
Después de Francisco: Abrazar las contradicciones
Gabriel Hernández García (colaboración)
Oaxaca, Oax. 17 de septiembre de 2011 (Quadratín).- Todo el tiempo, y de todas las formas posibles, se nos enseña e insiste machaconamente que el objetivo del hombre, al que debe aspirar y llegar por todas las formas posibles es a no hacer nada o hacer lo menos posible.
Se nos presenta como una verdadera tragedia humana el hecho de tener que trabajar, estudiar o esforzarse, en cualquier actividad que realicemos. Se nos dice que quien lo hace es un tonto, que está utilizando su capacidad y energía sin necesidad de hacerlo. La conclusión que se saca entonces es en el sentido de que de lo que se trata es de fingir, simular que hacemos sin hacer nada, o de que hay que hacer lo estricta y mínimamente posible. Tal planteamiento ha permeado en todos los ámbitos de la vida del hombre.
Así, por ejemplo, tenemos que un hombre, contratado como funcionario, no llega a tiempo a su trabajo inventa todas las excusas posibles para justificar su llegada tarde, o para faltar al mismo, pero, como no tiene otro remedio que cumplir mínimamente y se supone o se entiende que tiene que llegar a su oficina a trabajar solo se dedica a chismear y a hacer lo menos posible en el compromiso que tiene encomendado, y, sin haber finiquitado su actividad productiva, trata de retirarse lo más rápido posible de su centro de trabajo para irse a su casa o actividades recreativas o sociales.
Quien lo duda, puede corroborarlo fácilmente en las oficinas gubernamentales de Oaxaca, pero es seguro que no solamente ahí, sino en muchas partes del país donde muchos burócratas llegan después de las 10 de la mañana y se retiran antes de la 1 o las 2 de la tarde. El burócrata finge trabajar sin hacerlo realmente.
Hay simulación de los estudiantes cuando, en lugar de estudiar con disciplina, seriedad y responsabilidad, se dedican a asistir a clases, cuando pueden y a la hora que quieren y, cuando asisten, en lugar de poner atención en las clases que reciben, se desconcentran o se dedican a recibir y contestar mensajes; cuando se les dejan tareas de investigación en lugar de hacerlo, buscan en internet cualquier información relacionada con lo que se les pidió, la imprimen o bien solo sacan una fotocopia de lo que otro estudiante hizo para simular ante el docente que se cumplió. Lo mismo se hace cuando en lugar de estudiar y pasar un examen, se presenta a la hora del mismo en la inopia mental esperanzado en poder copiar a quien si estudió. Un estudiante así es una farsa que tarde o temprano tendrá que pagar sus consecuencias.
Hay simulación de muchos maestros cuando, en lugar de preocuparse por la institución en la que trabajan, se dedican también a llegar tarde y a retirarse rápido de su centro educativo en lugar de preocuparse por hacerlo más digno, funcional y agradable. Simulan también haber estudiado para enseñar a los alumnos, pero, ni lo hacen, ni actualizan sus conocimientos, ni se preocupan por ser cada día mejores, sino solamente lo que pretenden es devengar un salario para poder vivir cómodamente.
Hay simulación de la policía que debería de actuar contra los delincuentes, cuando muchos de ellos prácticamente son los mismos. Hay simulación del gobierno cuando dice atacar la pobreza la miseria y la marginación y solamente lo hace desde el escritorio, con convenios y declaraciones.
Con la cultura del mínimo esfuerzo lo que hemos logrado es que muchos sectores de la sociedad sean absolutamente incongruentes, entre lo que dicen hacer y lo que hacen realmente; se cobijan en la idea de que solo es un tonto el que trabaja realmente y ellos son muy listos porque evitan trabajar y engañan a medio mundo, fingiendo que lo hacen.
¿Cuál es el resultado? Una sociedad que en los niveles de la superestructura, finge trabajar, estudiar, enseñar, o dar seguridad pública, cuando en la práctica solo se simula hacerlo. De esta forma tenemos un despilfarro de recursos económicos para mantener a burócratas inservibles o que sirve muy poco, a estudiantes que no lo hacen, a maestros que no cumplen, y a muchas estructuras que no justifican el dinero que reciben.
En ese sentido el sistema actual, tiene la culpa y responsabilidad total; enseña a los hombres la cultura del mínimo esfuerzo y obtiene su recompensa con individuos que fingen trabajar y no lo hacen.
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