Economía en sentido contrario: Banamex
OAXACA, Oax. 29 de enero de 2016.- Este 5 de febrero conmemoramos el 97 aniversario de la promulgación de nuestra Constitución, resultado de las grandes luchas del pueblo mexicano por alcanzar su libertad y su soberanía.
Se trata de una Constitución social y de principios revolucionarios, dado que fue la primera Constitución de la historia del mundo que incluyó muchos derechos sociales. Derechos que los gobiernos no lograron cumplir a cabalidad y se empeñaron en transformar nuestra Constitución revolucionaria y humanista a su particular interés de grupo. De allí que su contenido ha sido reformado más de 200 veces y es muy diferente al original de 1917.
Con el argumento de modernizar la constitución para adecuar la ley fundamental a la realidad y a mejorar y perfeccionar esa realidad, vino un proceso destructivo del régimen constitucional, que comenzó en noviembre de 1991, cuando se reformó el artículo 27 para abrir la puerta al despojo y la privatización de las tierras ejidales, y culmina en diciembre de 2013, cuando una contrarreforma aún más radical, acaba de destruir los artículos pilares de la constitución de 1917, que son: el artículo 3º, relativo a la educación, y el artículo 123, sobre los derechos y garantías de los trabajadores.
La Constitución de 1917 ha sido destruida en su esencia. Estos cambios concretan conceptos neoliberales y retrocesos en los derechos humanos de los mexicanos. Bien dice Adolfo Gilly: “Tenemos en México muchas leyes. Pero hoy México es un país sin ley, que ha desprotegido a los trabajadores del campo y de la ciudad, así como a sus grandes riquezas naturales, frente a la voracidad del capital trasnacional y las ambiciones de dominación del vecino del norte y sus socios locales”
La avalancha última de reformas en materia energética, educativa, política, financiera, fiscal y laboral, evidencia que el gobierno de Peña Nieto no trabaja para los mexicanos, sino para el gran capital trasnacional; es un gobierno que ha dejado de representar a la nación mexicana y procura negocios para los grupos de poder privado. Con estas reformas, llamadas estructurales, ya ni siquiera se garantiza al mexicano el derecho al trabajo y a la vida, y México va directo a la desaparición como un país soberano y autónomo.
La Reforma Laboral por ejemplo, cumple el sueño del gran capital y sus aliados nacionales de convertir a millones de trabajadores asalariados con seguridad en el empleo, en peones de subcontratistas, sin derechos ni prestaciones. La Reforma facilita los despidos masivos y arbitrarios, y legaliza el trabajo a destajo, llamado outsourcing, donde predomina la sobreexplotación, el pago por horas, condiciones insalubres, contratos de corto plazo y la amenaza constante de ser despedidos.
Otro ejemplo es la Reforma Educativa, que busca reducir el gasto educativo, reduciendo el número de maestros y dejando los gastos de administración de las escuelas a los padres de familia, busca también, acabar con las conquistas laborales de los maestros, entregar la educación pública a los empresarios y matar cualquier esperanza de construir un sindicalismo independiente y democrático.
Sin duda, nuestro país requiere una trasformación profunda, vivimos en una gran desgracia, la realidad y los datos oficiales lo indican: el petróleo ya no es nuestro por la reforma energética y hoy se tiene programado correr a 10 mil 500 trabajadores de Pemex; la mitad de la población mexicana vive en la pobreza; la creciente violencia e inseguridad es terrorífica; 3 millones de mexicanos sin empleos; 58 % de la población económicamente activa se dedica a trabajos informales; los salarios son insuficientes; de 100 niños y niñas que ingresan a la educación primaria, sólo 64 la terminan, éstos 64 al ingresar a la secundaria, sólo 46 logran terminar el nivel, y al ingresar estos 46 a la preparatoria, sólo 24 logran concluirla, de éstos 24 mexicanos, sólo 3 tienen acceso a la educación superior.
A estas calamidades se agrega la alta corrupción y la impunidad, llegar al gobierno significa hacer negocios al amparo del poder público, el gobierno se ha convertido en una fábrica de nuevos ricos. Los ejemplos más reciente es el presidente de la República y sus secretarios más cercanos con sus Casas blancas.
En suma, hoy, México, es un país de hondas desigualdades. Las conquistas sociales logradas con tanto sacrificio durante la revolución y plasmadas en la constitución de 1917 han sido demolidas. La Constitución actual, remendada por todos lados por los ricos en el poder, está plagada de leyes injustas.
Mahatma Gandhi, el artífice de la independencia de la India mediante la lucha pacífica, dejó dicho: cuando las leyes son injustas, lo correcto es desobedecerlas. Por eso el camino es la desobediencia civil y la movilización organizada de todos los trabajadores mexicanos para rectificar las reformas nefastas y restablecer en la Constitución, mediante un Congreso popular, los principios revolucionarios y ampliar los derechos sociales para una vida más digna y justa en nuestro país.