Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Oaxaca, Oax. 01 de mayo 2012 (Quadratín).-El fenómeno migratorio internacional hacia nuestro país y a los Estados Unidos de Norteamérica es resultado de la crisis económica, de los procesos políticos armados que determinan a miles de centro y sudamericanos a pedir refugio y asilo porque temen perder la vida a manos de la guerrilla (LAS FARC, ELN), brigadas blancas, o bien, morir de hambre por el empobrecimiento y deterioro de las condiciones de vida en sus países de origen. El desempleo, la marginación, la falta de oportunidades y de trabajos dignamente remunerados los obliga a buscar una vida mejor en un país diferente al suyo.
Así por ejemplo, México se ha convertido en la segunda ruta migratoria irregular de los cubanos que quieren llegar a los Estados Unidos y deciden salir de su país por no estar de acuerdo con su sistema de gobierno.
La migración trae como consecuencia otros riesgos muy graves, como son el tráfico y la trata de personas. El primero es la importación de personas a Estados Unidos. El segundo una forma de esclavitud o explotación sexual con fines comerciales. Ambos son delitos.
Nuestro país es uno de los puntos geográficos más importantes en la cadena internacional de tráfico de personas.
Los grupos más vulnerables en el caso de trata son las mujeres y los niños. Las redes criminales se aprovechan de la pobreza y desesperación de los migrantes para victimizarlos. Sin embargo, hay una amenaza mayor para ellos: el acecho de los Maras y los Zetas. Los primeros buscan asaltar a los migrantes y abusar sexualmente de las mujeres. Los segundos, secuestrarlos y privarlos de la libertad para obligarlos a aceptar ser parte del brazo armado de su organización como sicarios o bien tenerlos trabajando en los laboratorios clandestinos donde fabrican drogas sintéticas, en los campos donde siembran amapola o bodegas donde empaquetan marihuana. Los zetas ya no sólo trafican con drogas ahora también con seres humanos.
Las fuerzas armadas han realizado operativos en varios momentos en las fronteras Norte y Sur de México para rescatar con vida a grupos de migrantes que habían sido privados de su libertad por la delincuencia organizada.
Los migrantes, cuando cruzan por nuestro país, en muchas ocasiones son objeto de robo, extorsiones y vejaciones por desconocimiento de los derechos que les asisten y porque piensan que su situación de ingreso al país es irregular; entonces la ley o las autoridades no los pueden proteger. Esto es falso. Los derechos y la dignidad de los seres humanos no reconocen fronteras y menos deben estar condicionados por una calidad migratoria. Éste es un principio básico de justicia social.
Al respecto, la política migratoria en nuestro país está avanzando con el objeto de adquirir un perfil más humanitario, lo cual es deseable. L a Ley de Migración es un claro ejemplo de ello, aunque falta que se termine de concretar tal objetivo con la aprobación y publicación del respectivo reglamento.
La ley garantiza el acceso a la educación, salud y justicia de las personas, independientemente de su situación migratoria.
El primer avance se dio en 2008 cuando la migración irregular dejó de ser un delito en el país y pasó a ser una falta administrativa.
Hay que recordar que el control migratorio en México se tornó más estricto como consecuencia del combate al crimen organizado, al tráfico de drogas y armas, y a medidas preventivas contra el terrorismo, solicitadas por nuestro vecino país del norte, después de los atentados a las torres gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. Desde entonces, se vigiló más el flujo migratorio como parte de la política de seguridad nacional.
Es importante cobrar conciencia de que los migrantes internacionales se enfrentan a la marginación y discriminación al llegar a nuestro país. La sociedad, en general, los ve como una amenaza y los estigmatiza. Pero resulta contradictorio que nos asuste e indigne el trato que reciben nuestros connacionales al otro lado del Río Bravo, y que actuemos de la misma manera con los centro y sudamericanos que cruzan México vulnerando constantemente sus derechos humanos constantemente.
Hay que tener presente que autoridades y sociedad civil estamos obligados, unos legalmente y otros moralmente, a respetar y cumplir con los tratados internacionales que México ha suscrito y ratificado para garantizar los derechos humanos de los migrantes que transitan por el país.
Reconozcamos y seamos sensibles ante la humanidad en relación con los migrantes internacionales. Evitemos discriminarlos en el trato o en la forma de dirigirnos a ellos. No debemos sentir temor ni desconfianza ante la diversidad racial, nacional y cultural de nuestros hermanos latinos y menos aún en Oaxaca, que es ruta de tránsito obligado para ellos.
Foto:Archivo