Cortinas de humo
MÉXICO, DF, 16 de marzo de 2015.- En las semanas recientes se ha recrudecido la volatilidad financiera en el mundo, con las consecuencias previsibles en México, manifestadas principalmente en el tipo de cambio.
La depreciación del peso con respecto al dólar se debe en mayor medida a tales condiciones externas, como está ocurriendo en tantos otros países. Es producto, sobre todo, del renovado empuje de la economía estadounidense, que incide para que se revalorice su moneda y se intensifiquen las expectativas de que el anticipado aumento de sus tasas de interés, tenga lugar más pronto.
Por estos motivos, la presión sobre el peso y otras monedas debe ser temporal, y nuestro tipo de cambio podría tender a repuntar más adelante en el año. Sin embargo, como se presenta el escenario, es claro que la volatilidad, la incertidumbre y la especulación en los mercados internacionales puede durar un buen tiempo, quizás cuando menos toda la primera mitad del año, hasta que haya los cambios previstos en la política monetaria de Estados Unidos.
Todo esto se refleja en México con particular fuerza, tanto por nuestra vecindad con ese país, como por la profundidad del peso, que se ha convertido en una de las divisas más cotizadas. Por otro lado, un factor adicional fuera de nuestro control es la abrupta caída de los precios del petróleo. Significa un dramático recorte en los ingresos públicos, y de acuerdo a analistas y los futuros que se negocian en los mercados, no se vislumbra que la cotización del crudo vaya apreciarse de manera significativa, cuando menos en una perspectiva de dos años.
Ante este panorama, es claro que se impone la exigencia de un monitoreo puntual del desarrollo de los acontecimientos, a fin de evitar riesgos a la estabilidad macroeconómica.
Es clave la capacidad de anticipación, tanto como la de reacción rápida y la de adaptación, como lo han sido las medidas implementadas para equilibrar el mercado cambiario y los recortes al gasto que se anunciaron hace poco, que contribuyeron a generar confianza en los mercados internacionales.
Más que en este año, los retos más grandes se perfilan hacia el 2016. Se impone la prudencia en el manejo de las finanzas públicas, para evitar el riesgo de que se presenten faltantes. No obstante, también resulta prudente y sensato que no cerremos la posibilidad de revisar con objetividad alternativas favorables para el mercado interno, el consumo, la inversión, el empleo y el crecimiento, sin afectar las variables fundamentales del equilibrio macroeconómico.
No se puede esperar resultados significativamente distintos en un corto o mediano plazo, sin ajustes o cambios en políticas públicas y empresariales. En este sentido, vemos muy positivo el anuncio, hecho en febrero, de la intención del Gobierno de emprender un proceso de adecuación presupuestal de base cero para el próximo año.
Si hay voluntad de ir a fondo en esta tarea, que significa revisar de manera integral el presupuesto público sin temas cerrados, a fin de lograr reasignaciones y eficiencias, a la par que se eliminan riesgos, se podrán obtener más recursos para colocarlos en los asuntos prioritarios para la sociedad y el crecimiento económico. En esta tarea, debemos empezar a trabajar desde ahora. Será, además, razón de más para buscar formas de atenuar la presión fiscal que hoy tienen las personas y las empresas, que ha afectado al mercado interno de manera importante.
Hay que hacer una reingeniería presupuestal en los tres niveles de gobierno, una tala de costos evitables, como los que derivan de corrupción, ineficiencias, programas sin beneficio real o demostrable, que pueden redirigirse o mejorarse, así como gastos superfluos, incompatibles con la situación del país. Todo esto es parte fundamental de la gran reforma hacendaria pendiente, que debemos ir construyendo en México.
Los principales riesgos son claros: que se prolongue un estancamiento en el mercado interno, que las inversiones esperadas se retrasen, un aumento en el déficit y la deuda pública, la volatilidad en tasas de interés y tipo de cambio, y desde luego, la inseguridad, así como los problemas de gobernabilidad democrática y Estado de derecho.
De lo que se trata es de reducir estos peligros y acometer con diligencia las oportunidades y ventajas evidentes y previsibles para este ciclo 2015-2016, como lo son el factor crítico de la implementación de las reformas y la generación de mayor certeza y confianza, tanto para la cohesión social como para la inversión, con esfuerzos sólidos a favor del Estado de derecho y el Sistema Nacional Anticorrupción.
En la medida en que logremos maximizar las oportunidades y eliminar o esquivar los riesgos, podremos asegurar un crecimiento de 3% o más tanto en 2015, como en 2016; de lo contrario, éste se acercará más a alrededor del 2.5 por ciento.
Hay visos alentadores en variables como el consumo y el crédito, si bien aún incipientes. Las ventas a tiendas comparables de ANTAD crecieron 5.1% anual en febrero, el mejor desempeño para ese mes desde 2012. La confianza del consumidor aumentó ligeramente. En dos años, el financiamiento para las Mipymes subió 9 por ciento.
Por otro lado, conforme avanza el año, y más aún en 2016, se aceleran proyectos de inversión importantes, como la Ronda 1 derivada de la reforma energética, el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, las cadenas de televisión abierta que se han licitado, entre otros.
Además, habrá buenas condiciones para la exportación y la manufactura, con la economía estadounidense al alza e inclusive un tipo de cambio competitivo.
Lo que corresponde es dar más empuje a las incipientes señales de mejoría y a las oportunidades en el escenario, con medidas de efecto rápido, como pueden ser esquemas fiscales para que haya mayor liquidez en las familias y las empresas.
Tenemos que aprovechar para todo ello los espacios que hemos creado entre el sector público y el privado: Consejo Consultivo Empresarial para el Crecimiento, Comité Nacional de Productividad, Comisión Intersecretarial para la Prevención y Combate a la Economía Ilegal, Grupos consultivos para el apoyo a las negociaciones internacionales, Mesa de Gasto Público con SHCP, Convenio Conago-CCE entre otras.
En la medida en que reforcemos esta coordinación para una actuación eficaz en el corto plazo, sin perder nunca de vista la construcción estructural para lograr un crecimiento sostenible de al menos 5% anual, como lo necesitamos, y podemos, estaremos cumpliendo con el gran desafío de romper con la inercia económica que hemos tenido por décadas.