
¿Qué podría reformarse en la Constitución de Oaxaca?
Momento de Oaxaca
OAXACA, Oax. 3 de abril de 2016.- Es justo reconocer que la vía electoral para forjar futuros regímenes políticos, sociales y económicos, tiene sus limitaciones. Primero está lo que determinan las leyes, todos los aspirantes, sean partidos o personas se deben sujetar a las disposiciones vigentes. Parece, de entrada, lo correcto.
Sin embargo, si los actores participantes son los que elaboran las leyes, las normas, los procedimientos y las reglas del juego para sus intereses y no para el bien común de los gobernados, esto no parece muy correcto. Es decir, ningún partido político atentará contra su propia existencia y la de sus candidatos.
Pongamos varios ejemplos sencillos para ilustrar nuestra aseveración. Es evidente que, en nuestro país, los partidos políticos se han convertido en una pesada carga para los ciudadanos y para la sociedad en su conjunto. Eliminar la forma en que funcionan, se estructuran, se determinan sus fines, su alto impacto en el erario, es una necesidad vital. No concordamos con la expresión de que son un “mal necesario”, más bien ya son un mal en toda la expresión de la palabra.
Tenemos que pensar en un modo de elegir a nuestros representantes sin los partidos políticos, tampoco sirve que se postulen los llamados “candidatos independientes”, porque se sigue la misma lógica de la elección.
Los partidos políticos tal como los hace existir la ley, se han convertidos en grandes empresas políticas, en manos de oligarquías, que producen grandes ganancias para estas cofradías políticas. Estas empresas encarecen los procesos electorales en condiciones estratosféricas, que hacen de los gobernantes deudores permanentes. Esta situación desvirtúa en su totalidad el gobierno democrático porque, al final del tramo, el pueblo es el menos beneficiado.
Desde luego, los aspirantes se convierten también en empresarios políticos que en su esencia son buscadores de ganancias monetarias y satisfacción de intereses privados. Este proceso de la privatización de la política es un fenómeno que obedece a la lógica de desarrollo del mundo en que vivimos.
Desarrollo mundial que Lipovetsky y Serroy lo han descrito en los siguientes términos: “ Desaparición de las culturas de clase, retroceso de los sentimientos de pertenencia a una colectividad, fragilización de la vida profesional y afectiva, desestabilización de los papeles y las identidades sexuales, relajación de los lazos familiares y sociales, debilitamiento de los sistemas religiosos: todos estos factores han acentuado la sensación de aislamiento de las personas, su seguridad interior, la experiencia del fracaso personal, las crisis subjetivas e intersubjetivas. Cuanto más libre y dueño de sí el individuo, más vulnerable, frágil e interiormente desarmado parece”( Lipovetsky, Gilles y Jean Serroy. La Cultura-Mundo. Respuesta a una sociedad desorientada. Edit. Anagrama. Barcelona, 2010, p. 61).
La preponderancia del individuo ha afectado a la política, que en su esencia, es asociativa, por lo que la búsqueda del interés individual y personal ha sustituido el interés común y colectivo. Hoy la política es un “servicio a la carta” para los egoístas, los ambiciosos, los inmorales y los corruptos, las peores especies de la raza humana, desde luego, con las honrosas excepciones. Los partidos políticos no pueden escapar a este proceso.
Hubo un tiempo, en Oaxaca, en donde para elegir gobernador, diputados y presidentes municipales, fue sin partidos políticos. Los miembros de los ayuntamientos eran designados por los las Asambleas Generales Comunitarias; los diputados eran elegidos por electores que eran designados por las Asambleas Generales Comunitarias de cada pueblo, agrupados en círculos electorales que deberían contar con el número de ciudadanos correspondientes; el gobernador era elegido por los diputados así electos.
Sin partidos, sin campañas, sin dinero, sin propaganda, con poca competencia entre los participantes, sin afectar al erario público, con casi sin posibilidad de fraude. Evidentemente, había posiciones ideológicas que defender, es ejemplo de ello la ciudad de Oaxaca, que a principios de los años veinte del siglo XIX, existieron dos grupos que se disputaban el gobierno de la ciudad, llamados por la población: Vinagres y Aceites. Los primeros fueron federalistas y liberales, los segundos, lo fueron centralistas y conservadores.
Hoy, nuestro tiempo se define por cuatro dispositivos estructurales, casi imposible de combatir: la consolidación del capitalismo, fuerza vital de la vida moderna; la preponderancia de la técnica, es decir, su mundialización; la égida del individuo, desvinculado de ataduras comunitarias; la universalización del consumo, que se manifiesta en un hedonismo comercial. De esta manera, la política no escapa de esta lastimera realidad. La naturaleza del actual político y de su organización partidaria, no es más que reflejo de este proceso.
En este contexto poco se puede esperar de los partidos políticos y de sus candidatos en las competencias electorales que se están desarrollando en el territorio oaxaqueño. Todos los partidos y candidatos, sin excepción, no se apartan de esta ideología dominante, es decir, poner como eje de todos los proyectos al individuo, el consumo, la técnica y el proyecto capitalista.
En este sentido, los partidos y sus candidatos se les puede identificar de todo, menos de izquierda. Son tremendamente conservadores y en algunos casos, reaccionarios. Esto los ubica de espaldas a la realidad oaxaqueña que se define comunitario y colectivista, es decir, de izquierda.
Después de la amarga experiencia de un gobierno aliancista, en donde el cinismo, la desvergüenza, la incapacidad y la corrupción, alcanzaron niveles jamás pensados, ni en las administraciones priístas se vieron tales niveles, en el horizonte se observan nubarrones, el pueblo de Oaxaca, sin esperanza alguna, se encamina a cumplir su triste destino: la extinción de sus prácticas comunitarias en aras de un individualismo recalcitrante.
Así como pusimos de ejemplo la existencia de los partidos políticos y de la mercantilización de la política, podemos subrayar de la existencia de prácticas y de instituciones que ya son obsoletas, tales como la familia, el matrimonio, las iglesias, los sindicatos, incluso, las naciones.
Los discursos de los candidatos suenan vacíos de contenido, son rancios en sabor conceptual, no están entendiendo ni atendiendo las circunstancias de la nueva realidad. Rebasados, ignorados, despreciados por los ciudadanos del nuevo mundo, los partidos y sus candidatos, sienten ya la impotencia de su empresa, querer reconstruir una realidad que, faltando a la dialéctica, no ha forjado su contradicción.
Cualquiera de los cuatro candidatos, es decir, Alejandro, Estefan, Benjamín y Salomón, tiene las posibilidades de asumir el poder político del Estado oaxaqueño, sin embargo, para desgracia nuestra, persiguen el mismo modelo de sociedad, uno mejor que otro, pero el mismo modelo al fin.
Si alguno de ellos atiende a la realidad y está dispuesto a combatirla, estaremos ganando un poco de terreno para soñar despiertos.