Día 22. Palacio perdió dominio de la agenda de la crisis
OAXACA, Oax. 11 de diciembre de 2014.- Los bambúes frescos y verdes, dan marco a la ventana de su oficina, no lujosa, pero cómoda y agradable; María ve a través de ella, enfundada en su uniforme de buen gusto, con un trabajo que hizo suyo apenas hace algunos meses y que le ha brindado en tan corto tiempo muchas satisfacciones. Tiene la mirada fija en la nada, su pensamiento está anclado al pasado, se recuerda a sí misma con sus hermosos rizos cayendo por su cara bella, pecosa y blanca, sus ojos pequeños con largas y espesas pestañas a medio cerrar por el sueño aferrada a su peluche, mirando a través de los cristales en espera inútil la llegada de su madre.
Ahora espera una oportunidad de superar el rechazo de su padre y la lejanía de su madre de que fue objeto durante su niñez y adolescencia y que ahora se han vuelto grilletes que la atan al pasado.
Ella más que nadie sabe que no es fácil ser feliz cuando se cuenta con estos ingredientes, que la incapacitan a crearse vínculos sanos y significativos con otras personas.
Desde muy pequeña asumió que tenía que “cooperar” en la casa, porque no tendría oportunidad de convivir con su madre ni esperar que la comida estuviera hecha y la casa aseada, tendría que prever su alimentación y a veces la de su padre y sus hermanos, la limpieza de la casa y la ropa limpia incluyendo su uniforme y tener en forma sus hermosos rizos color caoba.
Su madre prefirió trabajar siempre fuera y regresar por las noches cuando el espíritu de ese hogar se recogía hasta antes del alba y así no soportar el hambriento placer con que engullía las entrañas de ese hogar el alcohol y el desamor.
María aprendió que se esperaba de ella una boleta con buenas calificaciones, capacidad para dirigir el hogar, ser muy buena, comprensiva y comedida.
Sabía que la madre debía ser poseedora de sus secretos pero se daba cuenta que no era correspondida.
Dice Nancy Friday que la relación madre-hija supuestamente basada en un vínculo de confianza es percibida por la niña como una manipulación ante la que no puede revelarse porque “el secreto” de su madre es tabú. Lo que la autora denomina “la mentira original” genera el resentimiento que la niña y la adulta en la que se convertirá tendrán a menudo hacia su madre.
Ese secreto perseveraba al verla marchar tan temprano y escuchar su regreso sin prisa y sin causa.
Perseveraba en el resentimiento que se proyectaría más tarde cuando como niebla en la montaña lo invade todo y no te permite ver nada, todo es confuso, pero se percibe, se respira y toma forma.
María es dependiente emocional por eso desde que conoció a José y se hicieron pareja hace ya más de 12 años, recrea una y otra vez “guiones” en los que representa el mismo papel, el papel de víctima, de sumisa, querida y manipulada; Freud dice “la coacción a repetir un camino perverso de traición hacia uno mismo”.
Esta dependencia crea un tipo de relación tóxica, destructiva, no solo porque ella recibió un amor ambivalente con formas de amar extremistas, amor y rechazo, acercamiento y alejamiento, que le hizo pensar que a pesar de sentir el dolor que quema tus entrañas, que provoca el dolor de mil infartos… debes quedarte.
Claro hay que adecuarse para dar lo que esperan los demás aunque no tenga nada que ver con lo que tú eres o quieres.
Hay un anclaje en la pareja, no solo porque María está condenada a portar una máscara de gran perfección sino porque José necesita que lo admiren, para llenar un vacío existencial que se creó, en su niñez, cuando su padre le enseñó que no era seguro concederle el amor a una sola persona, una decepción que lo marcó y que lo hizo incapaz de amar, por eso es tan dominante pero incapaz de no tener el control de la relación.
A María le llegó una oportunidad muy buena de trabajo, quizá mejor que la de José y percibió de inmediato que José empezó a evadirse para encontrar otras parejas que lo admiren, él no puede ser superado, es posible que la culpe de su desenamoramiento, puede llegar a ser tan cruel y decir que va a doler, pero que él tiene que irse.
Si María no se aleja, la tratará mal y ante la probabilidad de que realmente se vaya, intentará reconquistarla y volverá a mostrarse tan encantador y pródigo en sus regalos, el sexo será “como en los viejos tiempos, bueno o mejor” y así eso se volverá tan cíclico, como ella lo permita.
Sobra decir que sufrimiento habrá a montones, que cada vez perderá más el respeto por ella misma, lo cual no le importará con tal de que él no se vaya.
Sus sentimientos serán tan confusos que sentirá odiarse, por ser tan frágil, por no expresarse ¡Dios!, por no tener un equilibrio interno que la libere de esa adicción.
Recordemos que la hija prospera en sus sentimientos de acuerdo a su apego con la madre, es su centro, está ligada a los sentimientos de odio, envidia, ambivalencia, cariño y las fortalezas que provee el amor a sí misma.
El mejor ejemplo no es el que se predica, sino el que se ejerce.
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