La cuesta del T-MEC
Oaxaca, Oax. 7 de septiembre de 2009
I
Hoy que el PRI se encuentra en la antesala de recuperar la presidencia de la República, es que decidí esbozar algunas ideas en torno a esta polémica institución llamada Partido Revolucionario Institucional.
II
Al inicio de su capítulo 7, Giovanni Sartori en Partidos y sistemas de partidos, parte consciente o inconscientemente de una enorme verdad que da sustento a lo que en estas líneas se trata:
una comunidad política sigue las normas de la competencia cuando en el momento de las elecciones casi todos, sino todos, los escaños se disputan entre dos o más candidatos al puesto.
De la entera lectura de los textos sartorianos uno puede extraer como principal conclusión que, para el autor de la Teoría de la Democracia, el criterio principal para distinguir y clasificar a los sistemas competitivos y a los no competitivos, es el del partido político, sin embargo en su caracterización inicial ¿por qué habla de disputa entre candidatos y no entre partidos?
A quien esto escribe le queda la sensación de que el autor no distingue entre partidos y candidatos, tal vez porque en el tiempo en que Partidos y sistemas de partidos era escrito (1980), ello era innecesario.
De 1980 a nuestros días las cosas han cambiado enormemente. Han cambiado tanto que me atrevo a afirmar que, de la misma manera que el Partido Nacional Revolucionario fue muy diferente al de la Revolución Mexicana y este a su vez del Revolucionario Institucional, el PRI en la actualidad dista mucho aunque conserve nombre y emblema- del que competía por el poder en 1980.
Mi tesis central es entonces que el PRI, al margen de naturales transformaciones exógenas y endógenas, no es ya más el típico partido Hegemónico Pragmático que Sartori vió en la página 279 de su texto.
III
Hay que considerar de inicio que en un sistema de gobierno federal o federado como el mexicano, su sistema de partidos comparte la misma característica. Los partidos políticos en México pueden ser nacionales o locales, y los nacionales son entonces entidades de interés público con un comité nacional, pero también con representaciones en cada una de las entidades federativas.
En el caso del PRI, no obstante (supongo sin conceder) estar estas representaciones llamadas Comités Directivos Estatales concentradas o subordinadas en torno a un centro de decisiones que es su Comité Ejecutivo Nacional, despliegan su trabajo en un subsistema político aparte, que es un sistema político local o estatal, muy diferente en su realidad al suprasistema político nacional. Cada entidad federativa tiene su propia realidad política y la realidad oaxaqueña es más en estos tiempos- especialmente distinta a la de cualquier otro sistema.
IV
Es curioso que hoy apliquemos para Sartori lo que él mismo dijo: Hay todo género de errores conceptuales, de interpretación y de predicción que son resultado de nuestra incapacidad para introducir en ningún marco adecuado al PRI mexicano
.
Para el italiano, en 1980, en el hegemónico PRI, las decisiones las tomaba su comité central, compuesto de siete miembros, siendo que desde entonces las decisiones eran tomadas por mandato estatutario por los dos órganos colegiados aludidos en el punto I de este ensayo, y de facto por el jefe nato del partido que era el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, nunca por el Comité Ejecutivo Nacional. Aquellos eran los tiempos en que el PRI había pasado a ser de un partido hegemónico ideológico, cuyo punto culminante fue el período presidencial del Gral. Lázaro Cárdenas del Río, a uno hegemónico pragmático, aparejado con el distanciamiento cronológico del movimiento revolucionario de 1910 y con aquello en que parece asistir la razón a Sartori:
El término de partido revolucionario ha seguido el destino de todas las palabras que se ponen de moda y hoy día pertenecen más bien al reino de la retórica que al estudio de la política.. Para 1980, completamente de acuerdo con nuestro autor, el PRI era un prototípico partido hegemónico pragmático. Tuvo que idear en los lustros previos una reforma constitucional para incorporar a la cámara federal diputados de partido y posteriormente diputados plurinominales, haciendo de nuestro sistema electoral un sistema mixto. El nuestro era un sistema en dos niveles, ocupando el primero el partido hegemónico y el segundo, los restantes partidos satélites a quienes habría que fortalecer desde el partido hegemónico para garantizar una democracia formal o aparente.
V
EN 1988 se inaugura, sin embargo, una nueva etapa en nuestro sistema político nacional. En ese año El PRI no estuvo dispuesto a reprimir a los grupos a la izquierda que se convertían en una amenaza ni siquiera por motivos de seguridad interna. El resultado: la elección más competida en la historia de México y fuertes cuestionamientos a la potencial poliarquía mexicana que con la pérdida de la credibilidad de sus instituciones electorales, perdía asimismo toda posibilidad de alcanzar ese galardón político.
A partir de entonces el PRI y por consecuencia México no volvieron a ser los mismos y cambiaron radicalmente hasta que en el 2000 la alternancia en el poder se dio. En el 2000 encontramos notas claras de un sistema de partidos competitivo, como seguramente lo tendremos en 2006. El PRI deja de ser entonces el partido hegemónico iconográfico del siglo XX.
Después de la derrota, el PRI replantea su relación con la sociedad y la dinámica de sus relaciones interiores. Convoca de urgencia a una nueva Asamblea Nacional (la XVIII) y reforman sustancialmente sus normas internas, instaurando la figura de los procesos internos de selección de dirigentes y candidatos. El resto de la historia ya lo conocemos.
VI
No obstante no haber registro alguno de la historia del PRI en Oaxaca, es de suponerse que desde su aparición desarrolló una historia paralela a la de su comité nacional y la suposición se extiende igualmente a la naturaleza hegemónica de este partido en Oaxaca. El estado presenta, no obstante, dos momentos importantes en que puede dejar de ser considerado como sistema no competitivo: 1998 y 2000.
1998 marca el primer proceso electoral competido en Oaxaca. Tres son los principales partidos contendientes que dividen la intención del voto. El PRI y el PRD se alzan con las cifras más altas y tras una gran expectativa pero sin impugnaciones de trascendencia, José Murat es declarado gobernador electo primero y después constitucional. Oaxaca no volvería a ser el mismo.
Al perder en el 2000 la jefatura natural del presidente de la república, el poder al interior del PRI se repartió entre sus gobernadores. Y la generosidad del sistema federal brindó al PRI la oportunidad (excelentemente aprovechada) de reorganizarse a partir de las gubernaturas que en mayoría detentaba. En aquellos estados sin gobernador priísta el liderazgo de los comités lo ejercían entre la dirigencia nacional y algún diputado federal o senador de la república. 2006 fue inundado por un fenómeno que partió al país en dos: el norte fue azul y el sur amarillo. Pero fue un fenómeno que duró poco y en los años subsecuentes las aguas recuperaron su real nivel y el PRI se reposicionó nacional y regionalmente como la primera fuerza política de la república.
VII
Cierro este ensayo esbozando un breve análisis del sistema de partidos en Oaxaca y con su actual circunstancia. 2004 marca un año crucial en la historia moderna de la entidad.
La contienda electoral, la más cerrada e intensa de cuantas hemos vivido en Oaxaca y una de las más complicadas en la historia de México, no fue enteramente protagonizada por partidos, de inicio, no hubieron partidos.
Dos coaliciones (formadas por partidos políticos nacionales) y un partido local en desventaja, se presentaron al proceso. De facto la lucha fue entre un candidato y un partido, no entre dos coaliciones. Ni entre dos candidatos, ni entre dos candidatos con sus coaliciones. Para 2010 pretenden repetir la historia los mismos involucrados. Los resultados esta vez serán seguramente diferentes.
Con esto quiero cerrar el círculo aproximándome al inicio de este ensayo. Siendo estrictos, si hablamos como Sartori, de una disputa entre candidatos, podríamos decir que el oaxaqueño es un sistema de partidos competitivo, toda vez que Gabino Cué y Ulises Ruiz protagonizaron una elección disputada, hubo competencia y hubo competitividad.
Pero no podría faltar quien argumentara que, competencia y competitividad aparte, en Oaxaca no existe un sistema competitivo en los términos de Sartori, en virtud de que la competencia no fue ni entre partidos, ni entre candidatos. Cué era, de hecho, la figura más prominente de un lado y el PRI era la figura más prominente del otro.
Fuera de la contienda y hablando estrictamente de partidos políticos. Oaxaca puede ser aún considerado un sistema no competitivo, con competencia, pero sin competitividad. Solos no le ganan una elección al PRI ni el PAN, ni el PRD, ni Convergencia, ni mucho menos los tres restantes (PVEM, PT y PUP). El PRI en Oaxaca es, bajo la óptica de Sartori, un partido dominante porque: siempre que encontramos en una comunidad política, un partido que deja atrás a todos los demás, este partido es dominante en el sentido de que es considerablemente más fuerte que los otros.
Encuentro útiles las siguientes evidencias: I) El PRI es el único partido que tiene estructura y la moviliza; II) El PRI es el único que demuestra trabajo en épocas no electorales; y III) El PRI es el único que operacionaliza su centro de capacitación política.
En este escenario no es descabellado suponer que aunque sea de facto, corremos el riesgo de convertir en profecía lo que Sartori observó al otro lado del mundo:
la pauta del monopartidismo dominante llega a ser un monopolio natural siempre que una escasez espantosa de aptitudes y de personal calificado, implica que, de hecho, no está en juego una pérdida de potencial pluralista.
Y de ello no tendrá enteramente, ni siquiera significativamente la culpa, el PRI.
Foto: Archivo Quadratín