Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax. 27 de diciembre de 2013 (Quadratín).- El mundo de los transgénicos ha dado un paso más a golpe de aleta. La empresa norteamericana Aquabounty Technologies ha logrado una autorización del departamento de Medio Ambiente de Canadá para cultivar ahí huevos del primer animal transgénico diseñado para el consumo, un salmón.
Este hecho no significa que se puedan encontrar a corto plazo productos derivados del primer animal modificado genéticamente en los hogares, pero todo apunta a que esta autorización supone un gran avance en la comercialización de este tipo de alimentos que hasta ahora solo se habían centrado en el reino vegetal.
Los salmones de la bahía Fortuna, en la isla canadiense Príncipe Eduardo, constituyen la primera operación industrial con un animal transgénico. El objetivo de Aquabounty es conseguir vender los huevos a las piscifactorías del mundo y el tiempo dirá si conseguirán algún día estar en las estanterías de los supermercados. La empresa norteamericana trabaja en este proyecto desde el año 2000 y ha logrado introducir en el salmón un gen de la hormona del crecimiento tomado del salmón real, una especie de mayor tamaño que el salmón atlántico, y una secuencia reguladora procedente de las viruelas, unos peces de parentesco mucho más lejano que viven en latitudes con muy bajas temperaturas. El frío es el principal factor que limita el crecimiento del salmón atlántico así que lo que consigue superar la especie transgénica son esas bajas temperaturas y así puede crecer el doble de rápido que la especie original. El salmón modificado genéticamente adquirirá una talla mayor y apta para la comercialización en solo un año y medio, mientras que el salmón normal lo hace en tres.
La Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA), institución encargada de dar el consentimiento para comercializar el salmón transgénico, reconoce que no contiene elementos diferentes a los del salmón del Atlántico o el salmón del Pacífico. Pero se mantiene a la espera de resultados sobre estudios del impacto en la salud y en el medio ambiente que tiene la modificación genética para poder dar su autorización. El debate está abierto. Europa, ante el tema de los transgénicos, se muestra bastante más desconfiada y restrictiva que la regulación norteamericana, y más del 60% de los miembros de la Unión Europea confiesan oponerse a los transgénicos.
El biólogo Aitor Calero, fiel defensor de los “mal llamados alimentos modificados genéticamente, porque todos los alimentos lo están”, asegura que tienen múltiples beneficios como la seguridad tras 1.800 análisis, mayores niveles nutritivos, menor incidencia de alergias y la colaboración con el medio ambiente al necesitar menos pesticidas.
“No cabe duda de que se trata de un proyecto comercialmente interesante”, admite por otra parte el profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Pío Beltrán, especialista en alimentos transgénico, y añade que “las pruebas son satisfactorias en cuanto no produce alergias ni otros efectos dañinos sobre la salud. El debate se centra en los efectos para el medio ambiente”. El científico advierte, sin embargo, que la invención de AquaBounty no es la solución para el mantenimiento de especies pesqueras, uno de los grandes problemas de la economía pesquera mundial, que tiene problemas para mantener a sus especies.
Los ecologistas denuncian los efectos de los transgénicos en la industria acuícola. El responsable de agricultura y transgénicos de Greenpeace, una de las instituciones más inflexibles ante este tema, Luis Ferreirim, se pregunta si los transgénicos, tanto plantas como animales, son necesarios “antes de seguir malgastando dinero en esta investigación”. El responsable ecologista subraya también que esta actividad canadiense “tiene consecuencias que podrían afectar a los ecosistemas acuáticos en general; la liberación de peces transgénicos debe ser considerada una liberación global y, en consecuencia, debe ser parte del acuerdo multilateral de las Naciones Unidas, el Protocolo de Cartagena”.
La decisión del departamento de Medio Ambiente canadiense puede ser un gran paso. De la mano de los científicos está explotar la versión más positiva de los transgénicos y en un futuro conseguir mejorar la producción alimentaria.
María Milán García
Periodista
Twitter: @Milanotown