¡Pero qué necesidad!
Oaxaca, Oax. 6 de noviembre de 2010 (Quadratín).- Según Octavio Paz La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida. Para él y muchos otros hombres de letras, el concepto de la muerte se implanta desde la niñez y mucho tiene de ritual, que nunca le tememos, que hasta le reímos y celebramos cada que podemos, pero el proceso que lleva a la muerte en circunstancias dolorosas como una enfermedad, en este caso el cáncer, es difícil de comprender y aceptar tanto para el paciente como para los que lo rodean.
En este mes que se festeja a la muerte, abordaremos este complejo pero fundamental en el trato al paciente con cáncer.
A pesar de que la ciencia ha avanzado mucho y cada vez más los tratamientos oncológicos logran mayor porcentaje de curación y sobrevida, no podemos ignorar que la mortalidad por cáncer representa aún una cifra importante, registrándose de acuerdo con la OMS alrededor de siete millones de muertes anuales por esta enfermedad en el mundo.
En México, según datos del INEGI en el año 2008 el cáncer representó la tercera causa de muerte. En nuestro país los recursos destinados al tratamiento de pacientes oncológicos, en su mayoría son empleados con objetivos curativos, las medidas de cuidados paliativos, es decir, cuando el paciente no alcanza la curación, son prácticamente escasas e ignoradas y desafortunadamente en muchos casos el paciente es abandonado por el equipo de salud, muriendo con dolor y angustia, generando un sufrimiento aún mayor en el paciente y su familia.
Este abandono puede deberse a la falta de preparación por parte del aparato médico y a lo difícil que resulta enfrentarse día a día al dolor, muerte y sufrimiento del paciente en estado terminal, lo que lo lleva a confrontarse con su propia mortalidad, consciente o inconscientemente.
Este miedo a la muerte se manifiesta con la negación; mecanismo que protege al especialista de involucrarse emocionalmente con el paciente, desatendiendo los miedos del enfermo, centrándose únicamente en las cuestiones físicas. Algunos médicos incluso ignoran el nombre del paciente y su historia de vida, viéndolos sólo como un expediente más.
Sin embargo, la persona que enfrenta una enfermedad terminal necesita ser escuchada y comprendida, ya que se encuentra vulnerable y sensible, lleno de dudas y temores, sintiéndose incomprendido, desesperanzado, con enojo, lo normal en este tipo de pacientes, puesto que su estabilidad es amenazada.
El equipo de salud, tiene la opción de aplicar estrategias sensibles para facilitar en estos pacientes el proceso de aceptación de la muerte. Por medio de la observación y empatía identificar sus necesidades tanto físicas como el alivio del dolor, psicológicas, espirituales y sociales, preguntando directamente al paciente y permitiendo la expresión emocional; tomando en cuenta que nuestras intervenciones deben ser oportunas y eficaces, porque el tiempo es apremiante para él.
Sensibilizar a los familiares para hacerlos participes del proceso de despedida, en la resolución de asuntos legales y administrativos, fomentando una comunicación abierta y de calidad.
Para que el especialista logre brindar una atención de calidad al paciente terminal es primordial que enfrente su propio miedo a la muerte y acepte que a pesar de los avances médicos ésta en algunos casos es inevitable.
Como reflexión final, podemos decir que a pesar que el mexicano se ríe de la muerte, en el fondo es temida y rodeada de silencios. Esto como resultado de la crisis de valores que vive nuestra sociedad, en dónde la gente es reconocida por su belleza, juventud y riqueza, olvidando su esencia, llegando al final de la vida con la sensación de vacío, resistiéndose a morir para poder encontrarle un verdadero significado a su existencia.