Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
MÉXICO, DF, 8 de octubre de 2014.-“La realidad es terca, aunque haya gente empeñada en desmentirla”.
La noche trágica de Iguala es indignante escena de brutalidad y horror; acto demencial aún inexplicable. Rebasa lo policiaco.
¿Con qué finalidad actuó el crimen organizado en Iguala?
¿Para qué matar, quemar, desollar y desaparecer a los normalistas de Ayotzinapa?
¿Acaso el Jefe de la Policía o los subordinados pensaron que nadie se iba a dar cuenta?
Todo lo contrario. Los responsables no pretenden pasar desapercibidos. El Presidente de la República advierte lo espantoso, incomprensible e imperdonable que resultaría vivir en un estado del país en donde el crimen organizado lograra un golpe de Estado.
¿Entonces a quién querían castigar los Guerreros Unidos, esos desconocidos recientemente posicionados en el mapa de la delincuencia nacional?
Juan Angulo, director editorial del diario El Sur de Guerrero, nos advierte: “El ámbito político en mi tierra está muy descompuesto; hay sectores contrainsurgentes del Ejército y políticos de alto nivel involucrados, según lo que se conoce acá…»
¿Qué tenían que ver los estudiantes de Ayotzinapa en los conflictos de la alta política guerrerense?
Lo sucedido en Iguala resulta un mensaje macabro.
A simple vista se trata de un escarmiento de los fastidiosos normalistas izquierdosos, rijosos y revoltosos, quienes quieren tener cerca la oportunidad del futuro que les queda lejos.
¿De ser así, de quién vino la orden de pararlos?
Seguramente de los sectores duros del gobierno con poder para manipular a los policías sicarios… y a los sicarios. Tal vez el Presidente Municipal de Iguala –emparentado con los Beltrán Leyva– lo hizo para evitar que le siguieran quemando el mantel.
La otra versión es que un político o un grupo político, adversario del Gobernador, mandó a los policías infiltrados y controlados por Los Guerreros Unidos a disparar a mansalva y desaparecer a los estudiantes para “tirar” al gobierno de Ángel Aguirre Rivero.
Esta no sería la primera vez que bandas del crimen organizado son utilizadas como instrumento para atizar el fuego de conflictos políticos; sólo así se entiende la colusión de autoridades policiacas con la delincuencia.
¿Pues qué en Iguala no se había establecido el Mando Único Policial?
¿Qué la tercera ciudad guerrerense no estaba bajo la responsabilidad de las autoridades estatales?
Ahora sabemos que no fue el caso; el mismo Gobernador ha aclarado (¿?) que sí hubo un paso inicial, pero luego no se dio porque las policías municipales están corrompidas… y el alcalde bailador se opuso.
¿Acaso Aguirre está intentando ganar tiempo para salvar la crisis que lo abruma?
Puede ser; por eso ofrece renunciar, de dientes para afuera. Mientras, lo único cierto hasta ahora es el sufrimiento de un baño de sangre, horror, luto, tragedia y muerte.
“Guerrero requiere de una investigación exhaustiva, imparcial, científica, acompañada por organismos internacionales y de derechos humanos independientes, para no estar creando culpables, para no meter a la sociedad en un conflicto entre poderes, entre grupos mafiosos de la política», reclama el periodista Juan Angulo.
¿Esto sólo se puede resolver con justicia plena?
El caso de los normalistas masacrados, sí. Reconstruir el tejido político desgarrado requiere mucho más que una indagatoria ministerial.
BORREGAZO: René Bejarano pone el cascabel al gato. Sus revelaciones sobre la historia criminal del ex alcalde José Luis Abarca Velázquez golpea a funcionarios de todos niveles.
Dice que Miguel Ángel Osorio Chong sabía demasiado porque él mismo se lo contó. Bucareli News debe confirmar o desmentir; el silencio no es opción.
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