Migración y adicciones, maldición del progreso
Oaxaca, Oax. 30 de noviembre de 2010 (Quadratín).- Sentado en la sala vip de su lujoso hospital, en donde horas antes se había internado para un análisis de la próstata -revisión de rutina para estar en forma-, Tirano Contreras empezó a sumergirse poco a poco en un profundo sueño. A corta distancia, los diez integrantes de su guardia personal no lo perdían de vista, temerosos de que en cualquier momento algún grupo armado intentara secuestrarlo.
El sueño de esa tarde de 30 de noviembre, horas antes de trasladarse a Europa para disfrutar de su incalculable fortuna amasada durante su infausto sexenio, fue largo, intenso, abundante en escenas en donde todo había resultado mucho mejor a lo planeado seis años antes, cuando el pendejo de El Turco lo ungiera como su sucesor.
¡Dos mil cuatro!, exclamó. Y se agolparon los recuerdos: de cómo, gracias a su retorcido colmillo para ganar y arrebatar elecciones en otras provincias de Aztlán, en la bella Oakafka nada se interpuso en su camino para ser candidato y luego gobernador. Periodistas, dirigentes de partidos de oposición, autoridades electorales, y hasta uno que otro magistrado del supremo tribunal electoral: todos tuvieron su recompensa para que su legítimo triunfo no fuera arrebatado por unos cuantos agitadores y resentidos políticos.
En su apacible sueño apareció nítida la imagen de una célebre cena, ocurrida pocos meses después de su ascenso al poder, con un grupo de reconocidos artistas e intelectuales de izquierda y la forma en que terminó convenciéndolos para que se sumaran a lo que desde entonces presagió como una de las obras maestras de su gobierno: el embellecimiento del Centro Histórico y la habilitación del Palacio Gubernamental en un museo.
Poco le importaba la cultura y todo eso que llamaban las bellas artes, pero de vez en cuando era importante reunirse, chacotear y tomarse la foto con artistas e intelectuales, claro, sin abusar de su bondad como lo había hecho su antecesor que prácticamente los tuvo de inquilinos en la residencia oficial.
Reconstruir Oakafka para que dejara su aire provinciano y se convirtiera al término de su sexenio en una ciudad de primer mundo, con un zócalo al estilo de las grandes ciudades europeas y ciudades administrativas funcionales, de grandes proporciones, adecuadas para darle cabida y comodidad a miles de burócratas con quienes siempre se identificó. Espacios urbanísticos modernos, con grandes edificios y lo suficientemente alejados del centro histórico, convertido en el segundo año de su gobierno en pasarela de hombres y mujeres de todas las edades, gente del pueblo que no cesaba de expresarle su agradecimiento por lo que hacía por los oakafkianos, antaño olvidados por gobernantes déspotas , corruptos y sin visión de futuro.
¡Esto no lo hizo ni Don Porfirio en sus mejores tiempos¡, exclamó.
Tirano Contreras sonreía y a cada rato movía sus hombros, manos y cadera. -Seguramente se está acordando del 2006 y de cómo sus enemigos se la pelaron, comentó una de sus guardaespaldas, imitando a su jefe y haciendo la rokeseñal.
No estaba equivocado: ese episodio había sido superado gracias a sus amigos y cómplices que tenía en el mismísimo gabinete presidencial y, por supuesto, a su habilidad para vencer todo tipo de adversidades, pero sobre todo a su enorme confianza depositada en sus brujos y en Dios.
Curiosa amalgama de credos: era afecto a las brujerías y al consumo del peyote -solamente para efectos rituales, aclaremos-, pero creía en un solo Dios verdadero, el único que ponía y quitaba gobernantes.
¡Ahhh mis mujeres!, pareció escucharse en medio del silencio del hospital Edna, uno de los más lujos de la República de Aztlán, y que los rumores atribuían a un desvío de recursos públicos, una de tantas infamias que sus enemigos dejaron correr durante su gobierno, pero que nunca fueron capaces de demostrar.
¿Mujeres?, ¡Claro que las tuvo ¡. Y no solamente para dar rienda suelta a sus más bajos instintos sino para sacarlas de la pobreza y el anonimato. Cholita, Magnolia, Jezabel, Azucena, Flor de María, Rosita: nombres, rostros y cuerpos al desnudo se le aparecían otra vez a Tirano Contreras en sus sueños quien se carcajeaba sólo de acordarse de la forma en que las había seducido y luego premiado: auténticas prófugas del metate, algunas; otras, hijas de empresarios quebrados, unas más humildes secretarias que por necesidad se le habían acercado para solicitar un ascenso.
Al dejar el gobierno, todas, absolutamente todas, habían ascendido, ya como notarias, ya como empresarias del ramo de la construcción o, las mas suertudas, como concubinas de cabecera con departamento en la lujosa zona residencial de Santa Fe.
De pronto, por la mente del sátrapa asomó el ingrato episodio del 2010 y de cómo la santa alianza del capitán Calderas, el Turco, el Chico Malboro y el Coloso de Ayú le habían impedido reelegirse y seguir mangoneando a los oakafqueños.
En su rostro se dibujó una mueca de disgusto, de encabronamiento, pero luego volvió a sonreír para balbucear: no hay de qué preocuparse porque volveremos pronto: en el 2012 el Gavioto será presidente, el Partido Hecho Gobierno (PHG) regresará a la presidencia de Aztlán y en el 2016 los que ahora hablan de transición democrática en Oakafka tendrán que regresarnos el gobierno porque solo se los prestamos por seis años.
Casi a punto de despertar de su último sueño, Tirano Contreras pasó revista a lo mucho que había hecho por sus paisanos, que ahora, agradecidos, salían a las calles a exigir al nuevo gobierno que en vez de encarcelarlo por supuestos asesinatos, saqueos multimillonarios y obra pública fraudulenta, lavaran su nombre y honra. Mediante un megaplantón que después se convirtió en calenda, los líderes de las organizaciones y partidos de oposición a quienes toleró, maiceó y encumbró , exigían a los diputados recién electos que se emitiera un bando solemne declarando a Tirano Contreras hijo predilecto y salvador de la patria.
Ernestino Tadeo Ruiseñor, que tal era su verdadero nombre, se imaginó en sus últimos días y horas de su gobierno aclamado por su pueblo y reconocido por su talento, humildad y honestidad en todo Aztlán e inclusive a nivel internacional. Alcanzó todavía, en el último segundo, a imaginarse regresando al Palacio Gubernamental y desde el balcón central anunciar su postulación al Premio Nobel de la Paz.
Y fue entonces cuando despertó. Pidió enseguida a sus guardias que lo trasladaran en su camioneta blindada al Aeropuerto Internacional para volar a Madrid, España. Allí lo esperaría su fiel Jezabel, aquella bella y ambiciosa mujer a quien un día, en la locura del poder, quiso heredarle la silla.