Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
“El político llevará con buen semblante todos los accidentes de la fortuna y sacará siempre el mejor partido de las circunstancias, como el hábil general se sirve del ejército que dispone o el zapatero del cuero que se le da.”
Aristóteles, La Política.
OAXACA, Oax. 16 de febrero de 2015.- Cuando a fines de 2012 se dio a conocer el gran esfuerzo partidista para darle gobernabilidad a la transición denominado Pacto por México, llamó la tención de propios y extraños la figura del oaxaqueño José Murat. No era presidente del PRI, pero sí su representante de facto, así como también lo era del Presidente de la República, su encargado del tema, responsabilidad nada menor.
El Pacto fue exitoso al lograr su objetivo principal: dar un golpe mediático sin precedentes que permitiera la instalación del nuevo gobierno sin sobresaltos, con el apoyo de los 3 grandes partidos, incluyendo al autodenominado hasta ese momento como de izquierda, cuyo candidato perdedor y sus soportes económicos intentaban poner en jaque y que, ante tal medida, quedaban literalmente sin la institución política de apoyo, una derrota mas en ese momento.
Sólo a una mente política pudo ocurrírsele tal Pacto, a la del jeromeño, quien ya lo había pergeñado en su época de gobernador en Oaxaca, pero también y porque no era una cuestión de ocurrencia, sino de operatividad. Porque una sencilla condición le permitía tal hazaña: su medio siglo de hacer política en México.
El Pacto, sin embargo, debía tener mayor contenido para no arrinconarse en ese que ya mencionamos como su objetivo inmediato. También tuvo casi una centena de propuestas, casi todas planteadas por la oposición y que fueron retomadas una vez que el objetivo en comento del partido vencedor fue aceptado.
Esa centena de propuestas tenía que ir a todos los temas habidos y por haber, desde la política, pasando por las telecomunicaciones, la energética y un largo etcétera. De esas 3, la primera fue la cara complejamente bonita; la segunda la peligrosa para el sistema político por corresponder a la era digital, así como por los innumerables intereses en juego y; la tercera, la que al aprobarse, rompería con el Pacto, a sabiendas de todos, como así ocurrió y continúa rebotando.
Si el efecto Murat fue sorpresivo y contundente a nivel nacional, en su tierra natal, Oaxaca, sobra decir que su figura resurge y se posiciona como la más fuerte no sólo ante los grupos políticos, sino también ante la ciudadanía y más aún entre la población en general, la misma que lo cataloga fuera de cualquier filia o fobia, como el gobernante que más obras hizo en el último siglo, como el que mantuvo la gobernabilidad -como dicen los politólogos, a secas- en el estado y por hacer política con todas y todos. No en balde es el personaje oaxaqueño vivo más conocido a lo largo y ancho del territorio estatal, ninguno en su sano juicio puede rebatir tal condición.
Con base en ello y como es natural en la política, los simpatizantes del Zoon Politikon ixtepecano se reagruparon, reagrupan y se siguen reagrupando, lo mismo entrecruzando generaciones en lo que se conoce como táctica zipper, como en lo que el imaginario popular denomina operación muégano, sumándosele cualquier cantidad de expresiones, lo mismo políticas que empresariales, organizaciones civiles y sociales, hombres, mujeres y de la propia diversidad sexual que tanto apoyó, sindicatos, funcionarios estatales y municipales y, sobre todo, gran cantidad de soportes que le son leales y que se habían ido o están aún hoy con aquellos a quienes él mismo prohijó y prestó algo de poder en algún tiempo.
El trabajo incansable de Murat y sus innumerables aliados en forma natural encontró un liderazgo en la figura de su hijo Alejandro, hombre hoy maduro y a quien la conciencia colectiva oaxaqueña identifica como el depositario no sólo de la responsabilidad para con Oaxaca, sino también de la obligación de participar en la recuperación del gobierno del estado, para continuar llevándolo por la misma senda no sólo de la visión de futuro de su padre, sino la que tiene él mismo, gracias a su preparación académica y su experiencia político-administrativa al lado del hoy presidente de la República con quien ha entablado una relación con luz propia.
A grado tal ha llegado el cariño que le profesa la mayoría de Oaxaca a Alejandro que ha sucedido incluso algo que podría reservarse en el ámbito de lo simpático de la política: es hoy el nombre que le compite a su propio apellido, más ligado a su padre.
De aquí la preocupación de quienes se sienten afectados en sus intereses políticos locales, es decir, del crecimiento de las marcas Alejandro y Murat en territorio oaxaqueño. Natural resulta entonces para sus opositores que sólo les quede el último recurso, la llamada guerra sucia, que a decir verdad ya no funciona como en el pasado, las más de las veces resulta incluso contraproducente, es más, ya no es el camino ni de la perversión de la Política, la grilla, sino todo lo contrario.
Los políticos tradicionales y de nuevo cuño, de casi todos los colores, se sienten identificados con ambos en una magnitud pocas veces vista, los grupos económicos no se diga ante el abogado por el ITAM, el estudiante de la UNAM y especialista en finanzas por Columbia, la ciudadanía aún más.
El colectivo ve a Alejandro como el más joven, el más preparado, el más carismático y con mayor prosapia política de entre quienes pueden aspirar a gobernar Oaxaca, aún cuando él no se haya pronunciado al respecto, ni tampoco se sepa si optará por jugar en la grilla local o la política nacional.
Hoy, incluso, con la guerra sucia auspiciada por quienes fueron afectados por el Pacto y replicada inocentemente en Oaxaca, a todas sus ventajas comparativas le ha sumado aquella con la que le quisieron afectar y que, por su modestia conocida, Alejandro no manejaba en ningún momento, que es de familia bien, tanto en el ámbito del hogar, como del económico, fruto de su patrimonio personal, de al menos tres generaciones de familia con visión empresarial, la de sus abuelos, de sus padres y la propia, tanto por vía materna como paterna en dichas generaciones y, sobra decirlo, en su desarrollo profesional también en los Estados Unidos, donde parte de su diáspora familiar se asentó y donde se han dado tiempo de estudiar tanto padre, hijo y esposa.
De la declaración de inferioridad que resulta la crítica contumaz ante publicaciones con otra intencionalidad y que además previenen sobre la no existencia de ilegalidad en lo difundido, también la conocen los oaxaqueños. Porque reconocen más al trabajo como fuente de todo bienestar. Y cuando son de larga data aún con mayor razón.
Parte de la llamada comentocracia nacional misteriosamente siguió la fábula aquella de sumarse a los 4 poderosos que golpean al menos, bajo la égida de que no hay quinto malo, sin reparar en lo delicado de lo logrado con el Pacto. Parte también de los escribientes locales, que no todos, se sumaron al proceso que azuzaban los afectados con la fuerza del oaxaqueño, una intencionalidad meramente endogámica, es decir, que sólo regodea a ellos mismos, sin mayor peso.
Para mayor abundamiento, 50 años de política ininterrumpida y casi siempre de altas esferas le han permitido al jeromeño construir su patrimonio personal –modesto o grande, dependiendo de sus conocimientos en materia financiera, lo que también se estudia-, al lado de lo que le reditúa su familia de empresa. Ha sabido combinar sus ingresos familiares, así como los que le retribuye su ejercicio individual, lo que cualquier ser humano desea lograr: trabajar, ganar e invertir para el presente y el futuro. Cualquiera que no haga eso como diría también Aristóteles, no es humano o es bestia.
Para concluir y como enseñanza de la política moderna, hay que señalar que los opositores naturales a éstos oaxaqueños (y que la era de nuestra democracia mediana reduce en el juego de alrededor del 50% del espectro político), difícilmente podrán darle credibilidad a cualquier otro hecho real o ficticio con el que pretendan afectar la imagen de quien sin duda lidera en Oaxaca. Paradójicamente y tratando de forjar un latinismo bien podría decirse, humildemente, Vacunaetum Est!