Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Corruptos, no tarugos
MÉXICO, DF, 23 de abril de 2015.- Algunas pinceladas sobre la corrupción:
1.- El profesor Juan María Alponte recuerda un hecho histórico: Lucas Alamán llegó a decir que el mexicano nació para robar.
2.- Al denunciar a políticos corruptos y recibir un reclamo enérgico de pruebas, Luis Cabrera –que había sido ministro de Hacienda de Carranza– respondió: “los estoy acusando de corruptos, no de tarugos”.
3.- En sus tempos en Excélsior, el caricaturista Abel Quezada le dedicó un cartón a la corrupción: sin palabras, una larga fila de mexicanos pero cada uno metiéndole la mano en la bolsa a otro mexicano.
4.- En 1985, hace treinta años, el periodista Alan Riding destapó en su libro Vecinos distantes la realidad mexicana. Y en su capítulo 6 reportó que la corrupción en México es “lubricante y engrudo”, el primero haciendo funcionar la maquinaria del poder sin ruidos y el segundo pegando las complicidades no sólo entre políticos sino con la sociedad.
5.- Como prototipo del político priísta, Gonzalo N. Santos dejó una de las perlas más brillantes sobre la corrupción: en política “la moral es un árbol que da moras”.
6.- No te pido que me des, sino que me pongas donde hay.
7.- Lo que era discurso opositor al PRI por parte del PAN y del PRD quedó sólo en una transición de complicidades: en el poder, panistas y perredistas han resultado igual y en casos hasta peor que en los tiempos del priísmo. La oposición en el poder demostró que la corrupción no es propiedad de un partido.
En este contexto, la ley del sistema nacional anticorrupción ayudará a precisar el marco jurídico pero pondría ser otra de las reformas que se aprueban en el viejo modelo de la corrupción del pasado: “obedézcase pero no se cumpla”, como ha sido, por ejemplo, el destino de la reforma educativa y de otras reformas que suenen bien en la teoría pero fracasan en su aplicación.
La corrupción es efecto y no causa; y la primer responsabilidad del funcionario público es manejar los asuntos con honradez. La sola existencia del sistema nacional anticorrupción explica la dimensión del problema: los funcionarios aprueban leyes drásticas contra sí mismos, con lo que se demuestra que son proclives a la corrupción y no a la honradez. Por sí solos, funcionarios y políticos serían corruptos por naturaleza.
La ley del sistema nacional anticorrupción es cerrarle resquicios a las irregularidades pero al final de cuentas la ética se asume como voluntad y no como obligación legal. El hecho de que políticos, partidos y legisladores endurezcan las leyes contra la corrupción es señal de su falta de voluntad ética para actuar con honradez. La segunda parte del sistema será desahogado en la próxima legislatura, pero en el entendido de que llegarán a la Cámara algunas personalidades manchadas por acusaciones de corrupción.
El hecho de que se hagan más duras las leyes contra la corrupción significa que la corrupción ya no es un hecho extraordinario en el manejo de los dineros públicos sino que representa una situación cotidiana. Porque al final de cuentas la corrupción no se ataja con castigos sino con voluntades de honradez.
En este sentido, las nuevas leyes contra la corrupción tendrán poco efecto en la honestidad si los propios políticos y funcionarios se han visto obligados a endurecer las leyes, porque por sí mismo han sido incapaces de responder al punto número uno de su tarea pública: manejar los recursos públicos con honestidad.
En este sentido, la única manera de luchar contra la corrupción se localiza en la acción directa de la sociedad denunciando, revelando, presionando en redes, medios y actividades públicas. Más que leyes que se han hecho para violarlas, lo que se requiere es que la ética regrese a la política. Y cuando políticos y funcionarios pongan el ejemplo, la sociedad tendrá que ajustarse a una vida pública sin corrupción.
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@carlosramirezh