres humanos que no aceptan el atropellamiento de los países poderosos que están pretendiendo apoderarse de sus riquezas, entre ellas el petróleo.
Por otra parte, los medios de comunicación también informan sobre la increíble miseria en que se encuentran casi medio millón de africanos refugiados en campos de concentración en Somalia y Etiopía. Las escenas mostradas por la televisión, el internet y los medios escritos son impactantes y estremecedoras. Si alguna escena del infierno pudiera pintarse tendría que incluir al campo de refugiados de Dadaab o Mogadiscio donde mujeres y niños famélicos a causa de inanición, por falta de agua y comida, sin fuerzas para caminar ni para hacer nada, ni siquiera para espantarse las moscas, están prácticamente abandonados esperando la muerte sin que nadie, o muy pocos, estén haciendo nada para salvarlos.
Este contraste tan absurdo de emplear fortunas incalculables para matar, en lugar de emplearlos para salvar los miles y miles de vida que se están perdiendo en Somalia es verdaderamente irracional.
No me hago ilusiones, el imperialismo de Estados Unidos y sus apoyadores, están dispuestos a gastar esas fabulosas fortunas en la guerra porque quieren apoderarse del petróleo de los países que están atacando y poco les interesa la desnutrición el hambre y la miseria de los somalíes y etíopes, estos no tienen ninguna riqueza que se les pueda despojar y precisamente por eso se les está dejando morir de hambre sin que nadie mueva un dedo.
Este es el capitalismo que tanto promete darles riqueza a todos los hombres, pero que en la práctica tiene el cinismo de dejar morir a millones de seres humanos.
¡Vaya contradicción del capitalismo, destinar dinero para matar y escamotearlo para dejar morir!