Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax. 25 de diciembre de 2013 (Quadratín).- Emilio Muñoz habla ante las cámaras de un programa de televisión pocos días después de abandonar la prisión. Es uno de los beneficiados por la supresión de la aplicación retroactiva de la conocida como “Doctrina Parot”. Muñoz fue condenado a 43 años de cárcel tras el secuestro y posterior asesinato de Anabel Segura en 1993. Tras conocerse su puesta en libertad, numerosos medios acudieron a las puertas del penal donde estaba preso. Querían ser los primeros en conocer las impresiones, las reacciones y ofrecer el arrepentimiento por parte del recluso. Algunos medios cumplían su labor de informar sobre la noticia. Otros decidieron dar un paso más.
Muñoz apareció en una cadena de televisión española para contar su historia sobre el asesinato de la joven. Muchos consideran esto como periodismo de investigación. Paro otros se trata de una provocación, un pretexto para lograr más audiencia a costa de la presencia de un asesino en el plató. La televisión en España se ha convertido en un medio de expresión negativo. No se ofrece al público una visión contextualizada de los hechos, sino una “realidad” en la que predomina el morbo, el llanto, la lágrima fácil.
Este caso no es aislado. Otro beneficiario de la Doctrina Parot es Miguel Ricart, que fue condenado a 170 años por el asesinato de tres niñas en 1992. Ha estado preso durante 20 años. Nada más conocerse su puesta en libertad, varios medios de comunicación le ofrecieron la posibilidad de contar en exclusiva su relato sobre el crimen. La principal interesada fue la productora Cuarzo, propiedad de la presentadora de televisión Ana Rosa Quintana. La presión popular ha impedido que dicha entrevista se realice. No es la primera vez que Quintana se ve implicada en la búsqueda de exclusivas relacionadas con sucesos trágicos. En verano, un becario de su programa intentó contactar con los familiares de las víctimas del accidente ferroviario en Santiago de Compostela. Lo hizo a través de las redes sociales para conseguir sus testimonios y retransmitirlos.
En televisión se demuestra que el morbo y la violencia dan audiencia. La gente consume los llamados “programas del corazón” como una forma de entretenimiento para aislarse de la situación actual. Estos espacios pueden repercutir en la educación de los niños y los no tan niños. Inculcan un lenguaje soez y normalizan las faltas de respeto. Muchos concursos destinados al público adolescente también fomentan las malas conductas. En ocasiones, el público toma como ejemplo a los protagonistas de estos espectáculos e imita sus modales y su forma de vestir o de expresarse.
Otro intento de captar audiencia por parte de las cadenas de televisión es mediante contenidos que despiertan lástima en el espectador. En la parrilla de las televisiones españolas podemos encontrar programas o reportajes con este enfoque. Estos formatos realizan una labor social a través de la ayuda a personas que necesitan recursos para sacar adelante a su familia o sus negocios. Pero a su vez logran más público al despertar sentimientos y emociones. La reacción que el programa suscita en el espectador es de compasión.
Este es el panorama actual en el ámbito televisivo español. La violencia vende. Las desgracias ajenas dan audiencia. El afán por lograr la exclusiva sobre una determinada noticia induce a episodios inimaginables en plató. No se ofrece la realidad como es, sino la realidad que los demás quieren ver. Se distorsiona. Se amolda a lo que piden los espectadores. La televisión se ha convertido en uno de los principales exponentes del sensacionalismo en España. La fórmula es sencilla. Conseguir audiencia gracias a las emociones de los demás. Eso no es televisión, es exhibicionismo.
Jesús Mariano Martín García
Periodista
Twitter: @JMMartin37