
México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
La Comunidad como destino
OAXACA, Oax. 17 de abril de 2016.- “La comunidad es la unidad del hombre con el hombre basada en las diferencias reales entre ellos” expresó en alguna ocasión Marx en una carta enviada a Feuerbach, en la comunidad el hombre recobra su unidad originaria siendo por ello, capaz de reconocerse en sus relaciones sociales como hombre individual y ser genérico, a diferencia de la sociedad, en donde, “la sociedad capitalista más que en cualquier otra donde la valoración del mundo de las cosas es directamente proporcional a la desvalorización del mundo de los hombres” (Alvaro, Daniel. El Problema de la Comunidad: Marx, Tonnies, Weber. Edit. Prometeo. B. A. Argentina. 2015, p, 84).
Del individuo medio de la sociedad se pasa al individuo total de la comunidad, esta es su magia. La comunidad es la reconciliación del hombre consigo mismo, con su especie y con la naturaleza. La comunidad no es decadencia es fin, es futuro de la humanidad.
Debemos ser muy claros, la comunidad no es solamente un tejido de relaciones humanas, es algo más, es sede común, es la morada de nuestras actividades, es el espacio en donde nuestra individualidad se expresa como lo común, en donde estas individualidades son equivalentes. Aún más, tiene algo de místico, por eso nos atrae. Nos gusta porque se basa en el mérito de cada quien.
Desde la perspectiva comunitaria, en el horizonte sólo se encuentran otras comunidades semejantes, respaldado por los suyos, el ciudadano comunitario tiene en sí mismo el sello inconfundible de lo que lo identifica. Al viajar se transita con lo que es, con su ser. Esto le permite el no fundirse con los otros, en donde se siente extraño.
El territorio es sentido, amado, identificado, hasta sus frutos son especiales. La lengua, dignifica; la ropa, colorea la diferencia; el sombrero, es estilo; el ceñidor manifiesta la calidad de hombre y mujer; el color de la piel denota que todos somos hermanos; los callos de los pies y manos nos hermanan por el trabajo. Existe una sola cosa que nos une en cadenas indestructibles, nuestra situación de pasado colonial y de nuestra lucha de ser libres para siempre.
La comunidad, por ende, tiene diversos colores y sabores, pero es única por la historia y por su realidad política, no hay más. Si nos quieren juzgar que sea por esa historia, por esa realidad, por ese pasado colonial. Por lo específico, por lo concreto, eso es nuestro y de nadie más.
El uso y abuso de lo nuestro y de lo común, le llamamos comunidad, así como la propiedad es el uso y abuso de una cosa, es fundamento de la sociedad. La comunidad es un pueblo de principios, normas morales y de derechos, es una asociación humana fundada en la comunión, no es una comunidad de cerdos, fundada en el hambre, en la necesidad, en el interés personal. “La comunidad ha arrastrado siempre una semántica asociable a unión, comunión, fraternidad, solidaridad, etc., entre otras palabras de resonancia positiva y que remiten a estabilidad y permanencia.”(Marinis, Pablo de. Sociología clásica y comunidad: entre la nostalgia y la utopía.” En Pablo de Marinis. Et. Al: p. 347).
En la comunidad todos nos sentimos iguales, sólo son diferentes y son apreciados en su diferencia, el maestro y el cura. El vivir en la igualdad significa no conocer jerarquías sociales, privilegios de ninguna especie, es saber que la voz cuenta; que el reconocimiento tiene su base en la intensa participación en provecho de la comunidad, a los activos se les reserva un lugar especial en la historia comunitaria.
La libertad es la otra vía que complementa a la vía de la igualdad, sólo se es libre si no existe un poder opresor, el poder comunitario existe en cuanto poder sustancial de todos, no es un poder separado de la propia individualidad del ciudadano. Los espacios de libertad no son necesarios porque no existen los espacios de opresión. Comunidad no quiere decir totalitarismo, negación de toda individualidad.
El poder totalitario está separado del individuo, pero es un ente que lo absorbe, que lo anula, por el contrario, el poder comunitario, potencia la individualidad, no es extraño al ciudadano ni a la persona. Lo ha dicho bien el jurista alemán Gustav Radbruch: “la comunidad de obras de cultura bajo la forma de un edificio en construcción en que los canteros, arquitectos, maestros de obras y demás operarios no se relacionen directamente de individuo a individuo, sino indirectamente, a través de la obra en común”(Radbruch, Gustav: 2013, p. 36). La construcción de la obra en común es el cemento que nos une a los ciudadanos comunitarios.
En la comunidad los espacios de privacidad existen y se viven intensamente, pero no como soledad, no como huida de lo público, sino como espacio propiamente suyo y de nadie más. Pero el espacio de privacidad no hace a ningún individuo, este se expresa a plenitud sólo en relación con los otros. El ser individual sólo es posible su expresión en relación al prójimo. No puede haber un hombre en el abandono total, esto no es posible. Sin embargo, la proclamación del hombre solo, autónomo, sumergido en su propio egoísmo, aparece en la historia después de la Revolución Francesa, este hombre pierde la noción de su hospedaje en el mundo, el sentimiento de protección del cosmos, su desapego al hogar familiar, el sentimiento de solidaridad entre sus iguales.
El hombre comunitario procura a los demás tanto se procura a sí mismo. No hay esa solicitud de relación como existe en la sociedad moderna, sino procuración hacia los otros, en términos de Feuerbach, citado por Buber, “que el hombre individual no lleva en si la esencia del hombre, que la esencia del hombre se halla en la unidad del hombre con el hombre”(Buber, Martin: 2014, p. 98).
Si no se acepta esta realidad del hombre, difícilmente se entenderán los principios de la vida comunitaria por ende, de la otra realidad electoral. La conflictualdad del momento electoral, la competencia que ella implica, el deseo de poder y de dominio, no va con los valores comunitarios, al ciudadano le tiene mayor interés a los problemas comunes que a sus intereses personales.
En la comunidad se vive del ejemplo, de la emulación. En el ejercicio de la autoridad se trata siempre de actuar de acuerdo a los mejores ejemplos, incluso se quiere superar esos episodios que está presente en la memoria colectiva.
Los ancianos son el ejemplo a seguir, por eso el asentamiento o si se quiere, el voto es público, porque se espera la manifestación de los tatas, de los principales, de los viejos. Siempre se cuentan proezas de los mejores hombres y mujeres pero en acciones de beneficio comunitario, las obras comunitarias son presencia y memoria de ello. Los ejemplos de servicio son motivo de plática en las plazas públicas. Las malas acciones son motivo de crítica social, regularmente en los lugares públicos o en el teatro popular, incluso, se llega a la expulsión del mal elemento de la comunidad.