La Constitución de 1854 y la crisis de México
**Para Gerardo Gutiérrez Candiani; joven y talentoso empresario oaxaqueño. Deseándole el mayor de los éxitos en su nueva alta responsabilidad. ¡Felicidades!**
Oaxaca, Oax. 14 de septiembre de 2009 (Quadratín).- Una de las situaciones que más indignan a los ciudadanos, son las mentiras de sus gobernantes. Ese malsano y deliberado afán que se traduce en el deseo de venderles una imagen que para nada corresponde a la realidad, o al menos que no se asemeja en lo más mínimo a lo que uno ve y que se puede constatar. Se han dado cuenta los gobernantes– que les resulta más fácil preparar escenarios ficticios, filmarlos, editarlos y distribuirlos a los medios electrónicos, sin importar el costo que eso representa, para que mediáticamente se intente ocultar la realidad que lastima, que indigna y que desespera a los oaxaqueños.
Aclaro, no es que uno esté en contra de tener una ciudad limpia, funcional, ordenada y linda; por el contrario, eso es lo que más anhelamos. Con lo que uno está en desacuerdo, es con la simulación para vendernos algo que no existe y adicional con el alto costo económico que tal estrategia mediática implica, más cuando hay otras prioridades, esas sí, que ayudarían a rescatar a esta Oaxaca herida. Basta con ubicar cuántas colonias de la capital carecen de los servicios básicos: pavimento, alumbrado público, agua potable, vigilancia policiaca, recolección de basura; para entonces entender que en lugar de estar gastando ese dinero en maquillaje, mejor se utilice en una cirugía mayor. Oaxaca –me refiero a su capital– no sólo es el primer cuadro o el centro histórico; pues esta se conforma de agencias, barrios, mercados y colonias cuyo aspecto para nada aportan para una Oaxaca linda; al menos que lo que se pretenda es arreglarle sólo la cara, aunque todo lo demás se encuentre totalmente dañado. Voy a los ejemplos.
Cómo hablar de una Oaxaca linda, si en pleno primer cuadro, los puestos ambulantes no permiten admirar el trazo perfecto de nuestras calles y la belleza arquitectónica de nuestras casas y edificios. ¿No sería más conveniente primero ordenar eso para ofrecerle a propios y a extraños espacios para caminar y transitar libremente? ¿Cómo disfrutar de una ciudad cuasi museo si no hay dónde estacionarse, precisamente porque los pocos espacios disponibles están ocupados por esos mismos puestos? Con frecuencia me pregunto: ¿qué pasará con aquéllos turistas que llegan en su propio vehículo y se encuentran con varias calles cerradas que le impiden llegar a su destino, pero que además lo empujan a ingresar a un embotellamiento que se vuelve infernal en las horas pico? Si nosotros que medianamente conocemos la ciudad, desconocemos de las vías alternas, qué será de nuestros turistas. Supongamos que se viene llegando de México y se opta como ruta el centro; se llega a la Calzada Madero, para que casi al llegar al jardín de mismo nombre
¡oh sorpresa!, el paso está cerrado en una de las principales vialidades como lo es la Avenida Independencia; ¡ni modo!, a transitar por Valerio Trujano cuya propiedad pareciera pertenecer al transporte urbano; filas y filas de éstas unidades impidiendo el paso y originando un gran embotellamiento, a pesar y eso sí hay que reconocerde los esfuerzos del personal bajo las órdenes de Felipe Reyna Romero, quienes impotentes terminan por darse cuenta que poco o nada pueden hacer.
Cuando uno cree haber salvado ya esos obstáculos se encuentra con más calles cerradas: Bustamante, La Gómez Morín, Reforma y otras que van apareciendo cual laberinto y que terminan por llevar al conductor a un sitio que no era el esperado. Entiendo que hay la urgencia de justificar el recurso que se destinó a las campañas de los hoy diputados federales, ¡oigan!, pero al menos coordínense para planificar el cierre de las mismas, ejecuten una, termínenla y entonces sí, comiencen con la otra, porque así, con tantas calles con zanjas, llenas de lodo y sin pasos peatonales, pareciera que Oaxaca hubiera sido bombardeada y que hoy estuviera gravemente herida.
Y no se enojen, esto no es político, ni es partidista; es cosa de sentido común. Cómo hablar de una Oaxaca linda, si resulta suficiente con venir del aeropuerto como eso de las 8 de la mañana con rumbo al zócalo para darse cuenta de que la imagen que hoy tan insistentemente se difunde, sólo existe en la mente de sus creadores y de sus productores. Llegando a la calle de José María Bustamante, vuelta obligada a la izquierda; si bien nos va, unos 10 minutos para cruzar la calle de Miguel Cabrera y llegar a la de 20 de Noviembre (por favor, no se les vaya ocurrir cerrarla, sería el colmo). De ahí a esperar que los camiones urbanos y suburbanos, así como los taxis foráneos, nos permitan avanzar. Si uno se siguió de largo, pues simple y sencillamente ¡ya se amoló!, a entrarle al tráfico por el Mercado de Abasto: calles con baches, agua estancada en las esquinas, cantinas abiertas desde muy temprano, basura por todos lados, y el camino obligado ya sea por Díaz Ordaz o por Hermenegildo Galeana y con ello el caer necesariamente a ese cuello de botella que es transitar por Trujano. Es ahí cuando uno afirma que Oaxaca está herida.
Nadie, absolutamente nadie, está en contra de una ciudad ordenada, funcional y segura; es más, en lo posible como ciudadanos avecindados en ella, hacemos lo necesario y más para que así sea. Estamos convencidos que es nuestra casa y que por el simple hecho de habitar en ella, debemos contribuir en su mejora. Lo que no nos parece correcto es que con una visión política futurista esa síse pretenda engañarnos con una estrategia mediática que ni por equivocación corresponde a la realidad, pero que además conlleva actos de autoridad que por necesidad deben contribuir a su consecución. Mientras que eso no suceda, sostendremos que Oaxaca está herida.
No se enojen, ni se arranquen los bigotes.
(*) Presidente del C.D.E. de Convergencia en el estado de Oaxaca.