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La urgencia
Oaxaca, Oax., 5 de diciembre de 2011 (Quadratín).- El viernes pasado ante la renuncia de Humberto Moreira a la presidencia nacional del PRI se terminó por reconocer una enfermedad a regañadientes. El revolucionario institucional aceptó que la corrupción de Moreira no es exclusiva de éste, sino que en últimos años y en sus recientes generaciones de gobernadores ha sido un mal endémico. La falsificación de documentos para contratar una deuda de más de 34 mil millones de pesos durante su periodo como gobernador de Coahuila es sólo una perla del grado de discrecionalidad con el que muchos gobernadores priistas han llevado sus gestiones. Oaxaca fue víctima de ello, la anterior administración dejó una deuda en la entidad por más de 14 mil 600 millones de pesos, pero paradójicamente algunos de esos personajes marcados por el fraude al erario hoy se disponen para participar en la siguiente aventura electoral.
Ahora bien, la salida de Humberto Moreira de la dirigencia nacional del PRI no solo complica las posibilidades de algunos de esos aspirantes sino que también anuncia dos cosas inmediatas: un efecto y una oportunidad.
El efecto es visible, los priistas no están dispuestos a exponer su condición de favoritos ante los señalamientos de algunos de sus correligionarios que resultan impresentables. El tricolor sabe que puede regresar a la presidencia de la República siempre y cuando oculte sus defectos y a sus monstruos. Lamentablemente en la práctica política las reglas del juego son concebidas como el ejercicio profesional de la simulación. Aún así, ¿Creen conveniente llevar a las boletas electorales esos personajes cuestionados?
La oportunidad para este partido estriba en hacer de la salida de Moreira el pretexto ideal para deslindarse y salir medianamente librado de estas canalladas; de lo que se le acusa, en contra de lo que muchos mexicanos aún relacionan al PRI por sus últimos gobiernos corruptos (Ulises Ruiz, Mario Marin, Eugenio Hernández, por citar algunos) en contra de lo que no se les perdona: un sistema de hipocresía, complicidades y de atropellos que profundizó esta realidad lacerante.
Lecciones:
UNO. El delegado no pudo. Después de la derrota del 2010 pareció sensata la idea de destrabar las pugnas internas entre los grupos enconados ante la vecindad del proceso federal electoral del 2012 a través de un árbitro imparcial. Mediante la intervención de un delegado del Comité Directivo Nacional (CEN) que con juicio equilibrado impusiera las reglas partidarias, recompusiera el escenario tricolor y atajara los abusos y las conductas antipáticas. Sin embargo, el delegado del CEN del PRI Arturo Osornio no solo arribó tarde, sino que lo hizo mal, optó por lo menos recomendable: dejarse seducir por los espejismos y cargar la balanza por uno de los bandos. Con ello, se acrecentó la polémica e inestabilidad en torno a la dirigencia estatal de Eviel Pérez Magaña lo que provocó mayor confrontación. Es obvio que el delegado Osornio no conoce Oaxaca y que su breve estancia en el estado no se lo iba a permitir, pero su nula capacidad de negociación exhibe la arrogancia y mezquindad de no abrirse más que a lo inmediato, ubicando nuevamente a su partido en zona de riesgo para el proyecto presidencial. Sería una fantasía tricolor pensar que sin unidad y sin buenas candidaturas podrán enfrentar a las otras fuerzas políticas y sus abanderados, quienes gozan de mayor salud en fama pública y con altos niveles de competitividad electoral.
DOS. Desde el viernes pasado se empezó a correr el rumor entre los integrantes del Consejo Político Nacional de que el próximo presidente de este instituto político sería el senador Pedro Joaquín Coldwell. Un político de amplia trayectoria que gobernó su natal Quintana Roo (1981-1987), reconocido por su ser un buen operador político y que conserva una buena relación con los principales actores políticos de su partido; es decir, no pertenece a la burbuja mexiquense y mantiene vínculos cercanos con el senador Manlio Fabio Beltrones. Desde la Comisión de Gobernación que él preside en el Senado de la República impulsó reformas importantes de esa legislatura, una de ellas fue la reforma a los artículos 61, 111 y 121 de la Constitución federal para limitar el fuero de los servidores públicos y terminar con la impunidad de los políticos. Derivado de este importante alcance legislativo, es válido plantearse si el próximo dirigente nacional del PRI verá con buenos ojos las aspiraciones electorales de personajes marcados por haber defraudado a la entidad.
Las reacciones no deben emanar de los escándalos mediáticos sino de la autocrítica, la honestidad y la congruencia. Cuando Peña Nieto respaldaba a Moreira (en la gira por los Estados Unidos) dejó ver un aspecto repugnante del PRI. No se puede dar el gusto de aspirar a representar en un momento tan delicado para el país exhibiendo lo peor, de presumir las contradicciones mostrando la cara sucia de ese partido. La situación de los priístas en Oaxaca no se trata de una operación cicatriz entre grupúsculos, sino de reconocer el motivo del descontento social hacia el PRI, que se ha profundizado en los últimos años por el descaro de defraudar y fingir que nada a pasado. El entronizar la corrupción y la negligencia significa una prolongación del rezago en la entidad y una escalada del descontento que nos amenaza permanentemente.
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Twitter: @juandiazcarr
Maestro en economía, licenciado en derecho y consultor político.