La Constitución de 1854 y la crisis de México
Oaxaca, Oax., 25 de enero de 2010 (Quadratín).- Un inocultable temor comienza a respirarse de cara a la elección de julio entre no pocos actores sociales y políticos, tanto individuales como colectivos. Es una sensación que se esparce por el país con la rapidez de un rumor no tan descabellado: De ganar un candidato suyo, Oaxaca será la fuente de recursos para la nueva aventura presidencial de López Obrador. Fundado o no, resulta un peculiar ingrediente de comunicación política. Lo cierto es que nada mejor podría pasarle al presidente legítimo. Le ha apostado todo su capital (o el que le quede) al senador Cué, con ningún otro aspirante de ningún otro estado ha hecho recorridos, ni se ha tomado el tiempo que con Gabino ha invertido. Es su proyecto, su esperanza, el santo al que le tiene prendidas todas sus velas. Quiere hacer de Oaxaca -mosaico multicultural a modo para su retórica redentora- el cuartel general de la precampaña que lo sitúe con recursos públicos de los oaxaqueños- en la ruta para su segunda odisea. El peje necesita oxígeno, los recursos no son infinitos; mucho menos la generosidad de sus simpatizantes o patrocinadores. Una precampaña presidencial es costosa, pero nada que el padrinazgo de un gobierno estatal no pueda resolver. Al senador, el PAN le condiciona su apoyo no solo al reconocimiento del presidente Calderón, sino prácticamente al desconocimiento de su gurú tabasqueño, que desde luego no se dio ni se dará. No sabemos si es verdad como también se rumora- que a los más altos niveles, el pacto de autoexclusión del PAN de cualquier alianza con la izquierda desde hace meses está sellado y firmado con sangre azul sangre presidencial. De cualquier forma Gabino se atrapó en un galimatías. Explica en entrevista con Reforma que de llegar a ser gobernador de Oaxaca su persona estará con el presidente legítimo, pero su investidura con el constitucional. Su corazón para AMLO, y su razón para Felipe. Lo cierto es que declaraciones como esta le ponen más lejos del panismo. Lo mínimo que los militantes de Acción Nacional esperaban era un deslinde total, así fuese actuado. Los calderonistas no parecen estar dispuestos a abrir la puerta de un hipotético triunfo a un caballo que en su interior albergue a un pejelagarto. Volvería a arder Troya. Ese fue básicamente el mensaje que Manuel Espino trajo a Oaxaca; purista como es, puso en predicamentos a la dirigencia estatal albiazul que intentó con el PRD local tenderle una barricada desestimando sus declaraciones. Algo de razón debe asistir a quien fue presidente nacional del partido que ganó la elección en 2006. Pero Espino vino a actuar un monólogo, nunca podía haber clase alguna de diálogo; los panistas aliancistas hablan en otro lenguaje, tienen otro código, están en planos diferentes de entendimiento. Espino habla el lenguaje de las convicciones, de la ideología, de la historia, de los principios de la filosofía partidista; los locales hablan el lenguaje del pragmatismo, de la inmediatez del fin que justifica los medios y el fin es más que claro: una coalición sin prejuicios dijo Gabino a Érika Hernández de Reforma. Espino llama principios a lo que Cué califica como prejuicios. El PAN, PRD, PT y Convergencia están construyendo una agenda común bajo la consigna de no imponer el tinte ideológico de estos partido (Reforma. Miércoles 20 de enero. P. 7) remata nuestro senador que dentro de unos días nos regalará una costosa transmisión televisiva de su informe legislativo. Seguramente nos informará muchas cosas buenas que lo harán presentable como candidato y lo ratificarán en la cima de las encuestas de la coalición donde el tuerto sigue siendo rey. Hubiese resultado magnífico escuchar, para guardar congruencia, dentro de ese informe de actividades que tendrán que ser eminentemente legislativas y no de gestión, una iniciativa de reforma constitucional que modifique el segundo párrafo de la fracción I de nuestro artículo 41 constitucional que a la letra dice: Los partidos políticos tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de ciudadanos hacer posible el acceso de estos al ejercicio del poder público DE ACUERDO con los programas, PRINCIPIOS e IDEAS que postulan . Las coaliciones electorales tienen su base en los partidos políticos y este párrafo le sale sobrando al Senador Cué y compañía. Con una coalición los partidos contribuyen a integrar la representación nacional y si una moda de pragmatismo habrá de imponerse, que en un acto de decoro legislativo, se proponga modificar la constitución y la ley electoral para no violarla. Que a los partidos para poder existir ante la ley, les sea dispensado también el requisito de presentar, entre los documentos básicos, una declaración de principios. Al fin y al cabo para algunos los hombres ya son todo y las instituciones son nada.