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Medicamento Ozempic y su uso indebido para perder peso
Juárez: entre la historia que queremos creer
OAXACA, Oax. 23 de marzo de 2015.-Con el triunfo de la alternancia en México se abrió un escenario propicio para repensar la historia. La historia oficialista con un listado de héroes y villanos comenzó a ser desmitificada y en muchos de los casos desprestigiada. Los principales historiadores salieron a escena para aportar la versión del “lobo” frente a la versión de “caperucita” con el argumento principal de ver a los héroes nacionales como hombres de carne y hueso.
No extraña en este tenor textos que dibujaron en pleno Bicentenario de la Independencia al cura Hidalgo como un hombre delirante y sanguinario, pero ensalzaron a Agustín de Iturbide como mártir y verdadero “Padre de la Patria”, y por supuesto, que en pleno Bicentenario del Natalicio del Benemérito de las Américas señalaran a un Juárez atroz frente a un Maximiliano de ensueño.
La lucha entre conservadores y liberales se ha trasladado del campo de batalla a las letras desde las cuales se penetran las conciencias de los mexicanos para que en vez de alcanzar la reconciliación con nuestro pasado, como tanto proclaman los historiadores, propician una marcada división de opiniones al centro de la mesa de cualquier familia mexicana.
A 209 años de su natalicio, los mexicanos seguimos cuestionándonos en ¿Cuál Juárez creer? ¿En el Juárez de los liberales o en el Juárez de la actual derecha? ¿En el Juárez de bronce o en el Juárez del polvo que vuelve al polvo?, porque mientras unos le construyen monumentos y propagan su nombre en calles, avenidas y escuelas, los otros han encontrado en los últimos años el momento propicio para borrarlo a la sombra de historias románticas de Mejía, Miramón y Maximiliano.
Sobre el Coloso de Guelatao pesan los escudos de sus detractores que desde hace mucho tiempo atrás ya veían en Bulnes su bandera, lo acusan de traidor a la patria por respaldar el tratado McLane-Ocampo dónde se pretendía ceder derechos de tránsito a los Estadounidenses por el Istmo de Tehuantepec, lo inculpan de inhumano y vengativo por fusilar a Maximiliano siendo su hermano masón y de perpetuarse en el poder hasta que lo alcanzó la muerte.
Sus biógrafos, para defenderlo, hacen especial hincapié en la falta de ratificación del tratado McLane-Ocampo y que éste nunca llegó a su término. Enaltecen sus orígenes y la forma de superar las limitaciones de pobreza y raza con las que le tocó nacer; hablan del emblema de la República y de la separación de la Iglesia del Estado como forma de instaurar las libertades e igualdad que el pueblo necesitaba a través de las Leyes de Reforma.
Como oaxaqueños, su historia personal nos conmueve y nos inspira, nos identificamos con él quienes vemos en la preparación constante la forma de superar nuestras limitantes y de entregar los dones personales para servir a nuestra nación. Como político le admiramos su austeridad y tenacidad para superar los obstáculos en defensa de un marcado interés superior: la República.
Los héroes no son dioses a los cuáles hay que adorar, más bien son símbolos que nos unen, sobre todo en tiempos dónde tantas cosas nos dividen. No nos debe preocupar que saquen a Juárez de los pinos o las declaraciones de Fox proclamándose mejor Presidente que él y reduciendo su obra a un mero cúmulo de frases célebres, porque siempre habrá oposición.
Lo que verdaderamente debe preocuparnos es nuestra reacción como ciudadanos ante esta situación, lo fácil que pasamos de la indignación a la indiferencia, del reclamo al olvido y los héroes fugaces que construimos, llámense 43 normalistas o Carmen Aristegui. En México parece que el tiempo lo cura todo. Ni Juárez regresará a los pinos ni Aristegui se quedará, porque en México no hemos aprendido a tener memoria histórica para evitar que esta se repita.
21 de marzo de 2015, en el 209 aniversario del natalicio de don Benito Pablo Juárez García: ¿En cuál Juárez nos demanda nuestra conciencia cívica creer? y ¿qué nos demanda hacer para conmemorar su aniversario de vida?. En nuestra respuesta descansa el valor ciudadano que tenemos y nuestra proyección hacia futuro.
En nuestra respuesta está en juego la justicia, la libertad, la igualdad, la legalidad y la autodeterminación de los pueblos que Juárez defendió y en nuestras acciones la disciplina, el valor y la determinación que este mexicano seguirá representando.
Si creemos que hubo alguien que lo logró, entonces nuestro deber es conservar esas victorias. Si lo pensamos así, nuestro pasado tiene un “por qué” en el presente y un “para qué” de nuestros actos en el futuro. A eso llamo conciencia cívica.
Jarumy E. Méndez Reyes
@Jarumymendez
Lic. en Derecho por la Universidad Anáhuac Oaxaca
Premio Nacional de la Juventud 2006