Las portadas de las novelas ganadora y finalista del Premio Planeta 2024
OAXACA, Oax. 23 de abril de 2015.- Se subió a un triciclo, cargó un exhibidor de madera pequeño, caminó por las calles y ofreció libros a diestra y siniestra.
Se metió lo mismo a las comercios del Andador Turístico de la ciudad de Oaxaca que a restaurantes, mezcalerías, bibliotecas, librerías y llegó hasta el Zócalo para buscar a los maestros.
«¡A 50 pesos, compre libros a 50 pesos, baratos!», gritó el pintor Francisco Toledo a lo largo de su recorrido en el Centro Histórico de Oaxaca, en el marco del Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor. A su lado, una de sus hijas, Sara, lo acompañó junto con otros colaboradores.
Pero en el ‘plantón’ del magisterio eran escasos los mentores. De los pocos integrantes de la región Valles Centrales, acaso unos 4 compraron un libro.
«¿Ustedes son maestros? ¿Qué pelean? ¿Por qué están aquí?” Cuestionó el reconocido artista plástico a un grupo sentado en la jardinera del lado oriente del Zócalo.
«Somos trabajadores del INAH, estamos apoyando el movimiento», respondieron unos, de manera escueta. Prefirieron tomarse una foto del recuerdo con el pintor.
A las 10 de la mañana en punto, frente a la sede del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), inició la llamada Venta Conmemorativa por el Día Mundial del Libro de ejemplares de la editorial Camus, que apoya el maestro.
La acostumbrada entrevista al pintor, quien dudó de que la mayoría de maestros tuvieran interés en leer, y luego se colgó el estante de libros al hombro. Así inició su recorrido por todo el Andador, en la calle Macedonio Alcalá. Pocos se resistieron al encanto del librero, que por unos momentos estuvo a punto de ser sorprendido por inspectores municipales, al enterarse de un «vendedor ambulante» más.
Toledo se introdujo a la librería Grañén Porrúa; convivió con niños en la Biblioteca Pública del Estado. Detuvo a turistas, estudiantes, amas de casa para ofrecerles los textos; alguno incluso pidió pagar en dólares.
Lo mismo «Isla de las estaciones», de Seamus Heany que «De madrugada, entre la sombra y el viento», de José-Miguel Ullan, que «Isla de las estaciones», de Jerome Rotherber o «Un paso en la dirección correcta», de Morten Sondergaad, ofreció el pintor metido a librero, de entre 34 títulos de editorial Camus.
El barbado y canoso hombre, de huaraches, clásico pantalón caqui y camisa azul, ropaje arrugado, llegó así al Zócalo. Ningún vendedor ambulante compró e incluso uno de ellos avisó a inspectores municipales por la presencia del intruso.
Caminó a la par del portal de Claverías; siguió por el corredor del portal Benito Juárez; llegó frente al Palacio de Gobierno; se subió al kiosco… pocos maestros interesados en la lectura se encontró.
Con más periodistas siguiéndole que compradores, tomó la avenida Hidalgo, se enfiló hacia el Centro Cultural San Pablo y entró a las oficinas.
«Este es terrorismo literario», bromeó uno de los trabajadores, al recibir a Toledo el vendedor. Pina Hamilton apareció y potenció la ganga. Ofreció libros hasta a los guardias de seguridad. Toledo bajó de las oficinas, tomó el triciclo que llevaba los libros, pedaleó. Siguió firmando autógrafos, vendiendo libros a 50 pesos.
«Ya, ya es suficiente por hoy», terminó hora y media después de su jornada. Y se regresó tan campante al IAGO.