Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
Zeedu
zeeda tidxu
naa nuu saa ra lidxu
ti chiniá guie
ti chiniá riunda.
Vendrás a invitarme a la fiesta de tu casa Nabaana-
para que te lleve flores
para que te lleve cantos.
Fragmento del poema Ribeza lii- Te espero
de Irma Pineda
I
Desde muy tempranas horas del Domingo de Ramos, los zapotecas del Istmo de Tehuantepec arrancaron las actividades de la Semana Mayor visitando a sus muertos en los panteones municipales. A partir de este domingo y hasta el Jueves Santo en diversas comunidades los zapotecas convivirán con sus familiares ausentes.
II
Mi abuela decía que en Nabaana -Semana Santa- los libros de la iglesia se cerraban porque eran días santos, sagrados. En la Semana Mayor nadie se casaba, ni celebraba nada. La alegría se reservaba para el día en que las familias visitaban a sus muertos en los panteones.
Somos los invitados de tu abuelo por hoy, era la explicación más sencilla que mi abuela daba cada vez que le preguntaba el porqué nos concentramos todo el día en la tumba. Hoy, a la Sema Santa muy poco le han dejado de sagrado, lo que no se ha olvidado es la visita a los parientes muertos.
Los estudiosos coinciden con mi abuela, aunque de manera más profunda explican que con la visita a sus muertos, los indígenas zapotecas dan inicio a la Semana Mayor, y celebran a la par el inicio del año nuevo zapoteco.
Los zapotecas están con sus muertos hasta entrada la madrugada. Son los únicos que conviven con sus difuntos en Semana Santa y lo hacen en correspondencia a la visita que éstos les realizaron en Todo Santos, en octubre, explica el historiador e investigador zapoteca, Víctor Cata.
Además, el inicio del año nuevo zapoteco sucede también en marzo, según el calendario antiguo, por eso coincidía con la cuaresma cristiana. El año nuevo comenzaba el 12 de marzo aproximadamente, según Fray Francisco de Burgoa, cronista dominico del Siglo XVII.
De acuerdo con Víctor Cata el año zapoteco antiguo terminaba el 7 de marzo, a partir del cual había un periodo de cinco días que eran considerados aciagos, funestos. A este período se le llamaba Beu huini, que significa mes pequeño.
En este lapso al igual que pensaba mi abuela, era tiempo de guardar, de duelo, de angustia, de mala suerte, un período de suspenso, donde no se sabía si la vida iba a continuar, porque se temía una catástrofe.
Actualmente se le teme a la luna nueva, a la que se le llama beu huini, porque se piensa que desequilibra a las personas, que influye sobre las mujeres embarazadas.
Con el paso del tiempo, habido un proceso de sincretismo religioso, en donde confluyen y se amalgaman ritos de la gentilidad zapoteca y mitos de la religión católica.
Llegar al panteón de Juchitán es mirar un mosaico cultural teñido con diferentes olores, llantos, humos, rezos e innovaciones.
El ritual que se efectuó este domingo en el panteón Domingo de Ramos de Juchitán se repetirá en los otros cementerios de la ciudad, así como en otras comunidades zapotecas del Istmo.
III
En la tradición cristiana es Domingo de Ramos, y para los zapotecas de Juchitán, el día de visitar el panteón que lleva ese mismo nombre. Desde las primeras horas del día, mujeres ataviadas con vistosos huipiles caminan por las calles de Juchitán cargadas de flores y veladoras, ofrendas que habrán de depositar en el panteón, el cementerio más grande ubicado al oriente de la ciudad.
Cerca del medio día, los acordes de las bandas de música envuelven el ambiente y lo tornan de fiesta, en un momento que es destinado especialmente a los muertos. Las familias se agrupan en torno de sus sepulcros, esplendorosamente adornados, perfumados con las flores de coyolt, jazmines, gardenias, rosas, guiexhuba (flor desgranada) y guiechachi (Cacaloxochitl o flor de mayo).
Los zapotecas del Istmo construyen las tumbas lo suficientemente grandes para momentos como éste, cuando colocan sillas en el interior de la misma y conviven con sus difuntos. Ahí se reúnen amigos y vecinos, quienes ofrecen también flores y veladoras.
Antes de que caiga la tarde en el Camposanto, algunos zapotecas efectúan rezos en el interior de las tumbas, para el descanso eterno de las almas. Mientras que afuera, el bullicio del ir y venir de la gente, se torna en algarabía. El panteón tiene vida. En la entrada principal y en los pasillos, mujeres con grandes enaguas ofrecen dulces, tamales de iguana, regañadas (dulce crujiente hecho de harina) y cervezas, que los visitantes consumen para hacer más amena su estancia.
IV
Allí están, olvidados, cubiertos de polvo y basura, orinados por sarnosos perros. No presumen una veladora o un ramo de flores, muchos menos aromáticos inciensos. Nadie les llora ni les canta. Son tres tumbas con cruces sin nombres, sólo letras y números los identifica una de otra. Son dxu -extranjeros- que por azares del destino fueron enterrados lejos de los suyos, en tierra zapoteca.
Detrás del panteón Domingo de Ramos, frente al basurero municipal, están los centroamericanos que murieron en octubre del 2007 en costas de Istmo de Tehuantepec cuando la lancha en que viajaban se hundió por el mal tiempo.
Debido a la descomposición de sus cuerpos no pudieron ser identificados y por sanidad fueron enterrados en propiedad del ayuntamiento juchiteco.
En este día de visita a los muertos, ellos no recibieron a nadie, sólo la visita de un par de amantes refugiados por la oscuridad. De lejos escucharon la música y la alegría de los zapotecas que en todo su esplendor recordaron a los suyos. Ellos, quizás son almas pérdidas que esperan ansiosos que sus familiares los identifiquen y así puedan ser repatriados y descansar en la tierra que nuca debieron dejar para buscar el sueño americano.