Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Peña: la agenda de segunda mitad
MÉXICO. DF., 6 de diciembre de 2015.- Como nunca antes, los tiempos políticos se han adelantado. Pero detrás del sobrecalentamiento político se debe localizar el fondo del conflicto: la crisis del sistema político ante nuevas realidades sobre todo sociales. El presidente Enrique Peña Nieto cruzó formalmente la mitad de su sexenio el primero de diciembre y la segunda mitad estará determinada por la agenda de la elección presidencial del 2018.
La clave para entender esta mitad del camino tiene dos interpretaciones: o el agotamiento del proyecto presidencial vigente o la expectativa de una sociedad que quiere un relevo de clase dirigente para afrontar los nuevos desafíos.
La primera mitad del sexenio peñista se movió entre las expectativas del Pacto por México y el esfuerzo de conjuntar agendas legislativas y los resultados operativos deficientes de las reformas estructurales. La responsabilidad está a la vista: los agentes económicos no estuvieron a la altura de las inversiones, los factores políticos abandonaron el escenario reformista por concentrarse en sus mediocres reorganizaciones internas y los medios de comunicación alimentaron el pánico social destructivo en sus espacios y en las redes.
Al proyecto de modernización del gobierno peñista le faltó un discurso cohesionador de tipo político y careció de las alianzas sociales indispensables para impulsar las reformas. Ahora mismo, por ejemplo, la reforma educativa tan necesaria sólo se le mira por el enfoque del autoritarismo –encarcelamiento de líderes magisteriales–, sin proponer la clave de la educación: la filosofía vinculada a la producción; es decir, educar para qué.
La segunda mitad del gobierno peñista se moverá entre la calentura del 2018 que está desgastando a los protagonistas por anticipado o la consolidación de un proyecto de modernización que requiere de liderazgo presidencial y de participación social. El relevo en doce gubernaturas en el 2016 será una distracción productiva, lo que requerirá de decisión presidencial para poner una agenda menos electoral y más de consolidación de reformas. Sin ese objetivo inmediato, la vorágine electoral del 2016-2018 impedirá resultados productivos en el corto plazo de las reformas.
El más interesado en recuperar la iniciativa política debe ser el Presidente de la República porque los sobresaltos políticos, electorales y de seguridad le rompen el ritmo productivo a su modelo económico. Ahora más que nunca el presidente Peña Nieto necesita que sus secretarios del gabinete tomen el liderazgo de los problemas nacionales y eviten que los conflictos lleguen a las calles o a los medios.
Crecimiento económico, reorganización policiaca, un PRI más enérgico en la agenda legislativa necesitan de un gobierno de gabinete, no de un presidente que a veces aparece –en la feliz frase del escritor René Avilés Fabila– como El gran solitario de Palacio. Sólo los secretarios de la Defensa Nacional, de Marina y de Gobernación aparecen en los espacios de la administración y búsqueda de soluciones institucionales, no personales.
En los hechos, la segunda mitad del sexenio del presidente Peña Nieto se reducirá a dieciocho meses porque el proceso electoral presidencial comenzará en su fase decisiva después de la elección de gobernador del Estado de México en julio del 2017. Año y medio es poco o mucho, dependiendo de la voluntad presidencial de liderar la reactivación o administrar la crisis.
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