¿A quién corresponde defender?
Oaxaca, Oax. 6 de septiembre de 2010 (Quadratín).- Una sola palabra han usado los jefes del priismo oaxaqueño para deshacerse de sus adversarios políticos: traición.
De eso acusó el muratismo al ex gobernador Diódoro Carrasco Altamirano en el 2004 para justificar su intento de expulsión. Y el mismo cargo se endilga ahora al exgobernador José Murat para dejarlo fuera del PRI.
Una verdadera tragicomedia de la vieja clase política oaxaqueña que sólo revela incapacidad para dirimir sus diferencias en forma civilizada, pero también el uso faccioso del poder para juzgar y castigar.
A Diódoro Carrasco no se le perdonó su amistad con Gabino Cué y su simpatía con la causa política que encabezó para luchar y ganar la presidencia municipal de la ciudad capital y desde ahí formar un movimiento ciudadano que lo llevaría en el 2004 a disputarle al PRI la gubernatura a través de una coalición electoral opositora.
Murat y luego Ulises Ruiz, siempre vieron en ese proyecto la mano de Diódoro Carrasco. Y ambos hicieron causa común para promover su expulsión. No lo lograron, pero con todas las puertas cerradas para seguir activo en la política local y nacional el ex gobernador terminaría por renunciar a su militancia priista en el 2006.
Hoy la historia se repite. Pero a quién ahora tienen sentado en el banquillo de los acusados es al ex gobernador José Murat . Y con el mismo argumento: traición, al PRI, por supuesto, pero también a su ex candidato a gobernador, Eviel Pérez Magaña. El motivo: apoyar al candidato de la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso, Gabino Cué Monteagudo.
La novedad es que, a diferencia de lo ocurrido con Diódoro, a José Murat lo empezó a juzgar desde la semana pasada el propio CEN del PRI, procedimiento que el viernes 3 de este mes el Consejo
Político Estatal del PRI tomó nota y se reservó la forma y los tiempos para estar en sincronía con la dirigencia nacional.
El litigio apenas empieza, y será largo y con serios costos políticos para la burbuja ulisista y la presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes, a quién un aguerrido Murat ya acusó públicamente de avalar su expulsión.
El problema para quienes hoy gobiernan Oaxaca y detentan el control de la dirigencia estatal del PRI es que el priismo oaxaqueño ya no es el mismo después del 4 de julio. A la derrota electoral ha seguido un proceso de fuertes críticas y autocríticas sobre las causas de la debacle que apuntan más a errores de liderazgo, estrategia electoral y selección de candidatos que a traiciones y deslealtades. Que sin duda existieron, pero si eso fuera el caso ¿a cuántos más van a iniciarles procedimiento de expulsión?, bajo ese criterio la purga alcanzaría no solamente a Murat, sino a otros ex gobernadores y ex dirigentes a nivel estatal, distrital y municipal.
¿Serán suficientes tres meses para limpiar al priismo oaxaqueño de cuadros incómodos?