Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
OAXACA, Oax. 4 de febrero de 2016.- Hace poco conmemoramos el bicentenario luctuoso del Generalísimo José María Morelos y Pavón.
Morelos, sacerdote y militar insurgente, fue quien encabezó la segunda etapa de la Guerra de Independencia, tras el fusilamiento y decapitación del Sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla.
Nació en Valladolid, hoy Morelia, Michoacán, y fue fusilado en Ecatepec, Estado de México. De los insurgentes destacados fue quien tuvo mayor claridad sobre las razones para pelear por la Independencia de México. El Generalísimo Morelos declinó el título de Alteza Serenísima y optó por el de Siervo de la Nación.
Oaxaca fue su cuartel durante algunos meses, en medio de la guerra de independencia. Aquí peleó contra las tropas realistas.
Durante su estancia creó el Ayuntamiento de Oaxaca, el primero de América, y lo presidió del 25 de noviembre de 1812 al 3 de enero de 1813. Es por ello que, en su honor, desde 1825, en las Sesiones de Cabildo de Oaxaca debe estar presente la Silla de Morelos.
Además de pelear y dar su vida por la Patria, Morelos nos dio a los mexicanos un documento fundamental llamado “Los Sentimientos de la Nación”, el cual expresa las aspiraciones de libertad, igualdad y justicia para México.
Morelos escribió Los Sentimientos de la Nación en el Portal de las Flores, donde actualmente se ubica el Bar Jardín, en contraesquina del Palacio de Gobierno.
De Oaxaca partió rumbo a Acapulco. Al pasar por Tlaxiaco se reunió con los pobladores invitándolos a unirse a la guerra de independencia. Las mujeres tlaxiaqueñas, encabezadas por la señora María Nava, viuda del militar insurgente Nicolás Catalán, le ofrecieron a sus hijos para pelear por la Independencia.
Meses después, el 14 de septiembre de 1813, el Siervo de la Nación leyó Los Sentimientos de la Nación en la apertura del Congreso de Chilpancingo o Congreso de Anáhuac, el primer Congreso Constituyente de nuestro país.
Morelos estuvo en Oaxaca y algo se llevó de esta tierra. Algo de Oaxaca está plasmado en los Sentimientos de la Nación y, por ende, en nuestra primera constitución, la Constitución de Apatzingán.