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Xochitlalyocan, jardín que resguarda la memoria verde de México
Oaxaca, Oax. 10 de junio 2012 (Quadratín).- Con el mismo discurso que se prohíbe la droga debería prohibirse la televisión pública, afirma Guillermo Fadanelli en su nuevo libro Insolencia, literatura y mundo, un ensayo en que el escritor pone énfasis en los temas que nos construyen como sociedad y que, desde su punto de vista, nos hacen presa fácil de líderes corruptos y del capitalismo salvaje.
En el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), ante un público colmado de jóvenes, Luis Muñoz fue el encargado de comentar el libro, del cual extrajo una serie de sentencias que mueven a la reflexión y la concientización del entorno económico, social, político y mediático en el que se mueve la sociedad contemporánea, en la que para sobrevivir hay que hacer pedazos al otro.
No sólo la publicidad de las empresas se muestra plagada con palabras de índole moral, también las políticas públicas y económicas de los gobiernos pasan por la aprobación de un grupo de empresarios que cuentan con el servicio de sus empleados y voceros en el los congresos democráticos. He aquí entonces lo que considero un grave problema social de nuestro tiempo: los comerciantes ocupan un lugar que no les corresponde: divulgadores de contenidos éticos, escribe Fadanelli.
Y agrega que si bien en nuestra época tenemos un buen número de filósofos con quienes conversar acerca de la ética, las sociedades tal como están no ponderan los suficiente su palabra: los filósofos están solos y no poseen ninguna relación con las personas comunes más que a través de un derrame de ideas que, a fin de cuentas, terminan tamizadas o neutralizadas por la burocracia (sea académica, periodística o política) que sólo comprende lo que le conviene.
En busca de alternativas al pesimismo que le caracteriza, Guillermo Fadanelli recupera de la obra de Roger Bartra, La fractura mexicana, la siguiente afirmación: no son los programas económicos y sí las transformaciones culturales las que son capaces de sacar a los países del atraso.
Y este sentido, sostiene que el poder económico en México ha destruido o se ha impuesto sobre el poder político que tiene como tarea controlarlo con la fuerza que le otorga la representación pública. Es por eso que la cultura proveniente de las áreas de mercado resulta ser una subcultura limitadísima, dirigida y además inútil a la hora de fomentar la crítica necesaria para vivir como personas conscientes de su capacidad imaginativa: los comerciantes toman la educación del consumidor a su cargo: no me podría imaginar peor escenario para un país en desarrollo.
¿Por qué los hombres no pueden conseguirse una conciencia civil tan sencillamente como consiguen un teléfono? Se pregunta Fadanelli. Que las tarjetas de crédito estén más a la mano que la prudencia cívica dibuja bien el entorno de nuestra época. Tal vez es que sólo unos cuantos pueden ser receptores de bienes éticos y la mayoría no son más que manadas de consumidores y habitantes de civilizaciones que los consideran humanos, cuando en realidad, son la población de un zoológico variopinto, pero finalmente animal. Responde.
Material de sobra para la reflexión ofrece Insolencia, literatura y mundo, de Guillermo Fadanelli, editado por el sello Almadía.