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Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
Oaxaca, Oax., 09 de enero de 2012 (Quadratín).-Ya transcurrió el primer año de la administración municipal de Oaxaca de Juárez y la lista de pendientes sigue sin mayores alteraciones. Este gobierno municipal arrancó con dos ventajas: La legitimidad que otorgan las elecciones concurridas; y tener en suerte coincidir con el momento histórico político más importante de los últimos años en la entidad, la alternancia en el Gobierno del Estado. Este doble atributo prometía transformaciones profundas, pero lo que la coyuntura electoral obsequió, el marasmo está arrebatando.
Gobernar la ciudad capital no es una tarea sencilla. Pero el no mover mucho las cosas para no equivocarse es optar por la inercia que ha caracterizado a sus negligentes antecesores inmediatos. El alcalde Luis Ugartechea fue beneficiado por el fenómeno de la alianza electoral y el desencanto de malos gobiernos municipales, situación que lo obligaba a diseñar una agenda social que privilegiará la transparencia, la eficacia en el empleo de los recursos públicos y la sensibilidad social. La coyuntura política hacía pensar que la receta era: escuchar y observar la realidad política y social de la ciudad y proyectarla en un contexto técnico-administrativo.
Así pareció considerarlo en un primer momento el alcalde capitalino cuando se pronunció por un gobierno que priorizaba los asuntos sociales. Durante su mensaje de toma de posesión confesó que su gobierno aspiraba a una verdadera reconciliación después de la afectación social que sufrió la ciudad de Oaxaca en el conflicto del 2006. La indiferencia de las autoridades de entonces, complementada por la ausencia de cultura cívica potenciaron los daños provocados por el conflicto: Una profunda confrontación social y la fragilidad en la que quedaron nuestras autoridades locales (principalmente las municipales).
Si bien, esos sucesos de protesta popular entrañan un descontento generalizado con la clase gobernante -no solo municipal-, el simple reconocimiento del problema asumiendo lo que a su representación le correspondía como alcalde fue un gesto de honestidad y determinación. Sin embargo, las acciones emprendidas en este primer año del gobierno municipal poco han secundado ese propósito. El desafío no era (ni es) sencillo, primero porque las ciudades capitales son la caja de resonancia de los males de un estado; y segundo, porque se requieren cambios estructurales que conlleva evoluciones de comportamiento de una sociedad en su conjunto: autoridades eficientes y ciudadanos responsables y conscientes de su comportamiento y entorno, aspectos que han sido trivializados.
Hoy la ciudad de Oaxaca vive en calma aparente bajo la amenaza de la inestabilidad social como constante, porque no se asume la dimensión requerida a los asuntos fundamentales. No es una catástrofe sin remedio la que padecemos, pero estriba en gran medida en la voluntad y visión de largo aliento de nuestros gobiernos. De ahí que preservar la idea de importar con criterio selectivo los modelos exitosos de otras ciudades -los que menor esfuerzo representen-, es una cómoda confusión; suponer que impulsando desmesurados contribuciones como el nuevo impuesto predial- se resolverán los problemas de la hacienda municipal y dejaremos de encabezar los registros más bajos de recaudación fiscal del país, es un autoengaño; pensar que la ocupación hotelera en la ciudad obedece al embellecimiento de la misma, el cuidado de espacios públicos y las ventajas en vialidades que se le proporcionan al visitante, es una distorsión de la realidad; creer que los asuntos ambientales no son urgentes y que 700 toneladas de basura depositadas diariamente en un basurero a cielo abierto sin técnicas de tratamiento no daña la salud ni contamina severamente, es una insensatez; sostener que hay seguridad porque no padecemos tantas notas rojas como otras ciudades, es un despiste. Lo peor de todo es insistir en los mitos que se construyen al calor de la comparación y el enfoque inmediatista. Lo que está en juego es conseguir el gran anhelo de ciudad: anteponer el desarrollo económico sustentable para el bienestar social con una democracia participativa.
Es momento de responsabilizarse por lo que no se ha hecho y atender los retos de esta administración municipal. Se debe derribar el enfoque político cortoplacista que no se arriesga y auto limita a la democracia a matices electorales sin promover una democracia participativa, encaminada a sustituir la cómoda posición de desconfianza a las autoridades por una activa responsabilidad ciudadana. Al mismo tiempo, se deben diseñar programas de economía social solidarios con políticas públicas acentuados en los sectores sociales más vulnerables. Así como hacer de nuestro patrimonio histórico la palanca de desarrollo, basada en una economía de la cultura encauzada a ser una potencia cultural que proteja y conserve nuestros monumentos que no son nuestros solamente, también lo son de las generaciones venideras. Por el bien de la ciudad y de los que la habitamos, llego la hora de asumir responsabilidades.
Maestro en Economía, licenciado en derecho, y consultor político.
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