Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
OAXACA, Oax. 17 de septiembre de 2014 (Quadratín).-Giovanni Sartori ha dicho adiós. No escribirá más. Con un texto para el Corriere della. Será titulado “El eclipse del homo sapiens”, el científico social más distinguido del siglo 20 en el tratamiento de la democracia, se ha despedido.
El suceso debió cimbrar al mundo, sin embargo a pocos, muy pocos, importó. Que una personalidad del tamaño de Sartori deje de escribir, implica que una parte de la realidad se dejará de transformar.
Y es que sus textos eran motor de las sociedades occidentales; movían e iluminaban, transformaban. No solamente sus profundos volúmenes académicos, también sus breves, pero no menos profundas colaboraciones para la prensa.
“Fiel a su costumbre florentina, discreto y polémico, con ironía, buenas maneras y de buen ánimo”, como elocuentemente lo describe Jorge Islas, Sartori acompañó con su genio la segunda mitad del siglo 20, la misma que vio incubarse y desarrollarse a la ciencia política contemporánea y especialmente la de México.
Su último texto lo inicia así: “Siempre sostuve que la ciencia política en particular y las ciencias sociales en general deben ser, o intentar ser, disciplinas predictivas, capaces de prever”. Y en esa creencia descansa su frustración y su pesimismo.
El homo videns, ese que solo intuye y se deja guiar por las seductoras imágenes de la televisión y por la “limitada y precaria prosa de las redes sociales” (Jorge Islas dixit), le tiene ganada la partida generacional al homo sapiens, ese que -se supone- comparte y entiende principios fundamentales y vitales para la democracia como la libertad, la justicia, la igualdad, la legalidad, la pluralidad, la diversidad y la inclusión.
El fracaso de la política que percibimos casi a diario en forma de bloqueos, marchas, plantones, policías en brazos caídos, parálisis legislativa, falta de servicios, desempleo, ambulantaje, pobreza, etcétera, se debe en mucho a la incapacidad de los seres humanos de asumir plenamente su papel de homo sapiens; incluidos (y en primerísimo lugar), los gobernantes.
Quienes gobiernan no entienden estos valores, no entienden qué es el Estado, no saben nada de categorías políticas; usan a la democracia solo como requisito discursivo, no entienden a la política fuera de la lógica de un pastel que hay que comerse o hay que repartir. La política para ellos se reduce a dinero.
“Todo es dinero” dicen, y los billetes son la única respuesta posible, para ellos, a las demandas sociales. La gobernanza depende tristemente del dinero, pero no del que se invierte en programas o infraestructura, sino del que se reparte como contraprestación al gran favor de no desestabilizar… y a veces sin éxito.
Quienes gobiernan Oaxaca no entienden ciencia política porque no quieren, porque no les interesa. No es necesario ir a la universidad para entenderla, es necesario estudiarla, así sea por autodidáctica y a nuestros gobernantes no les gusta estudiar. Y hay serias sospechas de que ni la prensa leen, porque de otra manera se mostrarían más sensibles a la crítica que construye y a los fundados señalamientos.
¿Qué vamos a hacer sin Sartori? Nada. Así de simple. Seguiremos viendo la tele y desaprovechando el gran potencial que tienen las redes sociales.
¿Quiénes extrañarán a Sartori? Solo sus alumnos y uno que otro romántico de la teoría, desinteresado de la práctica.
La política es el arte de hacer posible lo deseable. “Hacer” implica transformar; y para transformar hay que predecir.
César Cansino decretó fukuyamescamente la muerte de la Ciencia Política y esgrime argumentos convincentes.
¿Qué nos queda? Seguir estudiando ciencia política. Incentivar a las nuevas generaciones a abrazar, mientras su acelerada balcanización le permita seguir existiendo como tal, esta noble profesión con aplicaciones tan prácticas como la medicina o la ingeniería.
Los politólogos habrán de ser los médicos, los arquitectos y los ingenieros de las sociedades que queremos para nosotros. Y si esos politólogos, los buenos politólogos, algún día pueden ser gobernantes, podremos estar un poco más tranquilos.
Por ello es de reconocerse y aplaudirse la feliz iniciativa de nuestro paisano Carlos Ramírez, autor de la columna Indicador Político por la creación de cienciapolitica.mx , un oasis para los estudiosos y aficionados de esta disciplina. Qué bueno que el prestigio de su columna se ponga al servicio de la causa de las ciencias sociales.