
¿Hacia dónde va México?
Oaxaca, Oax., 31 de julio de 2009 (Quadratín).- Que ha habido importantes avances en la vida democrática del país en las últimas décadas, es cierto. No se puede obviar por ejemplo, la manera en que las fuerzas políticas de oposición fueron ganando espacios, sobre todo, a partir de la segunda mitad de la década de los 80, pasando por el cisma político del 88, y toda la década de los 90, hasta arribar a la alternancia del año 2000, con el triunfo del PAN en las elecciones presidenciales.
Lo que ha ganado México en términos de libertad de expresión y transparencia también es un punto a favor de la democracia, sin que ello signifique ignorar que aún hay grandes riesgos para el ejercicio periodístico, y que sigue permeando en las estructuras de gobierno, una resistencia a transparentarse.
Pero los avances democráticos del país, así fueran muchos, nunca serán suficientemente valorados por la sociedad, mientras exista una de sus preocupaciones más sentidas: el tema económico. Hoy en los hogares mexicanos, lo que angustia día a día a hombres y mujeres es cómo llevar el pan a casa, y en muchos casos ocurre que, llevarse un bocado a la boca el día de hoy, no es garantía de que mañana también lo harás.
¿Por qué entonces, el avance en términos de democracia no se ha traducido en mejores condiciones (económicas) de vida para la población? No es un tema sencillo de abordar, habrá que decirlo, pero lo primero que hay que apuntar es que los avances democráticos han sido insuficientes para producir un cambio estructural en el país, la oportunidad la tuvo el PAN con su arribo al poder, pero no impulsó ningún cambio de fondo en la estructura del viejo régimen, el andamiaje institucional es en esencia el mismo, pervive el sistema corporativista que vio la luz con el PNR/PRI.
En los últimos 13 años, hasta antes de esta crisis económica de la que hoy se habla, México tuvo un crecimiento económico sostenido que promediaba un 3%, una cifra mediocre y absolutamente insuficiente, constante sí, pero muy por debajo de las expectativas generadas por el Tratado de Libre Comercio (TLC). Pues con la actual crisis económica internacional, aun esa cifra de 3% se ha desplomado. Lo cierto es que más allá de la coyuntura de la crisis económica, México puede y debería aspirar a un mayor crecimiento, ¿por qué no ha ocurrido?
Son muchos los temas a considerar cuando se trata de explicar por qué el estancamiento en el desarrollo del país, por ejemplo: estado de derecho, eficiencia institucional (corrupción), régimen de gobierno, etc. Una vez que se ha hablado de la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales, hablaremos de uno de los aspectos más importantes que nos puede ayudar a entender nuestra mediocridad. Hay un consenso entre muchos especialistas en economía en que lo que agobia a México desde hace muchos años, y que es uno de sus principales problemas, es la falta de competitividad. Esto nos lleva irremediablemente a hablar de los monopolios.
México es un país de monopolios por excelencia, no sólo hablamos de monopolios empresariales, hablamos también del monopolio sindical, del monopolio político y, mención especial merece, del monopolio de los medios de comunicación, particularmente la televisión. Si verdaderamente existiera voluntad política y amor por la patria en nuestros gobernantes, se impulsaría una fuerte política de apertura a la competencia. En cualquier tipo de servicio en el que se quiera pensar, la competencia genera mayor calidad en el producto ofertado y mejores precios para el consumidor. Con una verdadera política pública de competitividad se alentaría la inversión privada y se generarían mayores empleos.
Se ha preguntado, ¿por qué no ha entrado en México una tercera y una cuarta cadena de televisión abierta?, sólo por hablar de una de las áreas estratégicas, que no la única. La respuesta es muy sencilla, porque las autoridades se han doblegado ante esos poderes fácticos que rechazan la competencia. Hoy el gran poder que han acumulado las televisoras les da, no sólo para transgredir la ley electoral sistemáticamente y vilipendiar a las autoridades del IFE, también les alcanza para poner lo que Denise Dresser llama telebancadas en la cámara de diputados, esto es, legisladores que llegan ahí con la consigna de defender los intereses personalísimos del duopolio televisivo, como ocurrió en el pasado proceso electoral.
¿Le parece, amable lector, que eso es sano para el país? A mí me parece deleznable el proceder de los dueños y ejecutivos de esas empresas, pero, sabe?, como lo dice Jorge Castañeda en el ensayo que titula: ¿Y MÉXICO POR QUÉ NO?, el problema no es Emilio Azcárraga Jean, o Ricardo Salinas Pliego, o Carlos Slim, el problema es el sistema político y de gobierno que ha permitido tales distorsiones.
Sería, pues, oportuno, que los ciudadanos reflexionáramos sobre las implicaciones que tiene el hecho de que la televisora más importante del país, Televisa, esté en una campaña abierta para posicionar a Enrique Peña nieto, como el mejor prospecto presidencial del PRI, ¿cree que eso es gratis?
Por ello es muy importante que los ciudadanos estemos atentos y cobremos mayor conciencia de nuestro acontecer político-social.