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MÉXICO, DF. 26 de mayo de 2014 (Quadratín).- La disminución del 1.2 por ciento en la estimación de la Secretaría de Hacienda para el crecimiento del PIB en el 2014, que quedó en 2.7 por ciento, resulta realista. Es coherente con el poco avance del primer trimestre del año, dado a conocer por el INEGI, que fue de apenas 0.28 por ciento respecto al trimestre anterior.
Entre las causas de la debilidad mostrada por la economía en el inicio del año, hay que destacar dos factores:
Primero: este primer trimestre sorprendió también con un dinamismo a la baja a la economía mundial, para la cual las expectativas de crecimiento disminuyeron en casi medio punto porcentual en el periodo, y especialmente a Estados Unidos, cuyo mercado es decisivo para México.
Segundo: nuestro mercado interno se ha mantenido con poco empuje, y a esto se sumó el impacto de la reforma fiscal del 2013, que ha presionado al consumo y la inversión, como lo ha reconocido las propias autoridades.
Afortunadamente, hay señales que indican que estamos dando la vuelta a este ciclo de desaceleración, que se ha prolongado por más de un año. El presente trimestre será mucho mejor, punto de inflexión para que la segunda mitad del año sea de notorio dinamismo.
La economía mexicana se está fortaleciendo de manera incipiente, pero con consistencia en varias áreas.
La producción industrial registra un tercer incremento mensual consecutivo, con un sector automotriz que batió todas las marcas en abril para exportación. Hay una recuperación de la actividad manufacturera de Estados Unidos, que incidirá positivamente en nuestras exportaciones, las cuales ya crecen a un ritmo de 4.7 por ciento y las no petroleras a 6.9 por ciento de crecimiento anual, el mayor nivel desde octubre de 2009.
Para el mercado interno, se ven mejoras en cifras de empleo, remesas, crédito al consumo e inclusive confianza del consumidor, desde el punto de vista mensual, aunque todavía no son suficientes.
Asimismo, hay un leve, pero prometedor avance tanto en ventas al menudeo como al mayoreo, mientras que la inflación continúa disminuyendo.
En lo sucesivo, para contribuir al repunte, el gasto y la inversión del sector público tomarán mayor tracción, con los correspondientes efectos multiplicadores. El gasto público se está ejerciendo con prontitud y el Gobierno ha señalado que redoblará esfuerzos en este sentido.
Un factor que incidirá de manera fundamental para que mejoren las expectativas de crecimiento y la propia actividad económica será la aprobación de las legislaciones secundarias pendientes, en los periodos extraordinarios de sesiones legislativas que han sido programados.
Se acumulan las señales de que en el Congreso de la Unión habrá acuerdos, con la aprobación de los pendientes de la reforma política-electoral, la buena marcha de los foros en materia energética y los acuerdos que están tomando forma en materia de telecomunicaciones.
Todo esto nos da confianza de que las reformas quedarán listas en junio, para pasar de lleno a la fase de implementación, despejando el camino y dando certidumbre para que empiece a fluir un gran volumen de inversiones.
Con estos antecedentes y tendencias, consideramos que la autoridad fiscal actúa con prudencia al emitir un pronóstico acorde al escenario perfilado por los distintos indicadores económicos, así como respecto a las expectativas de la mayoría de los analistas y del sector privado. Esto debe generar un proceso de reflexión, que la estimación oficial sea un piso mínimo que nos mueva a la acción.
El 2.7 por ciento de crecimiento es insuficiente frente a las necesidades y el potencial de México. Hay que ir por más.
Con las reformas estructurales, se perfila un importante auge en el mediano y largo plazos, pero México también necesita mejores indicadores en el corto plazo. Es crucial acelerar el crecimiento, con la planta productiva trabajando a toda su capacidad.
El Gobierno Federal y el Sector privado coincidimos en esta visión, y estamos sumando esfuerzos para revisar propuestas y desarrollar e implementar acciones emergentes, que puedan tener efectos positivos inmediatos en la actividad económica.
Esta misma semana se reúne el pleno del Consejo Consultivo Empresarial para el Crecimiento Económico, que congrega al CCE, organismos y cámaras empresariales, con los titulares de las secretarías y dependencias relacionadas con el fomento económico.
Estamos llevando nuevas propuestas y la consigna de lograr acuerdos sobre medidas concretas en los cinco grupos que hemos conformado, con representantes de ambas partes y especialistas: Financiamiento, Gasto Público, Fomento Económico, Infraestructura y Certidumbre Jurídica.
Todo esto va en línea con el reto de apuntalar las condiciones necesarias para que las reformas funcionen a toda su capacidad, y la misión de romper definitivamente con la inercia del bajo crecimiento, que ya se ha prolongado por más de tres décadas.
Hemos dado grandes pasos con las reformas que se han logrado, pero hay mucho trabajo por delante en aspectos como política industrial y desarrollo regional; formalización, productividad y financiamiento a Mipymes; optimización regulatoria; seguridad, legalidad y fortalecimiento institucional del Estado Mexicano, entre otros elementos.
Hay que insistir en que México necesita mantener una obsesión activa por el crecimiento económico; transformar lo que sea necesario y corregir todo aquello que no funcione. Es en este sentido en el que vemos la oportunidad de realizar ajustes de política económica en factores prioritarios como el fiscal, donde consideramos existe margen de maniobra, para alcanzar acuerdos que nos lleven a un régimen hacendario más eficiente, equitativo y justo; con cambios que incidan positivamente en el consumo, la inversión, el crecimiento, el empleo y la formalización económica.
Es factible lograr un resultado que supere a la expectativa oficial, en la antesala del desarrollo sostenido que estamos edificando. Para ello debemos actuar proactiva y coordinadamente.
Las expectativas económicas deben llevarnos a la acción responsable y constructiva. Esta es la directriz que mueve al CCE para trabajar en equipo con el sector público, y el Congreso de la Unión para que México acceda a los niveles de crecimiento sostenido al 5 o 6 por ciento anual que necesitamos, y sin duda podremos lograr.
Las reformas estructurales y su implementación, cambiarán de manera significativa las condiciones del país, haciéndolo mucho más competitivo y productivo, generando mejores condiciones de vida para todos.