Historia de una hacienda africana
Análisis a Fondo
El Grito de Independencia
Desde que mocharon al águila
MÉXICO, DF. 14 de septiembre de 2015.- No se asuste. Es la neta: Qué vamos a celebrar en estas fiestas patrias, si ya no hay patria. No hay entusiasmo, no hay ganas más que de echar un trago de tequila y gritar como desaforados algo que muchos quisieran tener: patria.
Algunos desmexicanizados se encargaron de desdibujar la patria. La entregaron al mejor postor. Al más mañoso y corruptor de los contratistas y proveedores.
Duro lo que asegura este escribidor. Pero es cierto. Cierto de toda certeza. Y no me dejará mentir la conciencia de los desmemoriados.
Ya no tenemos patria; es decir, patrimonio. Porque patria es eso: La riqueza de un pueblo, de una sociedad, que habita, se desarrolla, se empobrece, se acongoja y abate, se alegra y pega de gritos en un territorio único llamado patria.
Este domingo fue el día de los niños héroes. Así le llaman a esos chavitos que sin ninguna experiencia guerrera, jovencitos muy jovencitos, como los de Ayotzinapa, se enfrentaron a soldados hechos y derechos, de muchas mañas bélicas. La verdad es que no fueron héroes. Porque el héroe es el que muere no por valiente, sino porque fue el único que no pudo encontrar la salida.
Y en esta sociedad hay muchos héroes. Y los que son nombrados héroes en verdad no lo son. Hay un infinito grado de manipulación de las conciencias de los niños de primaria en esa materia llamada historia de México. Por qué. Porque la historia la escribieron los vencedores. Por ello el inefable Miguel León Portillo escribió La Visión de los Vencidos.
Esa es pues la real versión del heroísmo. Así que nunca pretendan convertir los 43 en héroes. No lo son. Sí son víctimas de un sistema que nunca cambio, que se inventó en tiempos de los conquistadores de cruz y espada y que no fue desterrado con el grito de Dolores, ni con el abrazo de Acatenpan, ni menos con la revolución de 1910, con que ahora están reentronizando al dictador Porfirio Díaz, ahora que muchos no saben que él fue el gran general que mataba a sus enemigos “en caliente”. O que los enterraba vivos en Valle Nacional.
Y en la actualidad, los héroes están en el congreso de la unión, comandados por el PRI a las órdenes de los pinos. Y están deshaciendo lo que queda de la patria en aras de la modernidad, la productividad y la competitividad. No me dejarán mentir los viejos priistas, aquellos que aún creían, y ahora están muy encabronados, en la revolución y la justicia social, valores que no significan nada, absolutamente nada, para los cuarenteañeros que decidieron hacer negocios particulares a costa de la patria.
Pémex, a pesar de que ya estaba en su mayor parte en manos del sector privado, desde que fue partida en cuatro grandes empresas al mando de una holdin llamada Pemex, era el último reducto de la patria. Era y es fuente de enriquecimiento personal de gobernantes y políticos. Pero qué no es botín de la clase política en esta desgarbada patria.
El campo, otrora, el granero de México, está volviéndose un páramo sembrado de acahuales. Los campesinos, los pocos que quedan, se mueren de hambre al pie de las matas de maíz, o de café en las zonas cafetaleras. ¡Estoy exagerando? Algunos dirían que sí. Pero…
Los trabajadores, en un presente de miedo y un futuro absolutamente incierto. Qué le gusta. ¿56 millones de fuerza de trabajo, o población económicamente activa, de los cuales unos 40 y tantos millones están mal empleados y mal pagados en el mercado laboral de la economía formal?
Sólo con estos datos de miedo, números de la desesperanza, concluimos que la patria se ha teñido de sangre. Que ya ha sido despatriada, o desmadrada por los nuevos bárbaros de Quetzalcóatl, aquella infame divinidad que parió hombres blancos y barbados, que no dejaron piedra sobre piedra de la Gran Tenochtitlan, la ciudad más bella del mundo en aquellos años, por encima de Londres, París o Madrid, villas apestosas a mierda en sus calles de lodo.
Y sin patria, sin patrimonio, las mayorías de los mexicanos subsisten bajo tres bestias de un apocalipsis sin final: sangre, sudor y lágrimas, aquella histórica lamentación de Winston Churchill en la Cámara de los Comunes.
Pero la noche del 15, a pesar de nuestros infortunios, resonará en la plaza mayor de México ese grito sin sentido, vacío, imaginario, de víva México, vivan los héroes que nos dieron patria etc.
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