
El clan Murat envenena a Morena y lo pinta de PRI
Oaxaca, Oax., 5 de marzo de 2012 (Quadratín).-El resultado de cualquier campaña electoral debiera ser el cabal cumplimiento de los proyectos planteados y los compromisos celebrados durante este periodo de contacto social. Sin embargo, cuando se evaden las delicadas condiciones de injusticia social en las que se desarrolla el proceso electoral, y éste, se agrava por la negación y la indiferencia de los hombres y mujeres que aspiran ser parte del Estado mexicano, automáticamente se advierte el ocaso de la política electoral como la alternativa ciudadana.
Guiados por el señuelo sexenalista, partidos, candidatos y gobernantes se comportan con ligereza y miran al ciudadano como una estadística criminal. Los partidos no cuentan con un proyecto de seguridad ni de reparación del daño, los candidatos prefieren hacer mutis para no polemizar, y el gobernante se justifica con que todo aquel que muere de manera violenta es un sicario, y respecto a los derechos humanos vulnerados son consecuencias colaterales de esta lucha.
Los protagonistas de la contienda electoral no se dirigen a los más agraviados. No les responden a los huérfanos y deudos del combate contra la delincuencia organizada, ni les ocupa que no exista un censo confiable de los miles de muertos en estos seis años, tampoco un padrón único de los 16mil 800 desaparecidos (estimados por la CNDH), no tienen nada que decir porque sus correligionarios en el ejecutivo y en el congreso jamás los atendieron. La indolencia alcanza dimensiones inexplicables, no es posible que ningún candidato presidencial aborde de manera integral el tema de seguridad con una visión de desagravio nacional, que proteja los derechos de las víctimas y la reparación del daño con una garantía de no repetición. Colombia logró enmendara su población afectada con una Ley de Víctimas, reconociéndole derechos a éstas en ley, lograron articular una política de Estado que reconoció y garantizó los derechos de las víctimas impactadas durante los años de graves acontecimientos. Nuestros políticos están ocupados en favorecerse de la pepena electoral, actúan como agentes satelitales a la realidad nacional, rondan el problema sin atenderlo; mientras tanto, la violencia se recrudece y se suman elementos de incitación al desequilibrio nacional.
No podemos acostumbrarnos a las atrocidades ni al dolor ajeno, no es normal que nuestro país que no ha sido declarado por el congreso mexicano en Estado de sitio, en tan sólo un sexenio se puedan rebasar los mismos 58 mil muertos que cayeron en la guerra de Vietnam (1955-1975). No existe democracia donde hay impunidad, no se extienden lazos democráticos cuando se usa la demagogia como instrumento de comunicación, pero menos aún, habrá elecciones pacíficas y legítimas cuando se desprecia el dolor de miles de familias, ¿De verdad señores candidatos se puede imaginar un México justo y habitable para todos, sin haber reparado el daño causado a las víctimas?
Inconscientes de la emergencia nacional que prevalece en el país, la élite política desoyó el multitudinario Movimiento por la Paz la Justicia y la Dignidad que pronosticaba ante la omisión y la corrupción prevaleciente, elecciones ignominiosas. Ellos no abordaron el objetivo de este movimiento porque no hay voluntad política, se concretaron en sacarle provecho a la situación: Posaron para la foto, derramaron lagrimas y se comprometieron a remediar pero sin cambios efectivos. Al final todo está igual, la delincuencia y la violencia crecen porque la justicia y la seguridad han dejado de ser una garantía ciudadana, estamos situados en el pleno vacío del Estado de Derecho.
OBSTACULIZADORES. Con enorme irresponsabilidad y complicidad han venido actuando los medios masivos de comunicación radio y televisión-, le otorgan mayor trascendencia a los victimarios que a las víctimas, más importancia a las actividades violentas de los grupos criminales que a los quebrantos y pérdidas que sufre el ciudadano de a pie, mayor importancia a las necedades y excusas oficiales que a la denuncia objetiva que el verdadero periodismo impone. Pero no sólo han relegado a un segundo plano a las víctimas, también contribuyen a que la política este convertida en un espectáculo denigrante donde la y el político son transformados en histriones electoreros que persuaden al electorado a través de sus trilladas promesas revestidas en fraseos sentimentalistas e imágenes creativas. Se trata de hacer ver y creer lo que no hay, disimular y esquivar las verdaderas responsabilidades políticas, apartarse e ignorar lo que no es rentable en puntos porcentuales; al final, el truco es convenir con los poderes fácticos para que éstos envuelvan sus defectos.
BARBAS EN REMOJO. Hace un año se presentaron en el mundo movimientos ciudadanos callejeros inspirados en la obra de Los Indignados de Stephane Hessel (2009). Estas protestas populares alcanzaron notoriedad en países del medio Oriente contra regímenes violentos que acabaron algunos de ellos con el derrocamiento de sus autoridades. Para mayo el contagio era global; España, Gran Bretaña y Grecia por el desempleo, Rusia por elecciones polémicas, y nosotros con la expresión de dolor y angustia del movimiento que encabeza Javier Sicilia que exigía resarcir a las víctimas de la guerra calderonista contra el narcotráfico. Si algo caracteriza a estas expresiones sociales fue el rechazo a la impunidad y la corrupción, aspectos que son endémicos a nuestro sistema político. El no atender estos antecedentes como expansiones de hartazgo encaminadas a hacer valer la verdadera representatividad ciudadana, sería como jugar con un revolver a la ruleta rusa.
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Maestro en economía, licenciado en derecho y consultor político.
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