Diferencias entre un estúpido y un idiota
La Justicia Comunitaria
OAXACA, Oax., 15 de mayo de 2016.- Es de vital importancia destacar que en la comunidad se vive bajo los principios de la justicia, entendida como entendimiento entre las partes, sea como comunidad, sea como individuos.
Es justicia si el ciudadano participa en los tequios en la misma proporción que los demás, habrá justicia si cada uno de los ciudadanos comunitarios realiza sus servicios, hay justicia si el ciudadano infringe alguna ley sea reparado el daño correspondiente, hay justicia si todos contribuyen en la vida comunitaria en su debida proporcionalidad. Se puede sostener que una comunidad es el ejercicio de la proporcionalidad entre la población. La justicia municipal es mediadora más que penalizadora.
En la comunidad no cabe la arbitrariedad de la autoridad municipal, tampoco cabe la arbitrariedad personal, el ejercicio de la autoridad se basa en la ley, sea de la tradición, sea del derecho del Estado. La asamblea es la única institución que puede, llegado el momento, tomar decisiones en contra de un particular, que se puede interpretar como una decisión arbitraria, sin embargo, siempre se verá por el interés común y dentro de las normas de la propia comunidad.
La comunidad no es una creación de la ley, no es un artificio administrativo creado por el gobierno, la comunidad es creación de la propia comunidad, por eso, cada comunidad es una particularidad, es una cosmovisión, crea sus imágenes, sus mitos, tradiciones y leyendas, sus normas de convivencia ideológica, política, económica y social, por eso de su necesidad de ser autónoma. Cada comunidad es única, pero al ser indígena adquiere una generalidad que la define.
El primer núcleo de la comunidad indígena de Oaxaca, que tiene una unidad política, territorial, cultural e histórica, es la autoridad, entendida como servicio, es decir, sólo se tiene autoridad en la medida en que se sirve, este es el primer elemento sustancial de la misma. Se tiene autoridad en la medida del cumplimiento estricto de los servicios desempeñados, la mala conducta en el servicio implica la pérdida de la autoridad. La autoridad no es un poder, no es un dominio, es estar pendiente de las necesidades de las personas y de la comunidad.
Dar el servicio es olvidarse de los intereses particulares a favor del interés público. Ofrecer un servicio es dar a conocer el verdadero rostro del ciudadano comunitario, es el medio para ser reconocido, respetado, valorado, estimado, si el servicio no es dado con la responsabilidad debida, es la muerte cívica para todo sujeto comunitario, “aquél que es electo se sacrifica por el servicio a la comunidad, y de la misma manera lo hace su familia pues queda privada del sostén económico, y por lo tanto tendrá que buscar la manera de sobrevivir durante el año del servicio”(Alcántara Núñez, Honorio: 2004, p. 27). Esta cultura del servicio, que llega al sacrificio, no es entendida por las autoridades electorales, los cuales toman decisiones equivocadas en la valoración política y jurídica de los procesos electorales de los pueblos indígenas, sobre todo, si su base de entendimiento es sólo el liberalismo.
La voz de la comunidad le canta loas al ciudadano comunitario que durante dos tercios de su vida ha desempeñado los diversos servicios de la comunidad en forma gratuita, es un Principal, es Gente Grande, es Don, es Tata. Así, el respeto es el más extraordinario valor que se le puede otorgar a un ciudadano comunitario. Su voz en la Asamblea tiene autoridad, pesan y valen sus palabras, regularmente son palabras sabias, llenas de experiencia. Cuando el Tata termina su discurso, la Asamblea expresa al unísono: “Ya habló.” Su palabra es ley, es mandato.
No es en la persona en donde encontramos a la autoridad en la comunidad, es en la palabra. La palabra es utilizada por los que tienen autoridad para ello. La palabra recorre por todos los rincones de la comunidad, es medio principal para todas las relaciones intercomunitarias. La palabra de la Asamblea, de los miembros del ayuntamiento, de los Principales, de todos los que desempeñan los cargos, de los padres, de los abuelos, de los tíos y tías, de los compadres, de los padrinos, de las madrinas, de todos ellos, pero no de los poderosos como sucede en la sociedad. En la palabra encontramos el elemento fundamental del orden jurídico, político, social, económico y cultural. El consejo de ancianos, “lo forman hombres que huelen a palabra madura, que arrastran camino reconocido, los que están sumergidos en la reflexión y han entrado en la etapa de purificación”(Molina Cruz, Mario: 2003, p. 58).
Toda palabra tiene un sentido, una historia, vive y pervive en la tradición y en la costumbre. El conjunto es el orden en que se desenvuelve la comunidad. Por eso será difícil encontrar su codificación. Por eso la palabra que conforma la lengua, a ésta se le considera esencia de la comunidad, puede ser considerada como el segundo elemento de cohesión comunitaria, es la expresión de la identidad de la comunidad.
A las otras lenguas, en especial la dominante, se les considera extrañas, lejanas, sólo será instrumento dado la ocasión. Destacando el valor de la palabra, Fistetti afirma: “Aquí la razón fundante de la democracia no es la ley, sino la palabra (logos), y el discurso político es la forma natural de la comunidad y del estar juntos, cuya sede privilegiada es la asamblea popular”(Fistetti, Francesco: 2004, p. 45).
La palabra adquiere el carácter de sagrado, de aquí que cuando el agente externo, sea el gobierno, las autoridades electorales, los partidos y los abogados, cuestionan la palabra de la comunidad, se está ante un sacrilegio. No se está ante una norma, supuestamente violada, se está ante un valor trascendente, un más allá de la propia temporalidad inmediata.
La palabra no es sólo el cemento de la comunidad o la sustancia de las relaciones interpersonales, es también vínculo con la naturaleza, con el cosmos, existen las palabras exactas en las lenguas para referirse con tales sustancias. Incluso adquieren, en el lenguaje, personalización. La lengua deviene del cosmos, de la naturaleza, por eso la palabra de alguna manera refleja la sustancia y la acción del universo y de la naturaleza. La conducta comunitaria no está lejos de las leyes naturales y del universo. Las que impone el gobierno exterior, sólo se responden en la medida de su utilidad, más de las veces están en sentido contrario de la dinámica comunitaria. Los Tatas son sabios porque conocen a profundidad las leyes del cosmos y de la naturaleza, saben de su utilidad para con la comunidad, se les conoce como la gente que sabe y piensa. Tiene razón el filósofo Eduardo Nicol al afirmar que: “La forma de ser de un pueblo se ofrece en su forma autóctona de expresarse”(Nicol, Eduardo: 2013, p. 145).
Del papel fundamental de la palabra surge el tercer elemento fundamental de la comunidad, nos referimos a la totalidad. Luis Villoro nos ayuda a plantear este concepto de totalidad al plantearlo de la siguiente manera: “Para la integración en la totalidad, si ha de otorgar sentido a los elementos, no puede eliminar las diferencias entre éstos. Habría que concebir la totalidad como una forma que mantiene en comunicación diferentes elementos, y esta comunicación, lejos de anular las diferencias, les suministra una nueva dimensión para que cada elemento particular se realice (Villoro, Luis: 2013, p. 159).