La Constitución de 1854 y la crisis de México
Espurio
El 3 de octubre fue la fecha dispuesta por la presidencia de la República para la entrega del Premio Nacional de la Juventud, máximo galardón que el gobierno de la nación entrega a los jóvenes más destacados e diferentes ámbitos de la vida.
Veinte son los que se entregan y lo hace, nada más y nada menos que el detentador de la primera magistratura del país, el señor presidente. Lo más granado de la juventud mexicana en la ciencia, el arte y el activismo se da cita para estrechar la mano del presidente y recibir diploma, medalla de oro, roseta de oro y 130 mil pesos.
El marco: el patio central del Palacio Nacional. La ceremonia casi terminaba, habían hablado los que tenían que hablar, incluida Eufrosina Cruz Mendoza, nuestra paisana, reivindicando los derechos políticos de la mujer mexicana, preponderantemente los de la mujer indígena; Calderón cerraba el evento, felicitaba y celebraba el éxito de los galardonados y el orgullo de sus familias.
En tanto se solidarizaba con la lucha de la oaxaqueña, uno de los galardonados en el área de actividades académicas, cuyo nombre pasa a segundo término, se levantó y le gritó espurio.
La increpación se dio al momento en que el Presidente hacía mención de que a Eufrosina le habían robado una elección. Más tarde el pelirrojo experto en matemáticas explicaba yo ya he decidido desde hace mucho tiempo que Calderón no es mi Presidente. Llegó espuriamente.
Entró a través de un fraude, he visto análisis estadísticos de las elecciones y es obvio que es un fraude. Hay asimetrías estadísticas que son imposibles de explicar a menos que haya un fraude. Es la voz de un experto, se supone.
Por algo le dieron el premio. Con razón o sin ella, la conducta tiene más de criticable que de valiente. Reconoce que no es su presidente, pero acepta y se va con el premio y con el dinero, más digna e igual de valiente es la actitud de aquella joven que rechazó un premio de manos de Miguel de la Madrid.
Pero inmediatamente surtió efectos para muchos más que deseados. Los medios mostraron lo mejor de su línea editorial. La jornada le dedicó toda su primera plana; Proceso su portada entera; algunos entre azul y buenas noches y otros lo minimizaron; las páginas de internet no se diga, en los buscadores tuvo la escena, top en consulta y en el youtube.com basta con teclear espurio para que aparezca la imagen televisada cortesía del Universal.
Fue una guerra mediática que seguramente solo fue un mal rato para Calderón. Asuntos verdaderamente importantes, comenzando por los efectos de la crisis económica sobre nuestro país, coparon de inmediato la agenda nacional que el desplante de un joven que da la razón a George Bernard Shaw (ambos erramos en el autor de la cita, maestro Carballido) cuando decía que la Juventud es una enfermedad que se cura con los años. Lo que México requiere es una juventud que construya y ese grito no construyo nada. Antes bien destruyó la solemnidad de una ceremonia que merecían disfrutar los 19 galardonados restantes y sus familias. La emoción de ese instante esperado mucho tiempo fue secuestrada y a los lopezobradoristas les fue ofrecido un festín, espero yo, inesperado. De Eufrosina y su interesante intervención, preparada, meditada, reivindicadota, constructiva, pocos se acuerdan. Un grito pudo más, pero mucho más que mil palabras. Todos quienes ahí estuvimos emitimos de inmediato nuestro juicio y unánimemente fue de reprobación. El mejor estudiante de México reprobó uno de sus exámenes más importantes.
Además de Eufrosina, otras dos talentosas Oaxaqueñas ganaron el premio. Nidia Soledad Martínez Esteva en oratoria, entrañable amiga a quien conocemos desde que pronunciaba sus primeros discursos y a quien acompañamos en su primer subcampeonato nacional en Tamaulipas. Su talento y capacidad nunca se ha puesto en duda y hoy, su trayectoria fue la mejor indiscutiblemente. Y Lizbeth Gutiérrez Sosa, originaria de Teotitlán del Camino, quien con la magia de sus manos y con el fuerte impulso de Baruc Alavez y Gloria Toledo desde el Instituto Oaxaqueño de las Artesanías, ganó no solo la distinción en el área de Artes Populares, sino un premio del FONART. Ellas dos junto con Eufrosina Cruz, de quien escribimos en nuestra entrega anterior son tres oaxaqueñas destacadas y además ejemplares, muestra de que el trabajo el esmero y la dedicación son la única fuerza que construye; el grito, la denostación y la tenebra son malas compañías y alejan los éxitos. Para muestra basta no uno, tres botones. Además de ellas, Oaxaca gana este año también dos premios nacionales de la Juventud Indígena y una mención honorífica, pero de ellos escribiremos en otro momento.