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Oaxaca, Oax. 30 de julio de 2009 (Quadratín).- La celebración de los Lunes del Cerro concluyó en medio de lo que muchos consideran un éxito rotundo. Las mismas autoridades locales se mostraron sorprendidas porque el número de turistas que llegó a la entidad superó todas sus expectativas y habrían dejado una derrama económica superior a los 400 millones de pesos.
Todos celebramos que la fiesta grande de los oaxaqueños sea tan atractiva, al grado tal que según cálculos de Tránsito del Estado, en las últimas semanas más de 25 mil automóviles foráneos inundaron las carreteras del estado y las calles de nuestra ciudad.
Sin embargo, un refrán popular dice que después de lanzar los cohetes hay que recoger las varas y eso es lo que debemos atender.
Si las cuentas alegres resultan ciertas, esos 400 millones de pesos que se anuncian como ganancias se habrían quedado, esencialmente en los bolsillos de los prestadores de servicios turísticos y hasta ahora no se sabe que los empresarios hayan instituido algún fondo que permita el fortalecimiento de nuestra identidad cultural, es decir, los pueblos de Oaxaca, incluidas las localidades más alejadas se prepararon durante meses para que los inversionistas hicieran negocio con su esfuerzo.
Por otro lado, los Lunes del Cerro se convirtieron en el blanco perfecto para las organizaciones sociales y políticas que buscan negociaciones ventajosas frente al gobierno o en su defecto amenazan con boicotear las celebraciones. En otras palabras amenazan con desestabilizar a la ciudad en la etapa de mayor afluencia turística y eso, en cualquier parte del mundo, es más que un delito, es una bajeza.
Pero el problema fundamental de la Guelaguetza es la negligencia de los organizadores.
Los hoteleros y restauranteros mostraron enormes carencias para atender a sus clientes y el resultado se notó en la lluvia de quejas por servicios deficientes y de mala calidad y eso se llama improvisación.
Por enésima ocasión la ciudad recibe a sus visitantes con calles a medio construir, falta de señalamientos y obras de remodelación. Por ejemplo en el Museo de Arte contemporáneo, en pleno andador turístico, y eso refleja falta de planeación.
La Secretaría de Turismo mostró las fauces en contra de los reporteros locales a quienes pretende acorralar en un sólo sitio, mientras que por otro lado ofrece tratos especiales a enviados de medios nacionales o internacionales y eso es malinchismo.
Como será de noble esta fiesta que, a pesar de la avaricia, la perversidad, la improvisación, la desorganización y el malinchismo, el próximo año habrá de convocarnos a todos de nueva cuenta.