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Oaxaca, Oax. 13 de julio de 2009 (Quadratín).- Si alguna elección ha dejado un mensaje claro de lo que la ciudadanía nos está demandando, sin duda alguna que esa es la jornada electoral del pasado domingo 5 de julio. El nivel de abstencionismo, aun cuando haya sido inferior al previamente pronosticado, es resultado de que la sociedad civil se siente poco representada por los candidatos impuestos por los partidos políticos. Institutos políticos que en su mayoría, responden a los intereses de grupos perfectamente identificados con el poder gobernante, y no al clamor de la población. De ahí que el porcentaje registrado como voto nulo, sea una señal de que la ciudadanía desea ser escuchada y ser tomada en cuenta en la toma de decisiones que finalmente terminan por afectarle. Desean candidatos que sean producto del consenso ciudadano y no de imposiciones producto del pago de favores realizados.
Resulta evidente que una elección intermedia para elegir diputados tiene sus propias particularidades, una de ellas es la indiferencia del elector para asistir a las urnas, pues la percepción de que al final los legisladores les darán la espalda, es algo que ha permeado entre quienes teniendo la opción para terminar con ello, se dejan vencer por el desencanto y la apatía. Las propuestas, a pesar de que un gran sector demanda conocerlas, pasan a un segundo plano y termina por imponerse la compra del voto a través de la entrega de regalos o dádivas. Se convierte así, en una competencia desigual entre los candidatos pertenecientes al gobierno en el poder y los candidatos surgidos de las filas opositoras al régimen. Los primeros con todos los recursos humanos, financieros y estructurales a su alcance; los segundos con una propuesta de avanzada, pero que termina siendo opacada por la entrega de despensas, cemento, tinacos y el pago en efectivo a cambio del voto a favor de sus candidatos. En el colmo de la desfachatez, los operadores electorales identificados con el partido en el poder, se ubican alrededor de las casillas para cumplir con su objetivo de comprar el sufragio, mismos que al ser denunciados ante la autoridad, de inmediato se dicen víctimas y son respaldados por los grupos policiales bajo el argumento de quien denuncia tal delito es el que está quebrantando la normalidad de la casilla. Ver para creer.
Al final el resultado favorece a quien mayor recursos entregó a sus operadores electorales y al que más obsequios distribuyó en una población en donde la pobreza de la población hace ver cualquier regalo como un gesto de solidaridad de parte de quien lo envía. Tan sólo el monto que se destina para estos obsequios termina por superar por mucho el tope establecido por el propio Instituto Federal Electoral para cada candidato. Sus promotores y beneficiarios con todo cinismo afirman que gozar de impunidad por tres largos años, bien vale cualquier inversión, y más si no sale de sus bolsas, sino del erario público. Se han acostumbrado a competir con trampas, pero además en lo que pudiera representar el colmo de su cinismo, lo aceptan. Termina pues, por ser un proceso en donde no hay gran participación ciudadana y si la oportunidad para agarrar algo de lo que la población sabe les pertenece.
Situación diferente se presenta con la elección para Concejales y para Gobernador; ahí la gente los percibe como sus gobernantes más próximos, adicional a que los ubican como los responsables del desarrollo de sus comunidades y de sus familias, por lo que de inmediato buscan a quien consideran habrá de representarlos en sus demandas y en sus proyectos. De una elección relativamente tranquila se pasa a una caracterizada por su efervescencia política. Por lo que cualquier proyección o cálculo futurista basado en los resultados de la elección de diputados, resulta erróneo y a todas luces manipulador. Aunque no faltará quien fiel a su costumbre utilice dichos cifras para intentar engañar a la ciudadanía sin más afán que el pretender esconder sus propias preocupaciones. Claro que los resultados ayudan al análisis y más aún, permiten obtener lecturas claras tanto de los ciudadanos que votaron, como de aquéllos que no lo hicieron y que son -lamentablemente– la mayoría.
De ahí que el clamor ciudadano después de conocer los resultados, sea en el sentido de que para derrocar al mal gobierno oaxaqueño, la única opción es formar una gran alianza opositora que busque las coincidencias y los acuerdos necesarios por encima de colores o ideologías; que permita enfrentar a ese gran aparato del estado que con descaro suele operar para sostenerse en el poder y seguir haciendo de las suyas. Y las primeras voces que se han escuchado van en el sentido que esta gran alianza debe ser impulsada desde la sociedad civil y respetada por los partidos políticos; y totalmente ajena a las cúpulas que frecuentemente anteponen sus pretensiones particulares a los objetivos superiores de una población ávida de un cambio democrático y pacífico en nuestro estado. Quienes estamos de acuerdo con esta visión, consideramos que deberá ser la misma ciudadanía y las bases de los partidos políticos quienes deberán señalar la ruta a seguir; deberán ser ellos mismos los que alienten y se organicen para la construcción de ese gran frente que habrá de irse consolidando con miras a un Oaxaca mejor y diferente al que nos ha tocado vivir en los últimos años. Será el pueblo y únicamente el pueblo, el que deberá con su sabiduría alentar esa gran alianza; pues reiteradamente ha quedado demostrado que yendo divididos en cualquier elección, el gran ganador lo es el pri-gobierno.
Primero deberá ser el proyecto, su plataforma, sus alcances y luego –para aquéllos que han mencionado nombres que la oposición no ha dicho deberá ser el hombre o la mujer que deberá asumir la responsabilidad de abanderar dicha alianza. Sólo así se podrá recuperar la confianza y el interés de los ciudadanos que demandan ser parte activa en la lucha por la transición democrática en el estado. Presuma desde ya que será la sociedad civil la encargada de llevar a cabo tal demanda. Que no quede la menor duda.
(*) Presidente del C.D.E de Convergencia en el estado de Oaxaca.