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Xochitlalyocan, jardín que resguarda la memoria verde de México
Oaxaca, Oax. 02 de julio de 2013 (Quadratín).- De la misma estirpe que Mario Benedetti y Alfredo Zitarrosa, artistas comprometidos con el pueblo, Saúl Ibargoyen (Montevideo, 1930) sobrevivió a la guerrilla y a la dictadura. Ahora analiza con cierta distancia a su país gobernado por un ex guerrillero, José Mujica, y recuerda a sus compañeros de lucha y de las letras: Mario Benedetti y Alfredo Zitarrosa, a quien le escribió una biografía.
Exiliado en México desde los años setentas, nacionalizado mexicano en el 2001, y autor de unos 50 libros entre poesía, ensayo, novela, cuento, testimonios y teatro infantil, Ibargoyen frecuenta Oaxaca de cuando en cuando por razones familiares -su esposa es oaxaqueña. Y cada año vuelve a Uruguay.
Entrevistado importunado- en una hostería del centro histórico, mientras toma café, alternado con un vaso de agua mineral, con su inseparable boina vasca, el poeta uruguayo accedió a hablar sobre política, sobre su cercano amigo el poeta Mario Benedetti, sobre su hermano el compositor y cantante Alfredo Zitarrosa, y sobre fúbol, él, que nació en 1930, año en que Uruguay fue campeón del mundo.
-¿Cómo es un país en Latinoamérica gobernado por un ex guerrillero que gana como presidente el salario más bajo de todo el mundo?
-Hay que ver sus antecedentes. El presidente José Mujica estuvo siempre apegado a la tierra en eso es una persona sincera. Luego ingresa a la guerrilla que fracasó totalmente. Ahora sabemos que la guerrilla hizo acuerdos con los militares, y fue así como accedió al poder. En el gobierno de Mujica hay ex dirigentes de la guerrilla que ocupan cargos públicos importantes; la propia mujer del presidente es senadora, y hay otro gran traidor que es ministro de Defensa. Hay cada historia de una tristeza espantosa.
Si dejamos lado esa metida pata que tuvo Mujica hay que reconocer que es un hombre honesto, que el país ha mejorado bastante, él se ha presentado como un presidente pobre, lo cual es relativo, porque tiene una pequeña granja, trabaja la tierra -en eso es sincero-, anda descuidado pero pobre pobre no es. Uruguay no tiene avión presidencial, viaja en líneas comerciales. Allá la política ha hacen las personas, así es la modalidad uruguaya, la política no se basa estrictamente en el dinero, como acá en México, que todo es plata.
-¿Tiene que ver en esta forma de hacer política la tradición literaria de Uruguay?
-Bueno, se ha idealizado a Uruguay. Se decía que era la Suiza de América, pero esto tiene mucho que ver con el gobierno socialdemócrata que se instauró desde principios del siglo XX, que le apostó más al desarrollo de las ciudades, de las capas medias. También se debe la gran reforma educativa, a la reforma agraria y a la expansión de la cultura y las letras que se ampara en el desarrollo democrático. La mayoría de la gente vinculada a la literatura y ya están democráticamente preparados para escribir democráticamente. Además no existe el peso de la religión católica como en otros lados y hay un sentimiento antiimperialista general.
-¿Qué nos puede comentar del poeta Mario Benedetti?
-Hay una historia personal con él porque mi mamá era prima segunda de la suegra de Benedetti. Cuando yo era un muchachito iba a su casa. Fue el primer escritor que conocí personalmente y siempre me admiró ese orden que tenía para todas las cosas. Yo le llevaba mis escritos como lo hacen ahora conmigo los muchachos. Su primera edición de Montevideanos se lo publicó un editor que llegó a él a través mío.
Después con las cuestiones políticas nos encontramos en Cuba, donde él vivía por 1974. Nos reencontramos algunas veces, estuvimos juntos en el Frente Amplio y la última vez que lo vi estaba internado en el hospital muy mal de salud; yo me encontraba ahí porque me habían operado en el mismo lugar. Al año siguiente murió.
-¿Y de Alfredo Zitarrosa?
Uuuy, es una gran historia. Nos conocimos en una obra de teatro, Esperando a Godot. Un poeta amigo común, Milton Esquinca, nos presentó en el año 1961 y luego por distintas razones, hicimos amistad, como surgen las amistades y con mucho vino. Un día, cuando yo vivía en la frontera y estaba por sacar su primer disco, le organizamos un concierto en el club de la burguesía. Cuando Zitarrosa comenzó a cantar la Milonga de los Cañeros, Prepárese aparcero pa hacer la revolución, la mitad de la gente se levantó y se fue. Ya después volvió como artista consagrado y lo recibían muy bien.
Cuando Zitarrosa falleció yo estaba en Uruguay. No pude hablar con él. Bueno, él fallece, lo acompaña una cantidad de gente impresionante y fuimos todos al cementerio. Llegamos ahí, y en el momento en que va bajando el ataúd veo enfrente al amigo que nos presentó. Se cerraba el círculo.
-¿Es auténtico Eduardo Galeano?
-A Galeano yo lo conozco, nos hemos tratado pero no tengo amistad con él. Ha tenido una carrera muy brillante. Es casi tan ególatra como Octavio Paz, y digo casi porque Paz tuvo un problema, su problema fue que Dios existe, bueno, para los que creen en Dios. Galeano es un tipo muy talentoso, empezó en el periodismo a los 14 años. El mismo editor que lanzó a Benedetti lanzó a Galeano. Pero el libro que lo llevó a las alturas fue La venas abiertas de América, un libro que si lo vemos estrictamente desde el punto de vista histórico, es más bien historia ficción, y eso se lo han cuestionado antes.
-Juan Carlos Onetti
-Es un bicho raro en la narrativa uruguaya. Un día me encontré con Mario Vargas Llosa, a quien siempre lo llamo El canalla, y reconoció que para él La vida breve de Onetti fue una novela fundamental; tuvo un instante de modestia.
A Onetti lo vi algunas veces cuando acababa de sacar El Astillero, lo encontré en el transporte público. Trabaja en una oficina de cultura. Es sin duda una gran personalidad, un gran escritor.
-¿Qué tan fanático es usted del futbol?
-Yo soy adicto, pero a veces me aburre mucho porque el futbol se convirtió en una peste. Ahora en el partido reciente España tuvo suerte con los uruguayos, porque los españoles juegan muy bonito pero no meten goles.
Así como la cantina es cultura el futbol también. Yo tenía 5 años cuando mi papá me llevó al estadio Centenario en Montevideo, que para mí era como entrar al templo porque en 1930 cuando yo nací Uruguay fue campeón del mundo. Además yo jugué bastante el futbol. Aunque era mejor para el básquet que me dejó los dedos quebrados.
Mi ídolo fue un centro delantero argentino del Club Nacional que se naturalizó uruguayo: Atilio García. Era un tipo calladito, nada más metía goles, pero no gritaba sus goles. Él sin querer, un día le rompe la pierna a un contrario; se agarraba la cabeza, se pone a llorar y se iba de la cancha, pero lo obligan a seguir jugando porque no había cambios en esa época. Eso da cuenta se su integridad moral. Yo lo admiraba por eso.
Saúl Ibargoyen quien ha sido jurado en certámenes literarios como el de Casa de las Américas, fue nombrado en 2008 Miembro de la Academia Nacional de las Letras de Uruguay. Planea en un futuro próximo retornar a Oaxaca para dar algunos recitales e intercambiar sus experiencias literarias y políticas con los jóvenes.
Fotos: Edwin Hernández