
Tareas de Claudia sin AMLO: economía y Casa Blanca
Nos encontramos en temporada de promoción política, y ello, nos invita a plantear algunas precisiones respecto al funcionamiento del Congreso federal mexicano.
Oaxaca, Oax., 13 de febrero de 2012 (Quadratín).- Partimos de la idea de que nuestras cámaras legislativas tienen una joven tradición de autonomía y peso político en la escena nacional. Venimos de un régimen de hegemonía partidista que controlaba el destino y el humor del paramento mexicano. Es hasta 1997 que la oposición alcanza la mayoría en la Cámara de diputados pero no logra resolver los problemas estructurales, sólo instaló el problema que hoy atestiguamos: La mezquindad y la escasez de acuerdos políticos entre los poderes que vino a sustituir el autoritarismo de entonces. El Poder Legislativo no ha sido capaz de demostrar que pueden avanzar per se, y el Poder Ejecutivo ha demostrado incapacidad política para entenderse con los representantes populares de la nación. El comportamiento del gobierno no ha contado con la mayoría necesaria ni con el talento suficiente para negociar y llevar a buen puerto sus proyectos de ley, señalando a los legisladores como culpables del estancamiento nacional y de ser un freno a los planteamientos desarrollistas del gobierno federal en turno. Los legisladores -principalmente de oposición- no han contado con el número requerido para pasar sus iniciativas de ley, y cuando lo tienen, han desaprovechado esa condición optando por el cortoplacismo y el chantaje político. En síntesis, el gran impulsor político no es el interés nacional, sino el control del poder.
No es ninguna revelación el asegurar que el legislador mexicano promedio no goza de buena fama entre la población. 4 de cada 10 piensan que poco contribuye su labor a la mejora en la forma de vida de los mexicanos. Lo anterior, se explica porque el candidato a legislador busca afanosamente al elector para verse favorecidos por su voto, para después no efectivizar a través de la gestión los compromisos celebrados en campaña. El comportamiento del representante popular mexicano obedece al anzuelo electoral. Se mueven por el antojo político inmediato que les condiciona y determina su participación en las cámaras, sobran los ejemplos en nuestro mosaico oaxaqueño. Se les reprocha su labor porque se ha popularizado que sólo se dedican a cobrar sus onerosos salarios y lujosas prestaciones, sin hacer adecuadamente su trabajo; valga señalar que la escuadra para medir esa funcionalidad esperada no sea la adecuada, puesto que no es el debate parlamentario lo que importe a la opinión pública, sino la simple y llana productividad sin importar lo que este detrás de las iniciativas empantanadas.
El problema es más serio de lo que parece, por eso hay interrogantes sin respuesta satisfactoria. ¿Cómo hacer efectivo el Congreso mexicano? y ¿dónde quedó la brújula que orienta las prioridades políticas en el país?
LA PRIMER PREGUNTA, de la efectividad del parlamentaria, obedece a una de las funciones centrales del Congreso de la Unión: El sistema de acuerdos políticos que sirven para materializar las reformas legales que demandan las necesidades de la población ha sido desplazado por la voracidad partidista.
Si bien, el congreso mexicano es un crisol político multipartidista que lo define como la caja de resonancia de la nación, sus protagonistas poco hacen por estar a la altura de los problemas nacionales.
Hace 40 años el desafío era la proporcionalidad y el equilibrio en el poder político, elementos que sirvieron de contexto e inspiración para crear la valiosa Reforma Política de la década de los 70s; misma que hoy ha sido rebasada. Primero porque el problema ya no es ese, el sistema de representación debe estar apoyado en el respaldo ciudadano no en cuotas de poder. Los partidos políticos pequeños ya no representan a una minoría excluida sino una élite amenazante del sistema político que han encontrado abrigo y negocio en la partidocracia. Segundo porque el tamaño del congreso se ha convertido en una enredo inoperante de complicidades e individualismos con la terrible particularidad de ser una carga presupuestal mayor para el país. Cada vez son más las voces que demandan eliminar a los diputados plurinominales. Y tercero, porque la improductividad es el sello distintivo de muchos de ellos; la gran mayoría no participa, es omiso, ausente y termina por dificultar la agilidad en la toma de decisiones.
LA SEGUNDA PREGUNTA de las prioridades, tiene que ver con uno de los argumentos que mayor fuerza adquirieron en el debate de la reciente y truncada Reforma Política: La reelección de los legisladores.
Los argumentos a favor iban en el sentido de cambiar de lugar las prioridades en la política nacional: Vincular al legislador con su origen de representación más que con las cúpulas de su partido. Se pretendía acabar con la lógica de la disciplina de partido que tanto daño le ha causado al país. Acá una perla de la memoria: ¿De verdad los 325 diputados pertenecientes a aquella LVII legislatura federal (1997-2000) que convirtieron en deuda pública los pasivos incluidos en el Fobaproa, cerca de 600 mil millones de pesos -el presupuesto de Oaxaca en 25 años- respondieron al mandato ciudadano? (El Universal, 28 de enero 2009). Obviamente no, pero ese tipo de atrocidades se han cometido y se continúan perpetrando en esta dinámica política imperante, la participación legislativa se constriñe a la lealtad al jefe político y no a la sociedad mexicana, y el debate político se ha rebajado a posiciones egoístas y sectarias. El ciudadano no tiene instrumentos para sancionar al mal legislador, y ese mismo legislador mediocre
si goza de instrumentos para continuar vulnerando al ciudadano y al congreso mexicano.
La brújula tiene que apuntar al origen de la representación. Las cámaras se deben convertir en espacios que manejen las prioridades de la población, se debe reorientar el quehacer del Congreso de la Unión, convertirlo en el órgano que permita demostrar a los ciudadanos que la democracia sí funciona. Es momento señores candidatos de empezar por abordar la agenda de los ciudadanos y no la de los partidos.
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Twitter: @juandiazcarr
Maestro en economía, licenciado en derecho y consultor político