Diferencias entre un estúpido y un idiota
MÉXICO, DF, 12 de noviembre de 2014.- Cuando se inició la operación de golpe de Estado de los militares contra el gobierno peronista de María Estela Martínez Isabelita, una de las revistas de la ultraderecha le dedicó su portada a una orden política que desató la violencia: “rompan todo”.
La crisis de Ayotzinapa ha entrado en la zona de la destrucción sin razones políticas. Los normalistas se niegan a exigirle cuentas al PRD que impuso a Ángel Aguirre y al alcalde José Luis Abarca y se había comprometido a entregarle la candidatura a su esposa.
La anatomía del discurso político de los normalistas carece de epistemología y desborda violencia irracional:
1.- Uno de los lemas que dio la vuelta al mundo decía: “el Estado ha muerto”. Si el Estado hubiera muerto, los normalistas habrían visto cerrar sus normales, el Estado ya no le daría capacitación y educación gratuita a los mexicanos y millones de estudiantes se quedarían a merced de la educación privada.
2.- Las demandas de los estudiantes son inexistentes; si acaso, exigen sólo que aparezcan sus compañeros que ya les informaron que están muertos y calcinados. El nivel de destrucción que han provocado las marchas es ajeno a cualquier agenda política o democrática.
3.- Paradójicamente, los que cantan la muerte del Estado o piden la liquidación del Estado son los que dependen de los recursos y programas del Estado. Funcionalmente, la normal de Ayotzinapa ya no le sirve al gobierno porque los programas educativos fueron diseñados para un Estado social que ya no existe; peor aun, esos estudiantes tampoco tienen cabida en el Estado perredista porque ahí sólo existen los sectores sociales que reciben dinero subsidiado y no capacitación para el desarrollo. El PRD en el DF ha contratado más a egresados de universidades privadas que públicas.
4.- Los normalistas de Ayotzinapa han sido incapaces de analizar sistémicamente la crisis estallada en Iguala porque su nivel de estudios no llega a esos niveles de preparación teórica. Por eso sus formas de participación política se miden por el grado de violencia y destrucción. Lo grave de todo es que esa mentalidad fascistoide, estalinista y violenta es la que luego se usa para educar a los niños.
5.- Los normalistas carecen de ideas, de agenda y de pliego petitorio.
Los líderes saben que sus compañeros fueron asesinados por un grupo criminal y la policía municipal de Iguala pero se niegan a exigirle responsabilidades al PRD que impuso al gobernador Aguirre y al alcalde Abarca y a su esposa.
Tramposamente, los normalistas quieren quemar al PRI que no gobierna Guerrero y no se atreven a exigirle cuentas al PRD.
En este sentido, la lucha de los normalistas es por la violencia por sí misma que no es otra que la violencia fascistoide, destructiva, la violencia por la violencia. Quieren dañar al Estado pero paradójicamente viven de la política educativa del Estado. La bandera de los 43 normalistas desparecidos vía la policía perredista de Iguala es un mero pretexto para sus movilizaciones.
En las casetas de autopistas los que dejan el paso libre son jóvenes lumpen, violentos, drogados, unos diez paralizan el paso y exigen una cuota. La policía sólo mira a unos metros porque si interviene la acusan de represora. Son vándalos subidos al camión de Ayotzinapa, pero sin que los normalistas deslinden responsabilidades.
Violentos, sin agenda, sin pliego petitorio, exigiendo que aparezcan vivos los que ya están muertos, los miembros del movimiento de Ayotzinapa se encaminan hacia el choque final con la policía. Y como en Oaxaca 2006, cambiarán pronto el grito de “revolución” por el de “presos políticos, libertad”, y añadirán otra derrota a los movimientos sociales. Y el PRD ya se olvidó de los muertos de su alcalde en Iguala y se dispone a seguir en el poder y sus privilegios.
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@carlosramirezh