Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
México, D.F. 28 de junio de 2009 (Quadratín).- El domingo 21 de junio del presente año, el Movimiento Antorchista llenó el estadio Azteca con 130 mil personas que acudieron de todo el país a celebrar el 35 aniversario de su organización.
Sin duda alguna, fue un evento impactante, revelador del gran crecimiento de Antorcha, que la coloca como la organización popular más grande y mejor estructurada del país, poseedora de un enorme vigor ideológico y político que le ha inculcado su principal dirigente, el Ingeniero Aquiles Córdova Morán, orador principal en el acto, quien expuso los logros (51,020 demandas sociales con un costo final de 11 mil 708 millones de pesos, que han beneficiado a un total de 7 millones 300 mil mexicanos) y el objetivo antorchista de constituir una fuerza social encabezada por nuevos políticos que logren convertir a México en un país más equitativo.
Pero esta organizada y masiva aparición de un movimiento auténticamente popular en el espacio cerrado más grande de México, también fue motivo de alarma para algunos grupos de poder, que de inmediato la emprendieron a periodicazos contra nuestra organización.
Uno de los atacantes en turno fue Jenaro Villamil, quien ha ganado fama como crítico del control televisivo que padecemos, pero que ahora también se reveló como destacado miembro de la industria del reciclaje de basura periodística.
Villamil afirma que Manuel Bartlett le contó que hace años, cuando éste gobernaba Puebla, nuestro dirigente nacional le había pedido cuotas de poder y para presionarlo le presumió influencias con Salinas de Gortari, pero como no había cedido, enfrentó un movimiento que, en venganza, organizó cierre de carreteras, reclamo de prebendas, etc.
Sin más trámite, este periodista, que presume de acucioso investigador, da por buena la versión que le atribuye a Bartlett quien hasta hace algunos años era presentado en algunos medios como el prototipo de la deshonestidad política, responsable de la caída del sistema electoral, etc., pero que ahora Villamil usa como oráculo inobjetable para construir su calumnioso escrito.
Para acusarnos, Villamil no cita ningún dato comprobable, no recaba la versión de nosotros, los acusados, ni intenta siquiera una mínima revisión hemerográfica del debate que sostuvo nuestra organización con quien era en ese tiempo el gobernador de Puebla, de las razones que nos llevaron a manifestarnos en su contra jamás cerramos carreteras- y de la violenta respuesta que sufrimos, incluido el uso de policía equipada con perros de ataque, para reprimir nuestras manifestaciones.
Para Villamil no es necesario todo eso: a él le interesa atacarnos, no investigar. Por eso no tiene empacho en lanzarse a la pepena de viejos ataques nunca demostrados y confeccionar, con toda la retacería de calumnias e injurias que cupieron en el espacio de su análisis, un infame escrito en el que nos acusa de todo lo que se le ocurre.
No sé si Bartlett en verdad dijo lo que le atribuye el periodista mencionado, pero éste lo da por bueno como si se tratara de una especie de maldición histórica irrebatible a cargo de su respetable gurú. Una vez lanzada la primera calumnia, Villamil sigue derecho con su objetivo: denostar al antorchismo y desvirtuar sus avances; para eso se lanza contra lo que le queda más cerca, que es Chimalhuacán, donde gobierna nuestra organización desde el año 2000, después de derrotar a uno de los más sanguinarios cacicazgos urbanos que ha conocido nuestro país: el de Guadalupe Buendía, La Loba.
Pero ahí, también, usa su peculiar método de investigación: le oculta a los lectores que Antorcha llegó al poder tras haber ganado limpiamente las elecciones, que nosotros fuimos las víctimas de la agresión de La Loba todos los muertos y heridos fueron de nuestras filas, gente que acudía pacíficamente a la toma de protesta del nuevo presidente municipal- y que es demostrable que hemos transformado positivamente al municipio, incluido en ello el evitar, mediante amplias movilizaciones ciudadanas, que se le usara como tiradero de cadáveres de mujeres ejecutados en otros lugares, y lograr que se castigara a los responsables de los crímenes, la mayoría de los cuales está aclarada. Todo eso ha costado mucho esfuerzo, movilizaciones y exigencias al gobierno federal y estatal para que destinen la atención y los recursos que durante años no llegaron a este municipio. Es verdad que hay muchos pobres en Chimalhuacán, igual que los hay en todo México, donde 75 millones de personas sobreviven con menos de dos dólares diarios; pero eso no es culpa de Antorcha, sino la demostración de que es cierta nuestra tesis de que urge modificar la manera en que se reparte la riqueza nacional, y eso sólo lo puede hacer una enorme fuerza organizada.
Para organizar esa fuerza tan formidable, parte de la cual se vio ya en el Azteca y provocó el encono de nuestro periodista-investigador, no requerimos de clientelismos ni de chantajes, mucho menos de métodos de Sendero Luminoso, sino de una estructura hecha para organizar al pueblo, educarlo en sus derechos y obligaciones y lograr que participe en mejorar su destino, estructura que ya da sus primeros grandes frutos, como lo puede ver cualquiera que tenga los ojos abiertos y no tenga la conciencia turbia.
En nuestro evento hubo personalidades de todos colores, pues invitamos a todos los gobernantes a los que tenemos acceso. Aparte de los gobernadores del Estado de México y Oaxaca, ahí hubo funcionarios de Zacatecas, San Luis Potosí, Veracruz, así como representantes de Universidades y de gobernadores de diversos partidos. Los que no estaban no fue porque no hubieran sido invitados, sino porque no pudieron o calcularon que no les convenía asistir.
Si alguien quiere aprovechar la presencia de estas personas para volverlos objeto de sus fobias y desahogos, e incluso para hacer geopolítica de guarache como lo intenta malamente Villamil-, no está en nuestras manos evitarlo y toca a cada quien asumir su defensa correspondiente.
La presencia de Antorcha en un Estadio Azteca a reventar no fue un acto electoral ni coyuntural, sino la comprobación de que nuestra organización está más viva y enraizada que nunca entre el pueblo. Eso nos augura más crecimiento y nuevos éxitos en nuestro afán de hacer de México un país equitativo; aunque le arda a Villamil y a quienes patrocinan sus ataques.