Obispos de México: Un nuevo horizonte
Oaxaca, Oax. 06 de julio de 2009 (Quadratín).- El ejercicio de las virtudes cívicas como el sufragio, debían convocar a una celebración colectiva de cumpleaños democrático. Los seres humanos medimos nuestra vida en años; nuestra democracia la mide en trienios o sexenios. Por eso debía ser, su celebración, más significativa. En esta jornada electoral federal, los ciudadanos votamos, decidimos. Participamos (lo anticipamos en colaboraciones pasadas) incluso decidiendo no votar. Externamos, con un signo en una hoja de papel, depositándola en blanco en la urna o quedándonos en casa, nuestra propia visión de México. Sí tenemos candidatos, sí tenemos partidos pero todos son políticos y gran parte de la ciudadanía dejó de confiarle su cotidianidad a todo cuanto huela a política. Escasos siguen siendo los ejemplos de mujeres y hombres que se esfuerzan por volver a hacer creer a la gente en que su beneficio y el de sus familias, puede ser real merced a la política. Por eso el abstencionismo, el voto nulo o el voto de castigo. Hoy nadie habla de un voto de premio, aún a pesar de que es la idea central del incipiente debate público sobre la reelección legislativa. Los partidos se disputan la preferencia del electorado con estrategias diversas. El partido en el gobierno quiere mantener su mayoría relativa en el congreso, por eso su principal estrategia de campaña es exaltar los logros del presidente de la república con niveles bastante aceptables de aceptación nacional. La oposición: PRI y PRD sobre todo, buscan recuperar y obtener, respectivamente, esa mayoría. Por eso se centran, entre otras cosas, en resaltar la ineficacia del candidato panista colectivo Felipe Calderón al frente de la presidencia. En muy mal momento para el panismo aparece un documento elaborado por personalidades del Banco Mundial, institución de cuyo prestigio y seriedad académica e investigativa, hablar sale sobrando. El documento se llama Reporte de Indicadores mundiales de gobernabilidad 2009 (Governance matters 2009: Worldwide Governance indicators 1998 2008) y a cargo de su elaboración estuvieron Daniel Kaufmann del Instituto Brookings, Aart Kraay, economista principal del Grupo de investigaciones sobre el desarrollo del Banco Mundial y Massimo Mastruzzi por parte del Instituto del Banco Mundial.
Antonio Camou define a la gobernabilidad como un estado de equilibrio dinámico entre las demandas sociales y la capacidad de respuesta gubernamental. Los autores y redactores del informe, nos regalan una definición más completa: son las tradiciones e instituciones a través de las cuales se ejerce la autoridad en un país, y consideran que incluye el proceso por el cual los gobiernos son elegidos, controlados y reemplazados; la capacidad del gobierno para formular y aplicar eficazmente políticas acertadas y el respeto de la ciudadanía y el Estado por las instituciones que regulan las relaciones económicas y sociales entre ambos. Científicos todos, coinciden en que es difícil medir la una cualidad como la gobernabilidad pero los datos por ellos obtenidos son perfectamente válidos. Por ello la miden a través de seis dimensiones:
Voz y rendición de cuentas: que es la medida en que los ciudadanos de un país pueden participar en la elección de su gobierno, así como la libertad de expresión, la libertad de asociación y la libertad de prensa, donde reprobamos con un 5.0 menor al 5.5 que nos dejó Vicente Fox.
Estabilidad política y ausencia de violencia: que indica la probabilidad de que el gobierno esté sujeto a actos de desestabilización a través de medios inconstitucionales o violentos, incluidos actos de terrorismo y que es donde per nos fue con un 2.4 de calificación, menos que el 3.0 con que terminó Fox.
Eficacia del gobierno: que mide la calidad de los servicios públicos, la capacidad de la administración pública y su independencia de las presiones políticas, y la calidad de la formulación de políticas, donde pasamos de panzazo con 6.1 superando en una décima al anterior mandatario.
Calidad del marco regulatorio: Que se entiende como la capacidad del gobierno para establecer políticas y reglamentaciones acertadas que permitan y promuevan el desarrollo del sector privado, en donde subimos de un 6.2 en 2006 a un 6.5 en la administración panista.
Estado de derecho: que es el grado de confianza de los agentes en las reglas sociales y su nivel de acatamiento, incluidos la calidad del cumplimiento de los derechos de propiedad, la policía y los tribunales, así como el riesgo de que se cometan delitos. 3.0 de calificación inferior al 4.2 en que nos dejó el de las botas. Y finalmente
Control de la corrupción: medida en que se ejerce el poder público en beneficio privado, incluidas las modalidades de corrupción en pequeña y gran escala, y el control del Estado por minorías selectas, donde mejoramos en cuatro décimas respecto del sexenio anterior, pero nos quedamos en 5.
Como puede usted darse cuenta, amable lector, aprobamos solo dos de las seis áreas y con calificaciones de las que poco orgullo debíamos sentir. 4.98 fue nuestra calificación global, No alcanzamos el 5. En fechas recientes, nuestro presidente recibió en visita oficial a la presidenta de Chile cuyo país obtuvo 8.7. Ojalá haya inquirido respecto al papel gubernamental en el tema. Tendría que aprender, de igual forma de sus homólogos de Uruguay, Puerto Rico y Costa Rica que aprobaron su examen con 8.3, 7.1 y 7, respectivamente. Nosotros estamos más cerca de El Congo y Serbia, empate técnico diría yo. Por el beneficio de México, espero que le vaya, en lo sucesivo, muy bien al presidente. Lo deseo de Corazón, aunque para ello acaso sea necesario que tenga una minoría en el congreso.
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