Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
I. NIZA
JUCHITÁN, Oax. 17 de mayo de 2014 (Quadratín).-Las flores lucen marchitas en los jarrones de plástico. Llevan un par de días flanqueando la cruz de fierro que está al ras del suelo.
El nombre de Elvis Aníbal Santiago Medina apenas se logra ver rotulado debajo del INRI. Varios blocks, una escoba, veladoras y botes vacíos acaparan el piso de tierra que resguarda el cuerpo de Niza.
La tumba de palma seca es de las últimas del panteón municipal “Domingo de Ramos” en Juchitán, ese espacio geográfico del Istmo oaxaqueño que se convirtió en referente de “tolerancia” y “paraíso” gay a nivel mundial gracias a documentales, investigaciones y revistas.
Peregrina, Thalia y Ximena son las responsables de dar color al humilde sepulcro.
La ocasión lo amerita, 2 de abril, cumpleaños de Niza, 26 años, si no fuera asesinada hace dos. Las amigas compraron flores, llevaron veladoras e incienso. Aromatizaron la sepultura abandonada. Platicaron, recordaron tiempos buenos, estentóreamente rieron, como sólo los muxes saben hacerlo, sin inhibición.
Peregrina recuerda las correrías nocturnas, los bailes y la timidez de Niza. Lamenta la decisión de su amiga de subirse en un mototaxi la madrugada del 28 de abril de 2012. Ese fue el final.
“La vimos treparse al mototaxi de ese chamaco por la madrugada”, cuenta Peregrina, una de las tres testigos que declaró ante el juez contra Jonás P. H., el imputado en el crimen de Niza, quien salió libre meses después de su detención al ser juzgado por el Sistema Penal Acusatorio Adversarial (Juicios orales).
Niza, muxe’ de la Séptima Sección (Barrio antiguo de Juchitán), fue encontrada alrededor de las 7 de la mañana del 28 de abril rumbo a la carretera que conduce a la agencia de Playa Vicente, dos días después murió a causa de las lesiones en el Hospital General “Macedonio Benítez Fuentes”.
Por la muerte de Niza se inició el legajo de investigación 671/JU/2012 por el delito de homicidio doloso. Un sólo detenido.
El golpe fue duro para Peregrina, quien busca en su álbum una fotografía que muestre la complicidad entre ambas. No encuentra ninguna, pero no hace falta una foto para recordarla.
“Ella fue a la Vela Cantarito. No la acompañé esa noche, sólo vi de lejos el baile. Salió de la vela para darnos unas cervezas, a mí y otras amigas que estábamos en la esquina cotorreando. Me dolió ver cómo la mataron; sin piedad y con mucho odio. La mató un vecino, alguien que la conoce. Siempre me pregunto ¿Por qué?, si ella no le hacía daño a nadie.
Quizás el asesino pensó que lo acusaría al no complacerlo y por eso la mató. No sé, pero fue con odio”.
Peregrina recibió amenazas de muerte, por terceras personas, al ser una de las principales testigos contra Jonás.
“Me dijeron que él dijo que me cuidara. Yo nunca tuve, ni tengo miedo por ser testigo, aunque de nada sirvió mi testimonio. Al final salió libre. No hubo justicia. La justicia es para los que tienen dinero, para los que tienen palanca, no para los pobres, mucho menos para los muxes pobres”, comenta mientras se acomoda en la hamaca que cuelga en el patio de su casa.
Durante el primer mes del asesinato, los familiares de Niza, encabezados por su tía Rosa, así como integrantes de la comunidad muxe’ de Juchitán, presionaron a la Subprocuraduría Regional de Justicia investigar el caso, exigieron al grupo político de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI), que respaldaba al mototaxista, no interviniera en el caso.
“Peleamos, exigimos, nos manifestamos. Logramos que pasara de cinco a seis meses en la cárcel, luego salió libre. Lo defendieron, el grupo de la COCEI intercedió ante la justicia con abogados y demostró que no había suficientes pruebas para responsabilizarlo. Hoy está en su moto libre por las calles de Juchitán.”
A dos años del asesinato, Peregrina no espera nada de la justicia, simplemente no existe en su entorno. Camina despreocupada por las calles de su barrio, sin temor a encontrarse con Jonás. Él, transita por la ciudad montado en un mototaxi.
II. TERESA
Parezco todo, menos Teresa, comenta sonriendo Gustavo. Sentado en una silla giratoria de la Estética Unisex “Felina” se siente no como hombre, ni como mujer, se siente como lo que es, un muxe’ que vive su vida, sin importar las etiquetas, la ropa o el nombre.
Es modisto en su pueblo natal, Chahuites, población zapoteca de apenas 10 mil habitantes que colinda con Chiapas. Recientemente el INEGI y la SEP catalogaron a Chahuites como el tercer municipio a nivel nacional que posee más cantinas que escuelas; 25 cantinas y 22 escuelas.
Gustavo regresó hace tres años al pueblo después de una ausencia de 30. Primero vivió 20 años en la ciudad de Oaxaca, luego migró a Houston, Texas, donde lo mismo trabajó de modisto como de afanador en un hotel.
La realidad le dio la bienvenida, Chahuites se había convertido en uno de los municipios istmeños con el más alto índice de personas jóvenes con VIH/ Sida, como consecuencia, dos asesinatos de muxes portadores y la discriminación de familias relacionadas con ellos.
No podía sólo mirar, así que emprendió solo una campaña de sensibilización, después se integraron otros amigos. El trabajo le trajo el estigma de que estaba enfermo, aunque no lo está. La discriminación por realizar un trabajo de acompañamiento de personas portadoras del VIH le cerraron varias puertas.
“La gente me discrimina porque trabajo con personas con VIH/Sida. En Chahuites la gente, en su ignorancia, cree que la persona que se relaciona con un portador es también portador, la discriminación es peor si la persona es muxe’. La discriminación comienza en la familia, luego los amigos, los vecinos y hasta la autoridad participa al no brindar apoyo institucional”
En Chahuites se registraron dos asesinatos de muxes que se rumoraba eran portadores, los mataron a machetazos. La versión fue venganza por tener sida. Los familiares no investigaron, no culparon a nadie, les dio vergüenza hablar del tema, todo quedó en silencio.
El activismo en este pueblo del sur de Oaxaca es sumamente difícil, reconoce Gustavo. Muy pocos integrantes de la comunidad muxe’ quieren entrarle, prefieren apoyar desde la clandestinidad, no quieren vivir señalados y marginados, principalmente por la familia.
“Los compañeros trabajan sin que se noten, sin que se sepa que están en la lucha, porque serán señalados. Yo los comprendo, porque yo señalé alguna vez. Cuando veía a otros amigos muxes trabajar contra el Sida creía que ellos eran portadores, que por eso lo hacían, hasta que comprendí. Hoy me hacen lo mismo.”
Los casos de acompañamiento que realiza Gustavo en Chahuites son de personas que son abandonados por la familia y por la autoridad municipal, que sólo entrega un apoyo y se deslinda.
Gustavo cumplirá 50 años en un par de meses, ese día se vestirá de Teresa, la ocasión lo amerita. Reconoce que no porta ropa femenina por atención a su madre, que no acepta del todo esa parte.
Lamenta que la discriminación más fuerte haya llegado a temprana edad de parte de su propia familia. Le entristece que la discriminación ahora llegue por hacer activismo. Le duele ver a sus hermanas morir por odio disfrazado de ignorancia.
III. ADRIANA
La madre de Adriana no soportó la noticia de su muerte, se desmayó en el patio de la casa. El policía municipal dejó caer de golpe el informe sobre el asesinato de su Adán. Adriana Fonseca, como se hacía llamar Adán Sánchez López, fue asesinada el 12 de marzo de 2009 en Juchitán, la ciudad de las flores, es lugar folklórico que extranjeros llaman paraíso muxe’.
Los detalles del cuerpo violentado lo dieron los periódicos de la región. Las páginas policiacas describieron que Adriana fue encontrada en un lote baldío del fraccionamiento La Riviera, zona habitacional de la gente pudiente de Juchitán, con la cabeza aplastada por un block y una varilla atravesada en la mejilla.
Se supo después, por los comentarios de terceros, aunque nunca constó en las investigaciones oficiales, que la asesinaron más de tres jóvenes de su sección, la Novena.
La asfixiaron con una bolsa de nylon y la golpearon entre las tumbas del panteón. “Miércoles Santo” en el barrio de Cheguigo. Nunca se supo la verdad.
La indignación del asesinato obligó al entonces procurador de Justicia de Oaxaca, Evencio Nicolás Martínez Ramírez, reunirse con los representantes de diversas organizaciones y comprometerse a realizar las investigaciones pertinentes, seis años pasaron y nunca se castigó a nadie, ni siquiera un señalado, mucho menos un imputado.
Ahí, en medio del dolor, frente al altar familiar, la madre de Adriana lloró por su hijo, pidió justicia, los funcionarios que llegaron de parte de la Procuraduría de Justicia de Oaxaca hicieron lo que siempre hacen: escucharon, se comprometieron.
Explicaron a la zapoteca, con la ayuda de una intérprete en español, que la investigación estaba marcada con los números 275-2009, que se seguiría por oficio, sólo fueron promesas.
Hoy, Adriana forma parte de los archivos de la nota roja.
QUIEN LA DEBA, QUE LA PAGUE
“Quien la deba, que la pague”, afirma enérgicamente Héctor Renato Morales García, Fiscal para la Atención de Delitos de la Diversidad Sexual de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), departamento recién creado en Oaxaca a presión de todas las organizaciones y activistas de la población Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Transexual, Travesti e Intersexual (LGBTTTI) por las constantes agresiones y asesinatos registrados en la entidad en los últimos años.
Rodeado de integrantes de la comunidad muxe’ del Istmo en un pequeño local del centro de Juchitán, el funcionario suena contundente con su frase “¡Basta de no denunciar! ¡Basta que no nos escuchen!”, a eso le sigue: “No protegeré actos fuera de la ley. Investigaré”, sus interlocutores le aplauden.
Para Renato Morales la denuncia es la parte medular para la actuación, pero muchos muxes temen declarar ante la desconfianza de las instituciones de procuración de justicia o las posibles venganzas de los acusados, pero confía que eso cambiará.
El subprocurador regional de la Procuraduría en Oaxaca, Víctor Fernando Ruiz Méndez, detalla que son tres casos de asesinatos contra integrantes de la diversidad sexual en el Istmo de Tehuantepec desde el 2011.
El primer caso es de Carlos Escobar Silva, de Tehuantepec, quien fue asesinado por Ricardo M. O. de un navajazo en el cuello. El 17 de febrero se resolvió la causa penal y se dio la sentencia condenatoria por homicidio simple con una pena de 12 años de prisión y la reparación del daño por 134 mil 669 pesos.
El segundo caso es de un muxe’ que aparece en los archivos como “NN” en el 2011 y sólo se identifica como “La Flaquita”, de La Ventosa, Salina Cruz. Aquí no hay ni un señalado, ni una sentencia, nada, sólo forma parte de las estadísticas.
El tercero es Elvis Aníbal Santiago Medina de Juchitán, atacado el 28 de abril de 2012. Jonás P. H., fue el imputado, un mototaxista que está libre.
Para el funcionario de Justicia, entre los motivos que llevan a los integrantes de la comunidad muxe’ y sus familiares a no denunciar, están la discriminación por parte de la sociedad, la desconfianza en los órganos de justicia y represalias por parte de los agresores, pero consideró necesario que los familiares den seguimiento a sus casos, ya que los homicidios se siguen de oficio.
Por su parte, la coordinadora de la Diversidad Sexual-Istmo de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Sobre Diversidad Sexual de la PGJE, Felina Santiago, informó que el organismo tiene el registro desde el 2001 de cinco casos de asesinatos de muxes en Juchitán solamente. De esos casos nadie paga una condena.